Wild life (free the animal #1)

Capítulo 17.

Capítulo 17.

—¡Pero bombón, relájate! —Albs me saluda.

Cuando veo su sonrisa me doy cuenta de que le han puesto Brackets, bueno, supongo que también acabará teniendo una dentadura perfecta. Nada nuevo bajo el sol.

Me había retrasado un poco y había venido casi que corriendo.

—Estoy muy amargada. —Me quito el sudor con una servilleta de papel que hay en la mesa.

—Chica, se te ve acalorada —Sonríe Albs cuando me ve entrar a la cafetería. Alicia le da la razón—. ¡Cuenta!

—Creo que necesito una cerveza, primero.

Hablamos un rato y mis dos amigas me traicionan carcajeando. Les enseño los últimos mensajes con Nash.

Me ruborizo al pensar en que su comentario me gustaría hacerlo real. A él le gustaba mi culo y a mí me encantaba que lo adorara hasta ese punto.

Mentalmente me estaba ganando por completo, pero físicamente estaba acabando con todas mis reservas.

Había una guerra entre los dos y mis soldados estaban muy tentados a lanzar una bandera blanca en forma de rendición. Su ejército, en cambio, avanzaba sin pudor alguno, aniquilando a toda mi defensa más rápido de lo que me gustaría admitir.

—¡Necesitas que te folle! —La voz de Alicia es alta y clara, casi gritando. Me gustaría pensar que la gente no ha oído nada, pero sería una mentira más grande que un piano.

—¡Baja el volumen, amiga! —Juraría que me ruborizo un poco.

—Oye, que yo estoy con ella. —La apoya para picarme un poco, Albs.

—Voy al baño, ¡me alteráis!

—¡Espero que no en el mismo sentido que Nash Callegher! —Es el último comentario de Alicia antes de preguntar a uno de los camareros por el servicio y encaminarme hacia él.

No hago mucha cola, sólo hay un par de chicas delante. No es que realmente necesite mear, pero necesito despejarme un poquito. Aun así, entro en uno de los cubículos, cuando salgo y me empiezo a lavar las manos veo a una chica pálida acercarse. Estamos solas.

—¡Hola, Wendy! —Mi sonrisa se apaga al ver que no me devuelve el miso gesto.

Lleva el pelo bastante corto a como se lo recordaba, al estilo Cleopatra, muy liso y recto. También se ha puesto flequillo recto y le acompaña una diadema roja con un lacito al lado.

—Yo… —Suspira—. Quería disculparme por las molestias que te haya podido ocasionar.

—¿Qué?

—Cam me dijo que eres la compañera de Nash y…

No me cuesta relacionar conceptos. Es obvio a quién se refiere. Aun así, quiero asegurarme. Esto no puede estar pasándome a mí, joder.

—¿Cam? —Me seco las manos—. ¿Cameron? —pregunto con la esperanza de que sea un error, aunque es evidente que no es así.

Asiente. Ahora lo entiendo todo. Ella también tiene los ojos inyectados en sangre y, a diferencia de Cameron Strieber, es muy pálida. Eso sí, tiene el color de ojos más vivos de lo que podría recordar, de un color menos oscuro y más castaños claro.

—Cam es buen chico, ¿vale? —Se me escapa una pequeña risita—. No quiero que me juzgues.

—Él es tu chico.

Por supuesto que ella iba a decir que él era un buen chico. No iba a ser de otra forma.

—Algo así.

Me asusta el estar con ella a solas. Ella bebe sangre. Es su alimento. Y es enemiga mortal de quien se supone que es mi compañero. Y yo su banco de comida.

—¿Entonces?

—Es complicado, no me juzgues, por favor.

Wendy suena muy desesperada.

—No te juzgo. —Estoy mintiendo.

—Silvana —Por alguna razón siento que ella sufre—. Yo no les odio, yo no puedo odiarles. No soy como Cam, no soy como los demás.

—¿Por qué me cuentas esto?

—Quiero darte una información, tú sabrás lo que hacer con ella. Yo… necesito que sepas qué hacer con ella.

Está acostumbrada a tener el control, puedo notarlo; sobre todo porque, a pesar de parecer necesitada, no suplica de la manera que cualquiera lo haría. Wendy sigue teniendo bastante fortaleza. Es como si poco a poco, dejara de tenerla.

—¿Por qué?

—Porque estoy desesperada… Tú sabes que Cam y yo somos algo…

—Sí.

—Sabes que los vampiros somos muy sexuales…

—Espera, espera —Pongo las manos en frente. Gesticulando mucho—. Yo no sé nada de vosotros; de hecho, sé muy poco de todo esto, de los hombres lobo y lo siento, pero no me interesa cómo viváis vuestra sexualidad.

—Estoy desesperada. —Se apoya en la puerta y repite sus palabras.

Ahora mismo no tengo escapatoria.

—No creo que yo sea la indicada para ti.

—Me llamo Gwendolyn Norrington, morí con 25 años en 1924, poco después de dar a luz a mi primer hijo a las doce y tres minutos de la noche —Parece que le cuesta hablar de esto, ¿por qué me lo está contando? —. Me convirtieron porque James Wilhelm vio algo en mí, simplemente supo que yo tenía que vivir, aunque irónicamente fuera estando muerta en vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.