Capítulo 13
—Cuando dije que no quería casarme, me refería justo a ese momentito, no dije que no quisiera ser tu esposa algún día —afirmó con contundencia.
Ran la miraba creyendo creerla, pero eso no era lo que él recordaba y frunció las cejas. Le llegó el recuerdo de hace unos años, el día que fue ilusionado y decidido a pedir la mano de la chica, a la mansión de los padres de ella. Al entrar fue recibido por Aiko como siempre que iba a la casa. Llevaban tiempo saliendo a citas y hablando por las noches largo y tendido.
Se llevaban bien y habían conectado, aparte de que ella parecía encantada con sus atenciones y con el descaro del hombre, bastante más mayor y experimentado que ella, y que a la hora de seducirla no se refrenaba.
—Hola, Ran. ¿Cómo es que has venido hoy?. No te esperaba —sonrió feliz Watanabe. Era para ella una alegría cada vez que lo veía. Ran era un hombre muy especial y la decisión de cambiar de prometido, al final resultó un acierto. Sabía que él la pretendía, no solo como una novia por contrato.
—¿No puedo venir a ver a mi novia? —preguntó coqueto.
—¡Puedes!. Pero espero que me hayas traído algún regalito —rio. Reconocía que la había acostumbrado mal y era rara la vez que llegaba con las manos vacías a la casa. Siempre traía algo, una flor, un dulce, o un chocolate. A veces cosas más caras como alguna joya o un abalorio, e incluso libros. Siempre tenía un detalle. Esta vez él sonrió misterioso.
—He traído más que un regalito. Vengo a pedir tu mano, señorita Aiko —le dijo con una sonrisa de oreja a oreja, pero la cara de ella no fue la que él esperaba de una novia feliz.
Al contrario, se quedó sería y miró a los lados, preocupada por si alguien lo había oído aparte de ella. Solamente estaba Azaki por allí que acompañaba a su hermano para tal ocasión, pero estaba un poco lejos, ocupado descargando los regalos para la familia.
—¡No!. ¡No lo hagas! —ella casi gritó y luego se tapó la boca para que nadie oyera nada.
—¿Cómo que no? —la decepción en la cara de Ran cayó como un plomo.
—No quiero, Ran, no aún. Si es a lo que vienes te pido por favor que busques una excusa convincente para mis papás, que ya han barajado la posibilidad de que formalizaras hoy el casamiento
—¿Puedo saber al menos tus motivos? —fue lo único que preguntó el novio.
—No quiero asumir esa responsabilidad sin haber experimentado otras posibilidades antes
—De acuerdo, así se hará - le dijo, inexpresivo.
Para Ran, eso sonó como si quisiera estar con otras personas. Lo que quería decir que no estaba interesado en él y hasta cierto punto era lógico. Le llevaba bastantes años y para alguien tan aniñada como Aiko, era posible que le considerara un viejo.
En la cultura japonesa la edad tiene bastante peso, no como en occidente, donde no se le da tanta importancia. Eso era lo que él recordaba de lo sucedido y aunque había pasado bastante tiempo, le dejó un mal sabor de boca. Después de eso se desentendió bastante de su prometida y del compromiso. Estaba enfadado y no quería estar cerca de ella.
Pero en absoluto olvidaba a la niña. Solo que no creía tener posibilidades de nada, si ella no le correspondía. Lo dejó estar y se dedicó a trabajar y trabajar, ignorando todos los intento de la muchacha por acercarse. Reconoció que eso había sido por una cuestión de que su orgullo había quedado bastante lastimado. Y su corazón.
El día que lo pilló con la modelo aquella, vio su cara y desde luego esa no era la cara de alguien a quien no le importa lo que haga su novio. Ella estaba rabiosa, celosa y salió de allí como un demonio. Ahí fue cuando Ran por fin reaccionó. Ella está interesada aunque no fuera mucho. Luego quiso romper el compromiso y definitivamente ya no le dio la gana. Iba a hacer un último intento de estar con ella y llevársela a la cama para atarla a él, quizá no era la estrategia más honesta y limpia pero había funcionado.
Ahora además ella le decía que la conversación de aquel día había sido un malentendido y que si quería casarse con él. Le costaba dar su brazo a torcer, pero era posible que se hubiera precipitado llevado por el miedo al rechazo y se equivocara al ignorarla y no permitirle explicarle mejor. Se quería tirar de los pelos. Si eso era así, había estado años separado de ella y pasando las de Caín, por nada.
—¿Entonces porque dijiste que no querías? —aún no quería soltar el enfado por aquello. La presiono otro poco para que le dijera todo.
—No dije que “no”, dije “aún no”. Quizá me faltó darte más explicaciones, lo reconozco, sé que te sentiste rechazado, pero entiendo que en muchos aspectos aún soy una niña, no tengo experiencia en la vida y no supe manejarlo. Pero Ran, cuando traté de arreglar eso no me dejaste y me alejaste de ti —aclaró.
—Eso no fue así —se defendió.
—Lo fue —ella no iba a dejar que se escapara sin reconocer lo que hizo—. Nos equivocamos los dos, Ran. En todo conflicto, la responsabilidad siempre es compartida y por mucho que siempre alguien pretenda negarlo, las cosas son así. Lo sabes bien.
Cuando Aiko hablaba así con esa madurez, Ran se sentía entre orgulloso de ella y un poco avergonzado, pues parecía que era más mayor que él, mental y emocionalmente. No podía negar lo que decía. Nadie discute o tiene un desacuerdo con otro sin tener su parte de culpa, ¿así que para que negarlo?.
—Ahora me vas a explicar por qué tenías una mujer desnuda sobre ti en tu despacho —lo acorraló. Ran suspiró.
—Ya te dije que no había nada con ella. Es Bettina Mask, la imagen de una de nuestras marcas estrella, tienes que haberla visto —ella asintió. Todo el mundo sabía quién era, claro—. Llevaba tiempo intentando algo conmigo, pero te juro que nunca pasó nada.
»Ese día se desnudó y se me tiró encima durante lo que no era más que una reunión de trabajo, supuestamente. Ella dijo que quería revisar las condiciones del contrato, pero no era más que su excusa para poder acercarse a mí, porque nunca la recibía. Amenazó con dejar la empresa y renunciar. Eso es todo.