Watanabe Chan

¡Hay compromiso!

Capítulo 8

—¡NO, NO Y MIL VECES NO, PADRE!

Efectivamente, los gritos se escuchaban en toda la mansión y la señora Watanabe pensaba que posiblemente en varias calles del barrio. Cuando su esposo fue a comunicar la “buena nueva”, léase con toda la ironía, no pensó, la buena señora, que su hija podría gritar tanto. Nunca se había enfadado así.

—Aiko, no pude evitarlo hija. Está en juego el honor del clan entero. Incluso de nuestros antepasados. —El señor Watanabe miraba apenado a la niña. Le enseñó aquel papelote con el antiguo acuerdo para que entendiera. 

—Pero papá, entonces estoy condenada. —Se dejó caer sobre el tatami. No se podía hacer nada. 

Era esta una jugarreta del destino, pues había descubierto el valor de luchar por sí misma, para ser libre de elegir y no seguir viviendo según un antiguo código de conducta traído desde los tiempos de Confucio, y que ya se ha quedado obsoleto, y al final debía doblegarse a un acuerdo regido por ese mismo antiguo código, que no podía romper de ninguna manera, pues implicaba a toda su familia.

Ella podría vivir con ese deshonor, pero sus padres, tíos, primos y demás familiares, no. Todo era culpa de Ran. Si él no hubiera insistido en seguir adelante, todo podría haber terminado y ella viviría de otra manera y sería feliz por fin. No lo iba a perdonar jamás.

—Aun así, padre, ¿podré ir a estudiar como tenía planeado? —una pequeña luz de esperanza titilaba en los ojitos tiernos de Aiko.

—No lo creo, pequeña. El novio ha decidido que la boda será en dos meses. En estos días sus padres organizarán una recepción para hacer el anuncio del compromiso y la fecha del matrimonio. —El hombre bajó la cabeza, acongojado. 

—Está bien. Será como ese hombre diga. 

Aiko aceptó los planes frente a su padre para no preocuparlo. En su interior, las cosas eran diferentes. Ran no la conocía aún, pero la iba a conocer. Se vistió, después de que su papá la dejara sola en la habitación, y se preparó para luchar por su vida. Tenía más o menos claro lo que iba a hacer, sabiendo que podía salir rematadamente mal o muy muy bien. El que no se arriesga, no gana. 

Con ese pensamiento se lanzó a la calle y buscó un taxi para llegar hasta el hotel donde sabía que Ran vivía desde hacía meses y donde probablemente estaría su familia hospedaba. Ellos no solían estar lejos unos de otros y acertó. Subió hasta la planta donde se encontraban los señores Masaharu, justamente una por debajo del ático de Ran.

No quería hablar con el payaso sino con el director del circo, y si no estaba errada esa era la señora Makoto. Con miedo y las manos sudando, golpeó la puerta de exquisito roble. Ese hotel se caracterizaba por la belleza de sus instalaciones, que usaba madera en todos sus revestimientos. La Chica oye voces detrás de la puerta y alguien que se acerca, pero no es la señora, sino su suegro, que la mira, sorprendido y alegre, y la hace pasar inmediatamente.

—Makoto chan, mira quien ha venido a visitarnos —grita el hombre alegremente, lo cual es bastante inusual, pues el señor Masaharu suele ser más de corte seco y estirado. El que lo conoce sabe que es apenas una fachada para ese hombre sensible y cariñoso con los suyos. 

—¡Señorita Watanabe! —la señora Makoto también se alegra enormemente de verla y de tener la oportunidad de hablarle sin que estén otras personas presentes. Quiere saber cómo es esta niña de verdad. La conoce prácticamente por las impresiones que Rous ha dado de ella y sabe que si su nuera la tiene en aprecio es por algo.

—Perdón por llegar de esta manera sin avisarles, pero me urge hablarles y… —no dice nada más porque los mayores entienden de qué se trata. Solo deben esperar a que la chica plantee lo que viene a pedir.

—Siéntate con nosotros y cuéntanos. No tengas mala opinión de nosotros antes de tiempo. Creernos que estamos muy contentos de que seas parte de esta familia y si nos permites seremos como unos padres para ti. No tuvimos niñas y no imaginas la ilusión que nos hace tenerte como hija —le dice la buena mujer. Aiko se siente enternecida. Su hijo es un malnacido, pero ellos son un amor de personas. 

—Bueno, mi padre me ha dicho que no se puede romper el compromiso tal y como era mi deseo —habla valientemente. 

—Lo entendemos, Aiko, pero creemos que todo ha sido un malentendido que se ha hecho grande debido al mal manejo que ha hecho Ran de esto. Lo conocemos bien y dudamos que él hiciera algo como eso —empezó a decir el padre de su prometido, pero ella lo paró.

—Sé lo de Blanca. —Levantó la mano para indicar que no hacía falta explicar nada. No se podía defender lo indefendible. El señor Masaharu enrojeció, pues no podía decir que Ran siempre había sido intachable. Lo de Blanca era una mancha en su vida y era imborrable.

—Aun así… —quiso seguir explicando, pero se le fue la fuerza. Su hijo era un idiota, definitivamente.

—No estoy aquí para hablar de eso. Lo hecho, hecho está. Y no puedo romper el compromiso tal como quería sin llevar a mi familia a la deshonra. Créanme que a mí eso no me importa pero a mis padres y mi familia sí. No puedo someterlos a eso. Así que acepto el compromiso y me resigno a ser la esposa de su hijo.

—Me alegra saberlo —dijo su suegra, aunque no sonaba feliz. Eso de que la obligaran a casarse, no le gustaba nada. De hecho, pensaba hablar con su hijo sobre este tema, pero no tuvo oportunidad. Desde que llegaron al hotel, el hombre se encerró en su ático y no había aparecido. No quería que lo molestaran, dijo. 

—Solo tengo una condición. No quiero casarme dentro de dos meses. Quiero ir a estudiar primero y hacer algo con mi vida. Creo que tengo ese derecho —afirmó. 

Los señores se miraron. Estaban de acuerdo con ella. Ahora a ver como se lo explicaban a Ran. 

................

 

Dos días después, se reunían en uno de los grandes salones del mismo hotel que ocupaban, una gran cantidad de figuras de renombre, empresarios y amigos de las familias para anunciar el casamiento entre dos de los grandes de Tokio. Masaharu  con todas sus empresas liderando el mercado tecnológico tanto en Japón como fuera, y Watanabe que era otra potencia precisamente desde que los hermanos se habían hecho cargo de la corporación familiar debido al omiai con una hija de la familia. 




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