Capítulo 16
—Soy el nuevo profesor de la materia y estaré aquí durante el resto del semestre. Me pueden llamar señor Kaito —se presentaba así un nuevo docente de Matemáticas financieras. El anterior se dio de baja repentinamente al parecer por problemas familiares graves.
Más de un suspiro llenó el espacio donde se apiñaban los alumnos de tercer año. Las jovencitas sintieron de inmediato, atracción por ese bizarro profesor que dejaba ver descuidadamente sus brazos bajo la camisa arremangada y que lucía bohemio y formal con sus gafas de montura dorada. La ropa no le hacía justicia. Se notaba el cuerpo marcado y firme, era alto y de hombros extremadamente anchos. Incluso Aiko reconoció un rato más tarde en la cafetería, lo guapo que era, riendo con sus amigas. Todas se dieron cuenta de que el hombre era de origen japonés como ella y le insinuaron que indagara sobre su familia como una manera de acercarse.
Aiko movía la cabeza riendo. No tenía ningún interés en nadie que no fuera su novio. A pesar de eso, no pudo evitar pensar que era un espécimen hermoso. El profesor Kaito había causado sensación.
Era la suya una de las asignaturas más duras dentro de la carrera y justamente a la niña se le complicaba un montón entender aquella ristra de fórmulas y datos estadísticos. Antes tenía a Ran para ayudarla con eso, porque su novio dominaba bien el mundo de los números, pero desde que estaban distantes… Aiko suspiró con tristeza. Le echaba de menos a rabiar.
Uno de sus parciales no fue muy bueno, a pesar del empeño que puso y al salir de clase el profesor la detuvo.
—Señorita Watanabe, espere.
Ella se sintió un poco nerviosa. No solo porque el profesor era imponente sino porque temía recibir un regaño de su parte. Sabía que sus resultados no estaban siendo buenos. Sorprendentemente el profesor se ofreció a ayudarla con el temario en algunas tutorías particulares, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo. Aiko afirmó como tonta, contenta por su suerte. El anterior profesor era un hueso y a pesar de que ella le pidió ayuda nunca quiso atenderla. La pequeña salió del aula así saltando a encontrarse con sus amigas que al oír la noticia se morían de envidia.
Detrás de ellas, el profesor Kaito, sonrió.
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Pasaron meses y más meses. Watanabe había avanzado en las matemáticas de forma espectacular y todo gracias a aquel lindo y amable profesor. No era la única que recibía tutorías, y en consecuencia la buena disposición del hombre resultó en una mejora significativa de las notas y puntuaciones de toda la clase. Los alumnos lo adoraban. Era un profesor entregado, apasionado de su trabajo y con gran capacidad pedagógica.
Siempre estaba sonriendo y jamás le veían impacientarse o tener un mal gesto con ninguno de sus alumnos, así que rápidamente se convirtió en el favorito de todos y una celebridad dentro del campus. Todos querían asistir a su clase y pronto tuvieron que poner limite al aforo. Literalmente no cabían.
Aiko estaba feliz con esa parte y sin ser por el tema con su novio, estaba siento el mejor año desde que empezó allí en la universidad. La chica caminaba por las concurridas calles de vuelta a su apartamento. En realidad, el apartamento de Ran. La había llevado a vivir a ese lugar porque era más sencillo para su prometido visitarla teniendo intimidad y sin que sus padres los fiscalizaran, pero al final se convirtió en un solitario nido donde ella pasaba el tiempo que no estaba en clase y los fines de semana, sola.
A veces salía con sus compañeros y vivía también momentos de fiesta y diversión como cualquier otra universitaria, pero todo eso cansaba y a veces echaba en falta el hogar y a su familia. El calor de los brazos de su madre o el abrazo de oso de su padre, seco pero reconfortante.
La conversación de esa mañana con el enigmático Kaito había dejado su mente en un bucle que iba alimentando su curiosidad y sus dudas. Le pareció extraño lo que le dijo. Durante ese tiempo había adquirido cierta intimidad con el guapo profesor, que resultó ser de la misma zona de Tokio que ella y alguna vez rieron sorprendidos por no haberse encontrado nunca, porque frecuentaron los mismos lugares muchas veces. Tenían la misma pastelería favorita y la misma tienda de té.
Ese día tenía la última tutoría de la semana con él. Alguna vez habían tomado un café juntos al encontrarse fuera del campus, pero no hubo nunca una actitud anormal en el. Era un hombre amistoso y muy respetuoso, en la línea de comportamiento del japonés medio. Sin embargo, ese día la conversación se tornó un poco extraña cuando el profesor el pregunto por su novio. Ella levantó la cabeza y lo miró como si tuviera un resorte.
No le parecía apropiado comentar ese tipo de cosas con un profesor. El sacudió las manos delante como quitando importancia al asunto y sonriendo.
—No quería asustarte. Es solo curiosidad. Estos días he visto una revista por casualidad y mencionaban que eras su prometida. No creo que haya muchas Aiko Watanabe en España cursando estudios —rio.
—¡Ah, es por eso! —se rio ella también. Se sintió aliviada con la explicación—. Sí, es un omiai, un acuerdo de familia muy antiguo y Ran y yo… bueno. Nos prometimos.
La chica bajó la cabeza para que el hombre no viera el velo de tristeza que cubría su mirada cuando hablaba de Ran. Sin embargo, su actitud y sus gestos hablaban por ella. El profesor le tocó la mano ligeramente por encima de la mesa y Aiko no retiró la suya. Le pareció un gesto discreto de consuelo y apoyo. En los últimos meses, se había sentido tan sola y tan triste que los ojos se le enrojecieron sin querer.
—Si quieres hablar de eso… —el profesor dejó caer la insinuación. Ella negó con la cabeza. Tampoco es que tuviera mucho que decir.
El compromiso no se rompería por ninguna circunstancia, pero eso no quería decir que aquello pareciera un noviazgo. Durante un tiempo lo fue, pero ya no. Aiko se preguntaba si alguna vez habían pronunciado palabras de amor entre ellos, porque se sentía todo tan lejano que parecía un sueño. Después de eso cambiaron de tema y en poco tiempo se separaron cada uno en una dirección.