Aproximadamente 1 año atrás
— ¡¿Ves a Zac?!
Mi pie izquierdo resbaló por el vidrio del auto, pero logré recomponerme.
— ¡Kalín cuidado!
Destrocé el cráneo del errante que casi alcanza mi tobillo.
Estábamos rodeados y atorados en media ciudad.
— No te detengas. Solo sigue disparando rubia.
Apenas terminé de decir aquellas palabras la alarma de la enorme camioneta azul a dos cuadras comenzó a sonar.
— ¿Es él? —me preguntó la chica.
Y asentí repetidas veces.
Estaba alejando de nosotros a todos los muertos. Cuando estuvieron cerca se subió a la camioneta e intentó arrancarla, pero no encendía.
Bajé de un salto del auto acabando con mi bate a los pocos errantes del alrededor, debía llegar a él.
— ¿¡A dónde vas!?
Pero no me detuve.
Zac salió de la camioneta porque estaban demasiado cerca y quedándose en el vehículo no tendría salida, intentó correr hacia el callejón de la izquierda, pero lo tenían rodeado.
Mi amigo no tuvo más que arrastrarse por debajo del monstruoso vehículo.
— ¡Hey! ¡Hijos de perra! —grité levantando mis brazos al aire.
Me jalaron de un lado con brusquedad.
— Los estás trayendo aquí.
Me quité de su agarre bruscamente demostrándole que no me detendría.
A pesar de todo pronto sus disparos empezaron a acompañar el ruido que yo hacía.
Pero el grito se Zac me congeló.
Talvez fue demasiado el tiempo que me quede mirando el lugar por el que mi amigo desapareció, pero no podía reaccionar.
— Kalin. Debemos salir de aquí. —parpadeé repetidas veces— Ya no hay nada que hacer.
Me costó un poco lograr salir de ese shock, pero asentí obligándome a mi mismo a correr. Debía correr.
Cruzamos las calles, no fue difícil gracias al ruido que aún provocaba esa camioneta, nos despejó muchas calles, y las otras... solo bastó cruzar por los edificios y ya estábamos en la entrada de Atlanta.
Negué con la cabeza, ¿Qué se supone que haría ahora?
Lancé con fuerza una lata de comida al sueño y no miré atrás antes de que nos adentramos al bosque.
Esto no podía ser todo.
●●●
— ¿Era tu hermano? —interrumpió el largo silencio que se había formado a nuestro alrededor.
Su pregunta me tomó por sorpresa, o talvez estaba demasiado distraído.
Negué.
— Estamos juntos desde el principio.
Ella asintió lentamente comprendiendo.
— Manejas muy bien el bate —intentó cambiar de tema. Me encogí de hombros— es decir, cualquiera puede "matar" muertos con un bate, pero tu... lo manejas con una habilidad increíble.
No respondí.
Soltó un quejido cuando solté la rama que doblé para pasar. Yo iba delante de ella.
— ¿Y esas letras que tiene talladas en el mango?
Fruncí el ceño volteando a mirarla.
— Haces demasiadas preguntas —talvez fui demasiado rudo.
Caminamos en silencio por varios kilómetros volviendo por la dirección en la que llegué a Atlanta.
Aún no terminaba de asimilar que nuevamente perdí a alguien. Fui tan idiota que perdí a la última persona que quedaba conmigo, pero no me detendría, debía encontrarlos. Una ciudad devastada no me pararía porque sabía que estaban vivos.
Pronto llegamos a aquella casa por la que Zac y yo pasamos al dirigirnos a la ciudad.
Caminé por el interior de aquella casa, estaba tal cual como la última vez.
— Ya estuviste aquí antes ¿verdad?
Esta vez su tono de voz era precavido, casi disculpándose conforme soltaba las palabras.
— Dormiré en el cuarto del niño, el cuarto principal está en el pasillo de la derecha.
Empecé a subir.
— ¡Espera! —me detuve, pero no volteé— Kalín de verdad lo lamento.
Reanude mi camino.
— ¡YA BASTA!
Paré de golpe.
Y de pronto la escuché sollozar.
— No fuiste el único que perdió a alguien hoy ¿¡si!? —resoplé y giré bruscamente sobre mis talones— ¡que a ti no te duela no significa que a mi también! ¡te acabo de conocer y ni siquiera me dices a dónde vamos! —apreté fuertemente los dientes y la interrumpí.
— ¿¡Crees que no me duele!? —grité con los ojos muy abiertos apuntándome— apenas sabes mi nombre ¡¿y te atreves a juzgarme?! —mis pies involuntariamente empezaron a bajar los escalones— Yo ¡EN NINGÚN MOMENTO PUSE UNA PUTA ARMA EN TU CABEZA! ¡jamás te obligué a venir conmigo! ¡TODO —remarque la palabra y abrí mis brazos frustrado— iba bien hasta que los idiotas de tú grupo llegaron!, el único infeliz que trató de volver por ti está muerto y no has soltado una sola lágrima hasta ahora ¡Así que no vengas a hablarme de sentimientos! —escupí hasta finalmente quedarme en silencio.
Se quedó callada.
No me dijo absolutamente nada y mi respiración agitada era el único sonido que ahora se escuchaba.
Pasaron los segundos y poco a poco mi mente segada por la tristeza y enojo se iba aclarando demostrándome cuanto la había cagado.
Quitó bruscamente una lágrima traicionera que escapó de sus ojos.
Suspiré intentando relajarme.
— Rubia —empecé titubeante— lo siento —sacudí la cabeza retrocediendo— no debí gritarte así.
— Nicole —susurró. Levante la mirada que había agachado— mi nombre es Nicole.
Hice una mueca y traté de sonreír para aliviar el ambiente.
— Me gusta más Rubia.
Me mostró una pequeña sonrisa y lentamente empezó a caminar hacia la cocina. Dudé, pero terminé siguiéndola.
Me senté en una de las sillas de la pequeña mesa mientras ella rebuscaba en los estantes y gabinetes.
— Solo hay cereales. —le informé.
Sacó una de las cajas y asintió con la cabeza.
En dos platos sirvió el contenido de esas cajas y nos sentamos a comer en silencio.
Ninguno de los dos sabia que decir. Éramos dos extraños que se conocieron de la peor manera posible, si es que eso puede existir luego de un Apocalipsis zombie.