Tras sentir que él oxigeno se le agotaba, el emperador tomo a Taehyung por el brazo y lo presiono ligeramente, tomando la suficiente distancia para mirarlo a los ojos, pero lejos de reflejar ira o pasión simplemente se había apagado como una llama a la que el viento roza, sus ojos oscuros, felinos solo dejaban ver el cansancio de alguien que ya no se sentía cómodo ni en su propio cuerpo. Solo en ese momento Taehyung pudo descifrar lo que verdaderamente estaba frente a sus ojos, el verdadero peso en los hombros de un emperador demasiado joven en un mundo de lobos.
El emperador Min soltó el brazo de Taehyung, tomando cierta distancia, pero pronto los roles se invirtieron cuando este le agarro por el brazo y volvió a alejar las distancias. Con los ojos muy fijos en su delicado rostro pálido Taehyung suspiró antes de impulsivamente volver a preguntar.
—¿Todo este sacrificio es necesario para un buen reinado?
Los ojos vacíos que lo miraban parecieron no inmutarse, los segundos pasaron y la habitación permaneció en silencio un buen rato. A veces las miradas hablan más que las palabras, Taehyung tenía aquello claro, pero quería escucharlo del rey, justo en ese momento, el único en el que podría encontrarlo tan vulnerable y transparente.
—No lo sé… —Dio una larga pausa, perdido en sus pensamientos mientras los ojos de Taehyung parecían esperar por sus palabras pacientemente—. Pareciera que jamás es suficiente, que todo existe en extremos: blanco y negro. Y, sin embargo, cada decisión que tomo me hunde más en la oscuridad. Antes de que este imperio se derrumbe como arena bajo mi mando, debo sostenerlo con toda mi fuerza, incluso si ello exige medidas drásticas. Si tengo que pasar por encima de todo, lo haré. No puedo dejar que este peso me consuma; no les permitiré, ni siquiera a mi propio padre, que vean en mí al rey incapaz y débil que creen. He aprendido cada lección que debía aprender, pero no puedo borrar los errores del pasado. Las raíces torcidas no se enderezan: las corto de raíz, sin vacilación.
Los ojos del emperador brillaron, el orgullo que tenía no sería herido ni, aunque el reino se levantara en su contra. Taehyung supo a que se refería, podía comprender sus preocupaciones, pero nunca iba a justificar sus acciones, no permitiría que siguiera siendo de esa manera.
—¿No sería mejor para usted ser un rey amado qué temido? Un emperador justo seria lo que el reino necesita, le apoyaría y no tendría temor porque se alcen en su contra.
—Es ya demasiado tarde para cambiar sus pensamientos; desconfiaron de mí mucho antes de que la corona tocara mi frente. ¿Cómo podrían ver algo distinto en mí ahora? Necesito su lealtad inquebrantable, pues soy su emperador, el hijo heredero de esta tierra. Solo yo comprendo el peso de este reino y cómo gobernarlo.
—El pasado puede olvidarse fácilmente si es que logra persuadirlos, las personas suelen ser influenciables si es que logra convencer a la mayoría, y si les ofrece algo que les motive lo será aun más, solo se necesita hacer un par de cambios y lo verá. Déjeme ayudarlo, he visto y conocido más a las personas allá afuera de lo que usted podría adivinar estando aquí tras estos muros.
—¿Nuevamente te atreves a subestimarme? Eres obstinado, Kim.
—¿Qué puedo decir? Lo aprendí de su majestad que tuvo la amabilidad de entrenarme cuando a penas llegué aquí como novato.
—Tal vez considere escuchar tus sugerencias si es que logras convencerme, y sobre todo si esta noche decides permanecer junto a mí y me acompañas a beber.
—Lo siento mucho, majestad, pero tengo familia en casa y esperaron mucho por mí.
Taehyung avanzo lentamente hasta eliminar por completo las distancias entre ambos, dejando un beso sobre la tibia frente del rubio emperador.
—Buenas noches, emperador Min.
La abuela Kim había estado a punto de romper en llanto cuando vio que los jóvenes soldados habían regresado de la batalla y entre esos su nieto no llego, nunca volvió y nadie dio razón de él, los hombres del rey solían ser fríos con sus respuestas en cuanto alguna madre preocupada pedía por su hijo. No hubo guerra ni una gran masacre más allá de la propia purga del rey, pero eso su abuela ni nadie en el reino lo sabían más allá de los actores y las víctimas. Jimin había tenido que calmar a la abuela con infusiones de hierbas mientras esperaba que en algún momento su amigo cruzara la puerta y le diera calma a su propia ansiedad.
A media tarde había logrado calmar a la abuela, dejándola en su cama cuando por fin logro quedarse dormida. Con intención de encontrar respuestas, se dirigió a la plaza principal, justo donde quedaba el restaurante de la señora Jeon, allí el soldado Jungkook había sido recibido con una modesta comida usando los pocos alimentos que permanecían accesibles pese a la escases. La madre del muchacho lo recibió con alegría, invitándolo a acompañarlos, sin embargo, Jimin se negó, solo venía a preguntar por el paradero de su amigo.
Cuando Taehyung finalmente llegó a la casa eran más de las once, su amigo había velado por el toda la tarde y noche, tanto que cuando se acerco a Taehyung no lo recibió con un abrazo, muy por el contrario, dejo un golpe en la frente, clavándole la mirada de reproche más grande de su vida.
—Kim Taehyung, ¿se puede saber dónde diablos estabas metido? Los soldados llegaron aquí en la mañana y tu hasta ahora te dignas a aparecer ¡Tu abuela casi se infarta por ti!
La sonrisa en el rostro de Kim se borro casi al instante al escuchar que su abuela se había preocupado a ese extremo por él. Había estado tan ocupado con los asuntos del emperador que no llego a imaginar la desesperación y preocupación que pudo llegarle a causar a los suyos.
Rápidamente dejo caer sus cosas sobre la entrada y corrió a la habitación donde la anciana descansaba, el ruido por supuesto le habían despertado y cuando Taehyung abrió la puerta la mujer ya le esperaba, sus arrugados brazos le envolvieron mientras las lágrimas se le deslizaban silenciosas por la cara. Taehyung la atrajo hacía su cuerpo, presionando el delgado cuerpo de la mujer contra el suyo tanto como pudo.