Capítulo 18
Raúl está esperando, impaciente en la cafetería donde tienen su cita. Está tremendamente emocionado desde que aquella pequeña compañera de trabajo se dirigió a él para pedirle salir. No la conoce bien, porque en la empresa pasaba el tiempo solo dedicado a sus tareas. Era la primera vez que se integraba en el ambiente laboral y además con alguien cercano y no quería quedar mal, ni dejar mal a su hermana frente a Ran. Casi llegó a ser su cuñado, si no fuera por los avatares de la vida, que los separaron, y a pesar de que su hermana Alexa ya estaba casada con otro y Ran comprometido con Aiko, el chico seguía teniéndole aprecio y considerándolo familia.
Miró su reloj una vez más. La chica se retrasaba un poco. Empezó a temer que todo fura una broma y que en realidad no llegara. En esos pensamientos andaba y casi estaba por levantarse e irse cuando la vio aparecer. Pequeña y bonita, con esa piel de alabastro de las asiáticas y con ese cuerpo de muñeca, que no era voluptuoso como el de las mujeres que veía en su país, pero que a él le gustaba.
—Siento el retraso —Raúl asintió contento. Ya estaba allí y eso era suficiente.
—No tiene importancia —dijo cortésmente.
—Bien, aquí estamos. ¿Sabes que llevaba tiempo deseando hablarte? —le soltó la chica sin más.
—No… —Raúl enrojeció. No estaba acostumbrado a una declaración tan directa y menos de una chica. Ella sonrió con su boca pequeña y perfecta, dejando ver sus dientes pequeños y blancos. Era realmente bella a la manera asiática y al chico no le pasó desapercibido. Cuanto más la observaba, más prendado se quedaba.
—Te he visto desde que entraste a trabajar. No sabía si era muy atrevido, por mi parte dirigirme a ti. Después de todo eres importante dentro de la empresa —afirmó.
—¿Eh? No, no. No es así. —Él quiso de inmediato aclarar eso. Él no era importante. Apenas empezaba a trabajar allí y no se consideraba nadie dentro del enorme conglomerado.
En realidad, lo era. Solo que para Raúl, que andaba haciendo lo que más le gustaba, y que no tenía conciencia clara de su valor potencial para la corporación, no era así el asunto. Prácticamente, era el único que ignoraba lo reconocido que estaba dentro del medio laboral y no pocas empresas empezaban a hacer cálculos sobre cuanto podría costarles llevarse a este nuevo portento, a sus propias instalaciones.
La chica frente a él, se llamaba Hikari, le dijo. Ella era absolutamente consciente de con quién estaba tomando café y porque se había acercado a él. Sonreía y bromeaba con Raúl, haciéndole ojitos y al tiempo mostrándose como se esperaba de una mujer de su tierra, sumisa, tímida y tierna. El hombre no podía dejar de mirarla y no se creía tanta suerte. Después de tantas veces que había deseado tener algo así, una cita con una chica hermosa, por fin parecía que la vida le sonreía.
Fue una buena decisión quedarse en Japón, pensó.
................
—¡NO!
—Aiko… —habló Ran.
—Te digo que no, Ran. No voy a dejar todo lo que he conseguido aquí para volver a Tokio contigo. No deseo eso —decía enfadada.
Su novio le acababa de comunicar que se iba a Tokio. Sí, comunicar, porque no le preguntó si ella quería o lo que le parecía. La informó de lo que iban a hacer y punto. Dejar su carrera a la mitad, a sus amistades, su independencia y su vida allí porque según él no podía seguir separados. En eso tenía algo de razón. Ella lo estaba pasando mal y extrañaba a su familia tanto como a él. Pero cando emprendió esta aventura lejos del país, ya sabía que le tocaba hacer algunos sacrificios. Y los aceptaba.
Y una cosa era volver al final del curso académico por algún tiempo durante las vacaciones y otra muy distinta ir para volver a su vida antes de llegar aquí. Ella había cambiado en esos casi cuatro años que llevaba en España. Había conocido otras gentes, otra forma de vida, otra manera de relacionarse, que no era el estilo japonés. Tenía amigos y amigas por igual y aunque no eran tan cercanos, sentía que todas las personas de su vida aportaban algo. No estaba preparada para renunciar al estilo de vida que llevaba ahora, donde se sentía libre por primera vez en su vida. Y menos para casarse y quedarse en casa sin hacer nada.
—Sabes que eso no es lo que te estoy pidiendo, Aiko —le habló el hombre, serio. Ella le explicaba sus peros, agitada y furiosa. Pero esa no era la idea.
—Entonces dime que es lo que me estás pidiendo, porque según yo lo veo, volver a Japón y casarme contigo, hará que mi vida sea justo lo que te estoy diciendo. Sabes bien que una mujer casada en Japón se ve obligada a ser ama de casa y madre y más aún si su familia es tradicional como la mía —le plantó.
—Eso no será así conmigo, nena. Vamos… me conoces. Sabes que lo último que deseo es tener una mujer florero en casa. Ya sé que aquí eres feliz, —continuó— pero están pasando cosas.
—¿Que cosas? Si lo dices por lo de hace dos noches… —Aiko suspiró.
—Eso es una parte. No te estás dando cuenta de que no ha sido una casualidad. —Ahora ella lo miró asustada—. No, no lo fue. Hace un tiempo a esta parte vengo notando cosas extrañas que suceden a nuestro alrededor, como esa cantidad de publicaciones sobre cada paso que doy y cada evento al que asisto y casualmente, en cada ocasión, se ha acercado a mí alguna mujer más de la cuenta y al día siguiente aparece un titular escabroso cuando en realidad no hubo nada vergonzoso en la situación.
—¿De verdad? Esas fotos parecían… —ella lo dijo con la mirada nublada por la tristeza. Realmente dolía ver a tu novio con otras mujeres del brazo cada vez.
—De verdad, Aiko. Créeme, por favor. No sé de donde salían y de inmediato las tenía pegadas a mí, arrimándose excesivamente de manera impúdica y por educación no podía empujarlas de malos modos en público. Nunca te he traicionado —le dijo esto acariciándole la carita.
—¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Sabes lo mal que me sentía con eso?