Capítulo 24
El hombre que se acercaba entre una niebla de polvo y escombros se agachó frente a ella y puso una mano en su hombro.
—¿Estás bien, Aiko chan? —le dijo.
—Kaito… —susurró la chica.
—Sí, soy yo. Hemos tardado bastante en dar contigo, pero aquí estamos —y sonrió como si fuera el reencuentro feliz de dos amigos que hace largo tiempo que no se ven. Solo que este no era el caso.
—Siempre fuiste tú —afirmó Aiko.
—No lo puedo negar. Tenía algunos planes para ti, pero tu querido prometido es más listo de lo que yo pensaba y se dio cuenta de que algo se estaba tramando. —El hombre, enfundado en un traje militar negro, parecía ofuscado al decir esto.
—¿Por qué esto? ¿Qué te ha hecho Ran a ti? —preguntó con cansancio. De verdad que no entendía que tanto pudiera haber ofendido su novio a su profesor, como para llegar a semejantes extremos. Por dios, si esto parecía un ataque terrorista, pensó la mujer.
—¿Tu novio? Nada… —y se echó a reír, totalmente divertido con la expresión de ella, de desconcierto—. Me doy cuenta de que en tu familia hay muchos secretos sin desvelar, querida niña. Será un placer para mí contarte…
Antes de seguir hablando, una detonación sonó cerca de ellos y Kaito fue derrumbado hacia delante, casi aplastándola con su peso. Trató de girarse para defenderse, pero una patada en la cabeza lo dejó inconsciente en el acto. Aiko fue arrastrada por unos brazos fuertes que la cargaron como un saco antes de salir corriendo hacia el fondo del pasillo.
El hombre entró por una puerta que la niña nunca había visto e imaginó que era alguna especie de ruta de escape secreta. Por allí llegaron a una escalera y a un cuartucho lleno de calderas gigantescas por donde llegaron a un pasillo largo. Después de lo que le pareció una eternidad, el hombre que ya resoplaba por cargarla al hombro, resintiendo el peso extra, empujó una puerta metálica que rechinó y por fin vieron luz.
Aiko fue subida a un vehículo blindado y con los cristales tintados, de modo que era imposible ver hacia dentro. A toda velocidad, ese hombre y otro que lo esperaba dentro del vehículo, llevaron a su protegida lejos de allí. Aun así, la niña era incapaz de respirar con normalidad. ¿En qué estaba metida?
Escuchaba al jefe de seguridad de Ran, hablar por su teléfono dando santo y seña de ella, probablemente a su novio, y luego de eso, siguió haciendo llamadas a varias personas que por lo que entendió vendrían hasta ellos como refuerzo. Aiko, simplemente temblaba sin control.
—¿Se encuentra bien, señorita Watanabe? —preguntó por fin el hombre.
—Sí… Solo estoy asustada. —respiró con fuerza tratando de calmarse. No ayudaba en nada estando así.
—Su prometido quiere hablar con usted —dijo dudoso. Todos en la casa sabían que no estaban en buenos términos entre ellos.
—No quiero hablar con nadie en este momento. ¿A dónde me llevan? ¿Otra mansión que será mi cárcel?
Al hombre la miró, entristecido. Comprendía su situación y sus actitudes. Sin embargo, en este momento le habrían venido bien unas palabras de consuelo que él mismo no podía darle. Esa chica se veía ahora tan frágil y pequeña que daban ganas de cuidarla hasta la muerte. Habló en un tono tranquilo, sin querer entrar a polémicas con ella.
—No señorita. Tenemos orden de llevarla a casa de sus padres —le explicó.
Esta vez Aiko sí se emocionó y casi sin creer volvió a preguntar si eso era cierto. El hombre confirmó lo dicho. La pequeña flor de melocotón empezó a llorar ahora sin contenerse. Abrazaría a sus papás, por fin.
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Raúl estaba con toda la familia en el lobby del hotel, vigilando constantemente los mensajes de su móvil. Llevaba toda la mañana intentando contactar a su noviecita, pues quería traerla a sus padres para presentarla formalmente, como correspondía. Sin embargo, empezaba a estar realmente preocupado ante el mutismo de ella, anormal. No sabía si le había pasado algo o simplemente estaba ocupada, pero se suponía que hoy tenía el día libre. Eso le había dicho y el chico decidió pedirlo libre también para cuadrar con ella y su familia. Quería sorprenderla un poco al presentarla formalmente.
Después de todo, en breve irían a vivir a un apartamento que ella le había pedido alquilar insinuando que sería para los dos. Él no cabía en sí de gozo. Realmente, la chica lo amaba y quería un compromiso mayor con él, eso estaba claro y Raúl se emocionó haciendo planes y conjeturas de como sería su vida en pareja. Nunca había convivido con nadie aparte de sus padres y hermanas, pero eso no era lo mismo.
Sus padres le hacían señas que iban hacia el restaurante donde comerían y él indicó con la cabeza que ya iba mientras marcaba el número de su novia. Se apartó un poco del centro del vestíbulo para tener un poco de intimidad en la llamada y al fin escuchó la dulce voz de su chica al otro lado.
—Nena —le dijo feliz y sonriente.
—Hola, amor —ella susurró sensualmente como siempre— no contesté antes porque mi mamá me tenía complicada atendiéndola. Aproveché el día para visitar a mis padres y hacer varias cosas con ellos ¿Cómo estás, mi vida? ¿Sabes que ya te extraño? Hoy he tenido un día realmente duro porque ya sabes que atender a los mayores no es tan sencillo… —la mujer seguía con su perorata, mientras Raúl, que se había girado, la veía apoyada en la recepción de aquel hotel, mientras un hombre, desconocido para él, pagaba y devolvía una llave de habitación a la recepcionista.
Mientras ella hablaba, el tipo le dio una palmada en el culo haciéndole señas y rodando los ojos, burlón. Y con toda la razón. La novia de Raúl estaba mintiéndole en su cara sin darse cuenta aún de la presencia de él en aquel hotel. El hombre que acompañaba a su supuesta novia, la sujetó por la espalda y le mordisqueó el cuello mientras ella trataba de ocultar una risita y le empujaba temiendo que su tonto novio los oyera.