WATANABE Chan Autora: Coke del Castillo
Obra original. Reservados todos los derechos de autor. Prohibida la redifusión, modificación o apropiación indebida.
Capítulo 1
Watanabe chan entra al despacho y descubre a Ran con otra mujer. Se le cae todo lo que lleva en las manos haciendo un sonoro escándalo y acabando con la posibilidad de desaparecer discretamente y sin ser vista. El bento que con tanto cariño preparó para su prometido, quedó desparramado en el suelo de ese despacho junto con su corazón.
La lonchera abierta dejó salir el contenido y toda la hermosa comida: los delicados brotes, los chips de raíz de loto crujientes, las verduras condimentadas, la exquisita carne y el omurice, que hasta hace unos segundos se veían en la caja de madera colocados de forma armoniosa y bella. Se hicieron un asco al colisionar contra la tarima de madera que que cubría la oficina del CEO. Y así mismo se sintió Aiko. Del asco.
La chica bajó la cabeza decidiendo qué hacer en una situación así mientras los dos protagonistas del momento, ese par de infieles, se quedaban paralizados por la sorpresa de ser atrapados in fraganti. Con la misma inercia que la llevó hasta el gabinete de Ran Masaharu, ella dio la vuelta y salió, tan deprisa que no dio tiempo a decir nada.
Por suerte era la hora del almuerzo y no había nadie en esa planta. No la vieron llegar y tampoco la verían salir, humillada. Por supuesto, ese era el mejor momento para su prometido, ahora su ex prometido, corrigió mentalmente, para cometer sus fechorías, creyendo estar a salvo de miradas indiscretas. Era muy listo al parecer. Si a ella no se le hubiese ocurrido la brillante idea de... En fin, no lo esperaba de él. Creía que era un hombre honorable y se equivocó de mala manera.
Le importó poco escuchar sus gritos llamándola para que lo esperara. "Sí, claro. Quiere que lo espere para explicarme que no es lo que parece. ¡Ese pervertido no volverá a engañarme!", iba pensando mientras aceleraba el paso hacia la salida. No pudo llegar, era pequeñita y sus piernas no daban para más. Encima tuvo la maravillosa idea de visitarlo llevando un yukata y era era un tipo de prenda que no le dejaba dar grandes zancadas, así que Ran la alcanzó antes de llegar afuera y en vista de que no se detenía ni se volvía a mirarlo, la sujetó por el brazo bruscamente.
Lo que no esperaba es que ella jalara con tanta fuerza para soltarse de lo rabiosa que estaba. Volvió a agarrarla esta vez con más fuerza mientras la gente que andaba por el vestíbulo los miraba con la boca abierta por el forcejeo. Él la atrapaba y ella se soltaba, y otra vez la cogía por los brazos y ella tiraba el cuerpo hacia adelante, y todo eso en rápida sucesión y sin decir ni mu. Casi parecía un baile. Hasta que él se hartó del tira y afloja y se puso firme con ella.
—¡Aiko, basta ya! —le espetó el hombre en voz baja.
—¡Kusokurae! (¡Vete a la mierda!) —y eso fue un grito que se escuchó en todo el recibidor. Ran se quedó tan impresionado que en otro momento hasta se habría reído. ¿La Watanabe sabía decir palabrotas?. ¡Si de común era como un conejito de peluche!.
—Muy bien. Me iré a ese sitio después de que me escuches, no antes —aún no la soltaba del agarre.
—Mejor te vas desde ahora. No voy a escuchar nada que venga de ti, ¡y suéltame ya!.
Esta vez Aiko dio un tirón mayor para escapar de sus manos que la apretaban fuerte, pero lo que consiguió fue que la tela del yukata, de algodón ligero, se rasgara en la parte alta, cayendo a los lados y dejando sus pequeños pechos casi fuera hasta los pezones. Con esa prenda no solía llevar sujetador así que todo quedó al aire y a la vista de todos antes de poder taparse con las dos manos, al tiempo que se le escapaba un grito.
Su novio la giró y la pegó contra él y está vez Watanabe chan se dejó llevar mansamente metiendo la cabeza en el centro del poderoso pecho y suplicando que la tierra se la tragase. Ran recogió los restos de la prenda rota para envolverla como pudo sobre el cuerpecito de la muñequita e hizo señas a su fiel asistente que, como siempre, esperaba a dos pasos de su jefe. Le indicó que le trajera algún abrigo para tapar a la mujer antes de sacarla de allí, con supuesta premura.
Era la primera vez que la tenía así de cerca y lo estaba volviendo loco. Esos pocos segundos en que pudo verle los pechos blancos como la nata y con los pequeños y perfectos pezones de fresa, sintió como despertaba su instinto cazador. La reacción fue tan rápida e inapropiada que tenerla abrazada los salvaba a los dos de la vergüenza, a ella por sus partes altas y a él por sus partes bajas. Ran estaba disfrutando de tenerla así voluntariamente, por lo que no se estaba dando tanta prisa en llevársela.
El asistente le dio una manta ligera y la envolvió con ella hasta la cabeza como si fuera un rollito primavera. Y así la tomó en brazos y la llevó al estacionamiento. El ayudante abrió las puertas de la limusina y se colocó suave junto al chofer en tanto que Ran colocaba a la mujer suavemente en el asiento trasero. El vehículo arrancó y él señaló que fueran a casa de la chica.
La mujer ni siquiera se movió aunque se escuchaba un suave sollozo. Evidentemente ella creía que la estaba engañando con aquella mujer de la oficina. ¿Cómo es posible que le pase esto otra vez?. Años atrás, perdió al amor de su vida, Alexa Sánchez, la mujer que mas amó, por una infidelidad involuntaria con su supuesta mejor amiga, que lo drogó con un afrodisíaco para tener sexo. Alexa lo vio todo y terminó con él. Eso lo dejó devastado mucho tiempo después y apenas se empezaba a recuperar.
Ran no puede creer que le pase lo mismo por segunda vez. Debe ser un karma que tiene encima. Irá a un brujo de Beijing a que se lo quite. No podía quedarse con ella mucho rato porque el trabajo de ese día era acuciante, así que le daría una breve explicación a lo que vio y más tarde la llevaría a cenar para aclararle ciertas cosas que había estado cavilando durante ese tiempo. Era hora de tener una buena charla con su pequeña futura esposa.