Watanabe Chan

Rescate

Capítulo 46

Aiko se encontraba a solas en la habitación, en silencio, a la espera. Era casi de noche y ella permanecía en la única parte de la casa que había sido su refugio en los últimos días y se había negado a abandonarla, ni para comer. No quería confraternizar con aquellas personas que hasta ahora habían sido sus sirvientes y que conocían su situación, pero no hacían nada por ayudarla porque servían a un solo amo y ese era su esposo. No los culpaba, pero tampoco iba a quitarles responsabilidad haciendo como que no pasaba nada, hablando con ellos o saludándolos como hasta ahora. Ya no le importaba nada esa gente. Ni tampoco lo que su marido hacía. 

Sabía que el momento de su liberación estaba cerca, y aunque la ansiedad amenazaba con atacar sus pensamientos con pesimismo, se aferraba a la esperanza de que Rous y Alexa sabrían lo que hacer. Debía confiar, porque era necesario o se volvería loca.

El tiempo pasaba con lentitud. Se repetía a sí misma que pronto estaría libre, lejos de la opresión y de la jaula dorada en que se había convertido su hogar. Ya no lo sentía así, ya no lo era y lo único que deseaba era dejarlo atrás y no volver. Aunque el dolor de separarse del hombre que amaba la atormentaba, entendía que esa era la única opción ahora. No podía seguir viviendo de esta forma, en una relación que ya no era. 

Barajó la posibilidad de quedarse, de dar nuevas oportunidades, hablar con su marido, escucharlo arrepintiéndose de lo que le dijo, pero luego se decía que para que si más tarde o más temprano él volvería a hacer alguna de las suyas. Eran tantas las decepciones que ya no podía defenderlo más. Podía entender que lo de sus padres había sido un duro golpe y que vivía en mucho sufrimiento, pero no era justo que tuviera que pagar ella. La perspectiva de empezar de nuevo, lejos de todo lo conocido, la asustaba, pero también la llenaba de determinación.

Acarició suavemente su vientre, donde crecía su bebé. Hacía días que tenía preparada su bolsa con los papeles importantes y el móvil que la conectaba con las chicas. Le habían dicho que sería hoy, así que estaba sentada esperando a que la puerta se abriera. Una explosión como de calderas sonó en toda la casa junto con los gritos de la gente y en pocos minutos olió el humo. Estaba lista.

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El plan maestro estaba en marcha, y las chicas se encontraban dentro de un coche, a una distancia prudente, esperando el movimiento de Raúl. Un instante después, una explosión se estremeció en la oscuridad, generando caos y confusión en la casa de Ran. Las dos dejaron el vehículo y se acercaron. Estaba todo oscuro, salvo por la luz de la fogata que se produjo en la planta más alta de la casa. Aiko no estaría en peligro en ningún momento, puesto que el incendio estaba lejos de ella y de todos los habitantes del inmueble, pero sin conocer la magnitud del mismo, era obvio que saldrían todos de allí.

Ellas tenían unas gafas parecidas a las de realidad virtual que les dejó su hermano y que funcionaban como una especie de infrarrojos, pero más claro, con las que se movían fácilmente casi como si fuera de día. Alexa y Raúl eran dos genios realmente, pensó Rous orgullosa de sus hermanos. Habían pensado en todo hasta el último detalle y ahora estaban a la espera sabiendo que en cualquier momento saldrían para poner a salvo a su chica. Iban observando el pandemonio que se desataba.

En un momento dado, vieron cómo dos guardias arrastraban a la chica y la dejaban al suelo, volviendo a entrar en la casa de inmediato, suponían que para sacar a los que no pudieron salir por su pie. Corrieron y entre el caos aprovecharon para coger a Aiko una por cada lado y llevársela de allí. La chica estaba conmocionada al parecer y no respondía. Apenas arrastraba los pies. Cuando estaban cerca del coche, Aiko levantó por fin la cabeza.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? —preguntó aterrada.

Ahí se dieron cuenta de que esa no era a su amiga. Corrieron de vuelta, para descubrir que la verdadera Aiko estaba siendo arrastrada por otros guardias y la subían a uno de los coches de la casa y aunque ella se resistía, era demasiado pequeña para luchar con aquellos dos hombres. Pudieron percatarse de que el jefe de seguridad iba por detrás dando instrucciones a esos hombres que subieron también al vehículo y se pusieron en marcha. El jefe se quedó atrás regresando a la casa, seguramente a controlar los daños. Las dos hermanas no pensaron mucho y actuaron con rapidez, persiguieron al coche que llevaba al objetivo. Raúl daba golpes en el volante, sudando por lo mal que había salido todo, aunque ninguno de los tres hablaba sino lo justo. Finalmente, el transporte que perseguían se detuvo en un famoso hotel de la zona centro.

Era oportunidad que esperaban. Sin darles tiempo a pensar, las chicas se lanzaron contra los sorprendidos guardaespaldas y los empujaron. Aiko se separó rápidamente de ellos y corrió a la salida, pero volvió atrás cuando vio que aquellos dos estaban sujetando a Alexa y Rous la defendía, entre patadas y golpes. La Watanabe no dudó ni un segundo, y primero al uno y luego al otro, asestó una patada en las partes nobles que los hizo caer redondos. No había tiempo ni para hablar, sino que las tres salieron disparadas hacia la calle, entre los gritos de aquellos hombres. Raúl, que esperaba en el coche con las puertas abiertas, saltó dentro, arrancó, y se alejaron del lugar a toda velocidad.

Lo único que se oía eran los jadeos de las chicas, producto del miedo que habían pasado, pero no pasaron ni dos minutos y ya se encontraban abrazadas, llorando y riendo al mismo tiempo.

—Ha sido muy loco —dijo Rous.

—Mucho —contestó Aiko. 

Y ya liberados de tensión, se reían los cuatro, histéricos. Watanabe pensaba que nunca estaría lo bastante agradecida a estos tres. 

—Y ahora ¿Cuál es el plan?

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—¿Cómo que se la han llevado?




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