Wild life (free the animal #1)

Capítulo 13.

Capítulo 13.

5 de enero, 2017.

Es el día de reyes. Hoy sería el día para ir a la Cabalgata de los Reyes Magos y pelearme con las señoras que abren paraguas para coger las chucherías que tiran desde las carrozas los que salen en el desfile y mañana desayunaría roscón. No tengo nada de eso.

¿Lo qué si tengo? A Nash Callegher apoyado en su coche mientras salgo de la biblioteca general de la ciudad con un par de libros. Además de estar estudiando para los exámenes, he decidido investigar un poco por mi cuenta.

No estoy durmiendo a penas, tengo las ojeras tan marcadas que si no te fijas bien parece que alguien me haya dado un puñetazo. Me he obsesionado, lo reconozco. Lo único que disimula un poco todo es el maquillaje. ¡Bendito maquillaje!

¿Y qué he conseguido? Desde luego el semestre lo voy a superar con creces, eso espero; ahora, respecto a lo que me dijo mi bisabuela y todo lo relacionado con los linajes esos rarísimos mis descubrimientos han sido patéticos y diría que he perdido el tiempo, pero bueno, por lo menos, son datos que puedes decir en una reunión de amigos cuando nadie sepa cómo seguir con la conversación. Ilunga es una palabra de origen africano que ha sido catalogada como una palabra que no tiene traducción exacta a otro idioma, a ninguno. Su interpretación más fiel —y ni eso— era algo así como “el grado moral de una persona que está lista para perdonar y olvidar una primera ofensa, tolerarla una segunda vez, pero nunca perdonar ni tolerar una tercera”. Filosófico, pero inservible. A no ser que un día en una reunión de amigos cuando alguien te diga que los elefantes son los únicos animales que no pueden saltar, tú respondas con otro dato aleatorio como ese.

De Fernsby, sólo había encontrado el significado del apellido. Y tampoco me había quedado taaaaaan claro, era algo relacionado con una vivienda cerca de algunas plantas raras.

El que sí me había encontrado había sido Nash Callegher. No estoy enfadada con él, pero me agobió con tanto mensaje histérico. ¡Qué afán de protagonismo! No por nada, él se había estado portando bien, pero yo me agobio enseguida y necesito mantener mi espacio, en el momento en el que existe cierta magnitud de intensidad tiendo a bloquearme y huir. Es algo que debería tratar de mejorar, pero no sé cómo hacerlo.

Mi cerebro vuelve a asociar el aroma de la lavanda con él y sé que está ahí antes de verlo, ¿no es eso una puta locura? Tal vez pueda llamarlo masoquismo, pero no sería la forma más correcta de describirlo.

Lo que más odio, es el día que no esté en mi vida no podré disfrutar de mi olor favorito sin pensar en él. Hay que ver lo caprichoso que es el cerebro humano, pues asocia nuestras cosas favoritas con personas, y estás realmente jodido si acabas relacionando tu olor o tu canción favoritos con una persona. Porque llegará un día en el que esa persona no estará y te habrás quedado sin él o ella y sin eso que te hacía tan feliz.

Debo decir que la cagué, porque en el momento en el que me vi escuchando La suerte de mi vida de El Canto del Loco mientras rociaba ambientador de lavanda por toda la casa y pensaba en él, me asusté. Y cuando volví a encender el móvil simplemente silencié su conversación una semana. No es como si estuviera haciéndole Ghosting o algo de eso. Es que estoy terriblemente asustada y estoy siendo irracional.

Tengo miedo de estar cayendo por él de tal manera que no tenga salvación. Me veo sonriéndole a la pantalla cuando veo una foto suya en Instagram o cuando relaciono cualquier cosa con él, cuando mis amigas me preguntan cómo me va por Estados Unidos y yo lo primero que pienso de mi experiencia es que he conocido a un chico. Me aterra profundamente no llevar más de un mes conociéndole y estar más ilusionada que ninguna otra vez. La manera en que su sonrisa se transforma en la más pura inocencia y que sus ojos me miran como nadie nunca había hecho me llenan. Y eso me asusta.

Y ahora estoy aquí. Saliendo de la puerta de la biblioteca municipal y observándole. Creo que se está volviendo mi pasatiempo favorito.

Me acerco hacia su coche con los tres libros que había tomado prestados para seguir investigando o visto lo visto, conociendo más curiosidades respecto al mundo en general. Ni siquiera estoy enfadada con él en sí. Simplemente él me agobia buscando tener todo bajo control y cuando eso implica tenerme a mí bajo control, me supera. Y, los sentimientos que estoy desarrollando por él cada vez son más difíciles de opacar.

—Hola. —Me saluda.

—Hola. —Le sonrío.

Está un poco tímido. Se le ve un tanto desesperado, angustiado, sé que no he hecho bien ignorándole. A mí me destrozaría estar quedando con una persona y que, de un día para otro, después de conocer a sus padres —aunque de manera improvisada—, desapareciera.

No está bien lo que he hecho, han sido sólo 3 días, pero eso no significa que tenga justificación. Y menos por tener miedo a sentir.

Si una persona no te interesa, lo suyo es decírselo, no desaparecer haciéndole que se pregunte qué ha hecho mal.

Pero en nosotros es diferente, yo sí tengo interés en Nash Callegher y él no es de los que se quedan esperando y retorciéndose con dolor preguntándose en qué ha fallado; él se desespera, te insiste, si ve que no da sus frutos, entonces te da tu espacio, el que él considere adecuado eso sí, y luego, cuando ha cogido fuerzas, va a por el problema, a enfrentarlo.




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