Wild life (free the animal #1)

Capítulo 12.

Capítulo 12.

31 de diciembre, 2016.

Llevo los auriculares puestos mientras escucho música y termino de enviarle el porfolio a mi profesor de traducción alemana. Me sentía muy orgullosa de mi trabajo. Había estado preparando la traducción durante unas semanas y confiaba en que podría sacar muy buenas notas.

Mi compañero de clase, Kevin Turner, me escribe preguntándome si he terminado con el trabajo de teoría de la traducción inglesa y le respondo que estoy un poco estresada. Me pasa unos enlaces donde él ha encontrado y le han servido para completar la tarea. ¡Por Dios! Estoy muy agradecida. Le paso algunos enlaces para el trabajo de alemán. Aquí se devuelven los favores, no somos egoístas. Todos estamos unidos por la misma necesidad: aprobar.

Hoy es el último día del año y después de una videollamada con mi padre, otra con mi madre, el abuelo y mi bisa irlandesa Sissi —de quien recibo mi apodo y el color de ojos—, me meto en la ducha.

Por la mañana había hecho videollamada con Alicia. Le encantaban mis uñas, había encontrado un buen sitio para ponérmelas acrílicas y llevaba la manicura francesa hecha.

Llevaba sin fumar desde ayer después de comer y ya iba necesitando un cigarro. Probablemente acabaría siendo fumadora social, mejor que de diario es, desde luego.

Estoy deseando que llegue el 9 de enero y ver a mi mejor amiga. Le había amenazado y no me arrepentía de ello. ¡O volvía o me la cargaba! Obviamente iba a volver, pero oye, dramática siempre, porqué no.

Había quedado con Albs y Anne para arreglarnos juntas y cenar antes de ir al bar de copas. No era la discoteca kamikaze, era uno más sofisticado y para gente con cierta relevancia. Albs está acostumbrada a frecuentar esos sitios, pero para nosotras era diferente. No somos gente importante en Carolina del Norte, tampoco nos molesta, pero oye, si nos cuelan en una zona VIP pues no vamos a decir que no.

Cenamos en mi casa y llamamos a un taxi para ir hasta el local. Es fin de año, ninguna va a privarse de tomarse una copa o las que hagan falta.

Nos hacemos una foto antes de que el taxi nos recoja y les pregunto su Instagram, Anne lo tiene privado; Albs no, Albs lo tiene público y tiene más de 500 seguidores. La subo a historias y ambas la comparten en las suyas también.

En seguida me comentan que Alicia les ha seguido y que les ha respondido. A ver, no es por ser egocéntrica, pero salimos guapísimas y estamos cañón.

Anne con un mono negro de talle alto, sencillo, elegante y con un escote que deja poco a la imaginación. Albs, se ha rizado algunos mechones de pelo y lleva un vestido muy ajustado color tierra precioso. Debe tener cuidado porque en cualquier descuido le veremos las nalgas y el tanga de encaje que dice llevar.

Yo opto por ponerme unos pantalones de cuero y talle alto y una camisa blanca con detalles en negro con un par de botones abiertos.

Nos dejan entrar una tras una porque comprueban los nombres de todas. Por suerte no tenemos problemas, me daría mucha vergüenza que mi nombre no apareciera.

Aguardamos a la cola para dejar las chaquetas, cuando terminamos choco con la espalda de Albs.

—¡Arriba esos ánimos, muñeca! —dice Anne cuando entiende lo que pasa y yo tiro de ellas para pedir algo en la barra.

Supongo que tiene que dolerle ver a Aaron en un sofá mientras charla animadamente con varias chicas. Él sonríe, pero se empieza a acariciar las sienes y mira hacia nosotras. Dios, que ganas tengo de darle una hostia. Él parecía dulce y bueno y en cambio por alguna razón que aún no sé no deja de hacer sufrir a una tía tan magnífica como Albs. ¿No hay ni un tío decente o qué?

—Él no soporta verme con otros y yo tengo que aguantar su mierda —Bebe un trago del cubata que le hemos pedido—. Paso. —Se bebe en pocos tragos todo lo que el vaso lleva y se pide otro.

Aaron se acerca, ahora parece preocupado y eso nos jode, esta situación la ha provocado él solito. Albs nos hace un gesto con la mirada, despidiéndose de nosotras y se pierde entre la gente.

Vemos la intención de Aaron Terry: ir tras ella, pero tanto Anne como yo le agarramos la manga de la camisa negra que lleva. Si se la rompemos, que se joda.

Puedo entender por qué a ella le gusta. Es un chico muy lindo.

—No vayas detrás de ella —Anne le desafía y apunta con el dedo—. Te lo prohíbo.

Intenta zafarse, pero le agarro con más fuerza.

—Aaron —Mi tono es más conciliador, me ha tocado ser poli buena, yo qué culpa tengo—, es el último día del año, si la aprecias mínimamente…

—¿Mínimamente? —Sus fosas nasales se ensanchan, está controlando su furia.

—No le jodas el último día del año —Estamos acorralándolo, pero es que se lo merece—, ya hiciste bastante en la fiesta.

—¡Vosotras no entendéis una puta mierda! —Consigue liberarse de nuestro agarre, pero no de nuestra encerrona—, no quiero haceros daño. —Su tono de voz cambia de forma drástica, como aquella vez en la casa en mitad del bosque.

No está fuera de control, pero no le queda mucho para estarlo. Su voz es más gutural ahora, más ruda, menos humana.




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