Wild life (free the animal #1)

Capítulo 6.

Capítulo 6.

Desconozco el tiempo que permanecemos en silencio, el uno frente al otro. 

Tras el arrebato de pasión he conseguido calmarme, sin embargo, sólo de manera superficial. Por dentro, estoy más que nerviosa. Y he de reconocer que un poco avergonzada por el numerito.

Los dedos de su mano izquierda crean un ritmo en la madera de la mesa en la que estamos sentados, aguardando a que alguien venga a atendernos.

El lugar está abarrotado de personas, algunas solitarias, otras acompañadas.

Algunas de las personas que carecen de compañía miran hacia todos los lados, otras — acompañadas o no—, me observan sin ningún tipo de disimulo.

Y sé que nos miran puesto que, estamos sentados al fondo del local, cerca de una esquina y, algunas personas, incluso giran su cuello, como si Nash y yo fuéramos una novedad.

Llevaba desde el comienzo del curso siendo invisible para muchas personas, la novedad para otras, pero en ningún momento había sido condenada a ser, como dirían algunas personas, la popular.

No tenía baja autoestima, me había aprendido a querer por dos razones básicas: porque me lo merecía y porque siempre he sido creyente de que una persona puede ser o bien, su mejor amiga o su propia enemiga. Conocía ambas caras de la moneda y, sin lugar a duda, me quedaba con la opción positiva. No era fácil, muchas veces tenía pensamientos intrusivos que me hacían verme fatal, tanto física como mentalmente. Pero gracias a profesionales ese problema de autoestima estaba más o menos solventado.

Claro que, como todas las personas, tenía ciertos complejos físicos, entre ellos, mi altura y mi frente. Yo misma bromeaba con ella diciendo que ahí podría aterrizar un avión.

Aun así, me seguía queriendo, a veces más y otras menos, pero lo hacía. Con mis pros y mis contras.

—¿En qué piensas? —Se anima a preguntar, bajando el tono de voz y convirtiendo el ambiente en algo más íntimo, más nuestro.

Me relamo el labio inferior, su presencia me afecta de manera sobrenatural, no tiene explicación.

Parezco idiota cuando estoy con él.

—En todo y nada a la vez. 

Mi respuesta es más que ambigua, no sé cómo abordar el tema.

No sé cómo explicarle que quiero que se aleje y que a la vez esté siempre a mi lado. ¡Es una jodida locura!

Nuestras miradas conectan o lo intentan, tiene el cabello demasiado largo y sus ojos se esconden tras la cortina de pelo desordenado.

Un camarero se acerca y saluda con amabilidad —diría que fingida— a Nash, en ningún momento se dirige a mí y eso me molesta.

Nash pide un filete muy poco hecho y unas patatas fritas de acompañamiento.

Maldito horario guiri y sus costumbres.

—Una cerveza —solicito bajo la atenta mirada de ambos—, y lo mismo que él —Le señalo—, pero al punto, por favor.

Ni siquiera habíamos ojeado el menú, pero no hacía falta, no es que tuviera mucha hambre y cuanto antes nos dejara solos, mejor.

—¿Nerviosa? —Se interesa, sonriendo con cierta suficiencia. 

Empezaba a sospechar que, a pesar de tener la mirada de un ángel, sus labios se acercaban más al infierno, aunque parecieran inocentes. Nash Callegher tenía una sonrisa implacable, de esas que parecen decir que lo saben todo y que tiene todo bajo control.

De esas sonrisas que hechizan pero que llegan a irritar.

—¿Por qué lo dices?

—¿Cerveza? —cuestiona, quiero creer que se interesa porque pretende conocerme.

—Uno de mis placeres culpables.

—Como el tabaco. —No es una pregunta, no es una afirmación, es un jodido reproche.

—Como el tabaco —Doy por zanjado el tema, sin embargo, añado—, la diferencia está en que quiero dejar de fumar y la cerveza ni me planteo abandonarla. 

Parece conforme con mi respuesta mientras otro camarero distinto deja en nuestra mesa mi bebida. Doy un sorbo que me refresca por completo.

—¿Me odias? —Aparta los mechones de pelo que me impiden ver por completo sus ojos.

Directo al grano, Callegher.

No aparto mis ojos de los suyos, no tengo necesidad de romper con el contacto visual. 

—No. —Mi respuesta es breve, clara y concisa.

¿Por qué debería mentir?

—¿Por qué dijiste que lo hacías? —Lleva su dedo índice y pulgar a sus labios, valorando la situación.

Niego con la cabeza, es imposible que le afecte tanto, o más bien, es imposible que le pueda afectar.

Aunque a mí, me afectaría, no llegaría hasta tal punto. Es imposible.

—Estaba enfadada, Nash —Sonríe cuando me escucha pronunciar su nombre—. Fue un simple impulso, no me gusta sentirme acorralada ni inferior a nadie y tú estabas actuando como un jodido idiota.

—Entonces, no me odias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.