— Ya basta. ¿Qué estás haciendo? —admito que estoy sorprendida de que le esté hablando con tanta tranquilidad— ¿Qué estás haciendo? —volvió a preguntar cuando oí sus pasos acercándose aún más a Gabriel— Todo está conectado. —Yo estaba plantada en la puerta principal observando por la mira del arma que antes tenía Sasha— Tú apareciste, fuimos observados y ahora nos faltan tres personas.
Gabriel tartamudeo antes de que se le entendiera alguna palabra.
— Yo, Yo no. Yo no tengo nada que ver.
Apenas dijo eso escuché como Sasha desenfundo su cuchillo.
— Espera.
— ¡Sasha. No!
En el momento que escuché cuando la detuvieron negué con la cabeza y giré sobre mi eje, cargué el arma y apunté al padre desde la entrada. Yo misma lo mataría.
— ¡Ma! —desvió mi arma justo cuando disparé haciendo que le diera al techo.
Giré la cabeza viendo con el ceño fruncido a Carl. Estoy tan enojada que ni siquiera lo vi cuando se acercó a mi, pero que me dijera mamá impidió que siguiera mirándolo. No me acostumbro.
Rodeé a Carl y pasé sobre Tyreese para tomar al padre del cuello de su atuendo.
— ¿Quién mierdas son? —mascullé— ¡¿Dónde están Daryl y Carol?!
— Por favor. Yo no tengo nada que ver en esto.
Rick tomó mi hombro haciendo que me relajara. Solté a Gabriel de un movimiento brusco obligándome a retroceder y cubrirme detrás del cuerpo de Grimes.
Mi viejo amigo dio unos pasos acercándose, observando cada detalle de su rostro.
— ¿Por qué nos trajiste aquí?
— Por favor, —volvió a repetir— yo solo...
— ¿Trabajas con alguien? —lo interrumpió.
— Estoy solo. —contestó de inmediato— Estoy solo. Siempre estuve solo.
— La mujer del banco de alimentos, Gabriel. —lo apuntó— ¿Qué es lo que le hiciste? "Arderán por esto" —fruncí el ceño sin entender muy bien— Esto fue para ti. ¿Por qué?¿Por qué lo escribieron Gabriel? —perdiendo la paciencia de repente lo plantó contra un banco— ¿Qué hiciste? ¡¿Qué hiciste?!
Gabriel logró que lo soltara. Estaba dispuesto a hablar, y por su rostro estaba segura de cuan destrozado estaba.
— Siempre cierro la puerta de noche —tomó aire— Siempre cierro la puerta de noche, siempre la cierro. —repetía como si tratara de justificarse.
Respiré hondo.
— ¿Qué pasó? —pregunté más calmada.
— Empezaron a venir, mi congregación. —a este punto él estaba tratando de aguantar las ganas de llorar— Atlanta había sido bombardeada y estaban asustados, estaban buscando un refugio, un lugar donde estar a salvo. —silencio— Era muy temprano, de madrugada. La puerta estaba cerrada. —podías ver lagrimas resbalar por sus mejillas— Esa... fue mi decisión, eran demasiados, estaban forzando las ventanas y golpeando las paredes. Me gritaban y luego los atacaron los muertos. —por primera vez me miró directamente a los ojos— Mujeres, niños. Familias enteras llamándome mientras eran devoradas, pidiendo piedad, suplicándome misericordia. —le di la espalda empezando a dar vueltas en la sala, pensando— Y me maldijeron. —suspiró intentando calmarse— Al final enterré los huesos. —me detuve al verlo mirarnos a todos— El señor los mandó aquí para castigarme. —dejó caer su cuerpo al suelo— Soy culpable, me condené por eso. Siempre cierro la puerta, siempre la cierro de noche.
Suspiré y hablé mientras observaba las puntas de mi bate.
— Todos hicimos algo para llegar hasta aquí Gabriel. —negué con la cabeza— Absolutamente todos. Arrepiéntete, hazlo, pero no dejes que te consuma.
Justo luego de decir esas palabras un silbido nos hizo voltear a todos.
Rápidamente Glenn se asomó por una de las ventanas.
— Hay alguien, —de inmediato saqué la pistola de mi cinturón— hay alguien tirado allí afuera.
— ¡Sasha!
Para cuando reaccioné, Sasha ya estaba corriendo hacia las puertas con su arma de vuelta, ni siquiera noté en qué momento yo ya no la tenía.
Todos nos apresuramos en seguirla y el grito ahogado que soltó la Morena me avisó que algo no andaba bien.
— ¡Bob!
Abrí mucho los ojos cuando crucé esa puerta. Ese hombre en el suelo no tenía una pierna, Bob no tenía una pierna.
Apenas sentí mis botas militares sobre la tierra, Tara jaló de mi hacia la derecha haciéndome reaccionar.
Habían errantes por todos lados. Asintiendo en dirección a mi salvadora comencé a disparar.
— ¡Llévenselo adentro. Ya! —Rick estaba a un lado mío formando un escudo— Nosotros nos encargaremos.
Tara ayudaba a Sasha a sacarlo de aquí mientras Eduardo y los otros combatían cuerpo a cuerpo.
Apenas se me acabaron las balas comencé a batear, uno por uno. Al que tuve en frente le clavé el bate desde la derecha aprovechando el impulso para agacharme y esquivar al que estaba detrás suyo haciendo que cayera al suelo tropezándose con mi espalda, le aplasté el cráneo rápidamente para hacer mi clásico movimiento con los siguientes dos, un golpe desde abajo al primero y desde arriba al segundo. Pronto se volvió un campo rojo.