Watanabe Chan

Es sólo un acostón

Capítulo 40

Raúl entró al espacioso despacho de Ran, buscando ayuda. Él no era bueno en las relaciones. De hecho, la única que había tenido fue un fracaso estrepitoso. Ahora no sabía qué hacer con la nueva situación que se le presentaba, con Tara. Abrió la puerta después de pedir permiso y recibirlo y ahí estaba su jefe en medio de una videoconferencia con Azaki y con Aron. Al parecer los dos últimos le contaban las novedades con respecto a sus esposas y su fallido viaje de escapada, entre risas. Estaban en pleno apogeo.

Los tres hombres al mismo tiempo lo miraban. Unos desde la pantalla y Ran desde su silla. La cara de Raúl era un poema y ninguno de los tres recordaba haberlo visto en ese estado antes. Se le notaba nervioso y sacado de quicio. 

—Chicos, necesito su consejo. Anoche… Tara... la chica que trabaja de asistente... —se detuvo.

—Sí, sé quién es —dijo Ran.

—No me digas que pasó lo que pasó —se rio Aron, con la mano en la boca, haciendo ver que estaba falsamente escandalizado— ¡Cuñado, no esperaba eso de ti!

—Ni yo, cuñadito —soltó Azaki también.

Estaban impresionados con él. Era un chico francamente reservado y al que ni siquiera le conocieron novia hasta que vieron a la ex, aquella que fue atacada por sus mujeres. Y no podrían decir, ni como era, por lo fugaz. Ahora resultaba que el cuñado era el azote de Japón y sus flores. No podían contener las risas.

—No recuerdo cómo llegué a su apartamento, y esta mañana me desperté allí —confesó Raúl, pasándose la mano por el cabello en un gesto de frustración.

Ran, con una sonrisa menos burlona que los otros dos, lo invitó a seguir hablando.

—Cuéntanos todo y así podemos salir de dudas ¿O sea que despertaste en su apartamento, pero en que condiciones? ¿Dormiste en el sillón o…? —Ran hizo señas con la mano queriendo decir sin palabras lo que pensaban todos.

Raúl, avergonzado, hizo un gesto con la cabeza. 

—Estábamos juntos, desnudos, en su cama. No recuerdo mucho, pero estoy lleno de… —Se levantó la camiseta. 

Ahora sí, los demás no pudieron contener la algarabía y los silbidos. 

—Pero Raúl, ¡no sabía que tú eras así de salvaje! —expresó Aron. No podía evitar meterse con el chiquillo más joven, aunque lo apreciaba mucho en realidad. 

—Vaya, parece que el encuentro fue tumultuoso ¿Quién lo diría de ti y de esa chica? Ella se ve tan inocente y tan dulce —expresó Ran.

—Pero vamos al grano. Según yo lo veo fue consentido y en la cama son compatibles. ¿Cuál es el problema, entonces, cuñado? —preguntó Azaki.

—El problema es que no sé qué hacer. Estoy realmente incómodo con la idea de verla en la empresa a cada rato. No sé como pasó ni como llegamos a su casa y a esto —se señaló el cuerpo—, pero sí sé que no quiero que pase más. Ella ni siquiera es mi tipo.

Azaki y Aron compartieron una risa contenida, pero luego adoptaron expresiones más serias al darse cuenta de la preocupación genuina de Raúl.

—Habla con ella, Raúl. No hay mejor manera de abordar estas cosas que con honestidad. Aclara las cosas y asegúrate de que ambos estén en la misma página —aconsejó Aron, adoptando su tono calmado y sensato.

—Y si todo falla, contrata a un doble para que vaya a trabajar por ti —añadió Azaki, riéndose. 

Los demás no se pudieron contener, excepto el chico que parecía compungido y no estaba para bromas. Ran, finalmente, se quitó la sonrisa burlona y asintió.

—En serio, habla con ella. Cuanto antes aclares la situación, mejor para ambos. Si las cosas no van a avanzar, porque tú no quieres nada y no fue más que un acostón, díselo francamente y sin hacerle daño. 

Raúl agradeció los consejos y salió del despacho con un plan en mente. Sus cuñados y su jefe tenían razón. Solamente debía hablar con ella honestamente. Encontraría el mejor momento y después de eso podría seguir tranquilo en su trabajo y con su vida. Y por supuesto le diría que se acabó lo de tocarle el culo todo el tiempo. Ella no era una chica que a él le gustase, teniendo ese carácter tan intenso y descarado. Él prefería a las suaves mujeres niponas, sumisas y complacientes. Para gritonas y mandonas ya tenía a su madre y a sus hermanas. Se quedó con una sensación de control sobre la situación.

Esa noche, gemía bajo el cuerpo de la enana que se lo estaba comiendo de nuevo sin piedad. A Raúl se le olvidaron todas las decisiones que había tomado y ni siquiera le importó.

................

 

Aiko se encontraba constantemente con Kaito Yamada en la universidad. La proximidad se debía en parte a su papel como adjunto del profesor de derecho internacional, pero también porque el hombre buscaba sinceramente fortalecer su amistad con ella. Al principio, Aiko intentó esquivar sus encuentros, pero la persistencia de Yamada y su inclusión en el grupo de amigos la llevó a aceptar su presencia. 

Aiko se sumergía en la vorágine universitaria, y con la cotidianidad académica, el hombre, que no solo era adjunto del profesor de derecho internacional, sino que también se integraba en el grupo de amigos de Aiko, se hacía presente participando activamente en discusiones y ocurrencias del derecho académico y diatribas de filosofía.

Esa tarde el grupo se congregó en la cafetería y, como no, ahí estaba una vez más. Aiko intentaba concentrarse en la conversación, y no tanto en el hombre que se acercaba a la barra a hacer su pedido, queriendo dar a entender que para ella no era más importante que cualquier otro de los presentes. 

—¿Oíste hablar del último caso que trató el profesor Kaito en la corte internacional? —decía un compañero en tono bajo a los reunidos en los asientos más cercanos.

—Sí, es impresionante. Realmente es una excelencia. Estoy muy contento desde que se incorporó como adjunto.

Aiko, sonriendo, asintió mientras revisaba sus apuntes, escuchando la conversación a medias. Ella no entendía como ese hombre, un mafioso, era capaz de ser al mismo tiempo un erudito. Sonaba tan surrealista que ella reflexionó en que seguramente había estudiado para poder llevar sus turbios negocios de manera más eficaz. La mafia ya no era lo de antes, desde luego. Cuando lo conoció, se le consideraba una eminencia en su materia, lo mismo que aquí. No cualquiera tenía acceso a esta institución ni siquiera teniendo contactos importantes.




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