Wild life (free the animal #1)

Capítulo 18.

Capítulo 18.

21 de enero, 2017.

Elleine me pinta dos rayas negras en cada una de las mejillas, hoy veríamos el partido de fútbol americano, estaba tentada a animar al equipo contrario, pero me lo habían prohibido, el hermano mayor de los Callegher jugaba en el que animábamos.

A diferencia del resto, ella cree que fue muy valiente lo que hice. Incluso convenció y puso de su parte a Galel y a Hayes. ¿Cómo? Había dicho que yo ya estaba mirando con que Wendy sería parte de la manada. No era algo cierto, pero me servía.

Ella odiaba que esto pudiera ocurrir, los vampiros y los hombres lobo eran enemigos mortales, a pesar de la tregua y lo que tuvieran.

Aun así ella se resigna y acepta la situación; en palabras suyas, si la Diosa la había elegido, por algo sería.

Me presta una camiseta del equipo y en el dorsal está el apellido Callegher. También me informa que pronto hará una fiesta de revelación del sexo del bebé, algo muy típico en Estados Unidos, desde luego yo no voy a quitarle la ilusión.

¡Por Buda, ella realmente quería tener un niño y estaba emocionada!

Si tuviera que apostar, diría que era niño. Su emoción lo indicaba sin siquiera ella misma saber de qué se trataba.

Además, Elleine había dicho que su Diosa siempre daba un varón al primer hijo del Alfa, ¿por qué iba a ser esta vez diferente?

Elleine Chalwin tenía una corazonada y yo apostaba todo mi dinero al mejor postor de que era cierta.

Como era evidente, al final me iba en el coche con Elleine y Nathan, así lo había pedido la susodicha. Creo que quería rebajar tensiones por parte de su chico. Había que reconocer que Nathan Chadburn era bastante esotérico y poco razonable.

—Buenas noches, Sissi. —La voz imponente de Nathan me revuelve el estómago por completo.

No serían ni las siete y media de la tarde, el partido comenzaba casi a las 9.

—Buenas noches, Nathan. —Me abrocho el cinturón de seguridad una vez he entrado en la parte trasera del coche.

No parece cabreado, me parece genial, no tiene por qué estarlo. Pero he de reconocer que sigo algo picada por haber insinuado hace 2 días que yo podía ser una posible traidora. ¡Traidora yo de qué! Si no entendía ni una putísima mierda de todo esto, lo que me rodeaba y del mundo en el que me estaba metiendo.

Nash: te guardo sitio a mi lado, llevo tu entrada y la mía.

Silvana: Bien.

Silvana: creo que te va a gustar como voy vestida.

No sé por qué le digo eso, tal vez para darle expectativas y fastidiarle, o tal vez porque quiero que me desee como nunca ha deseado a nadie. La cuestión es que se lo digo y no me arrepiento de ello.

Me apetece desafiar al lobo.

—Quiero que sepas que estás perdonada —Conduce tranquilo, desde luego mucho mejor que Hayes, no sé cómo Alicia puede ignorar lo mal que su chico maneja el volante—. Pero no vuelvas a ponerte en peligro, acabarás con mi beta.

—¿Cómo? —Alzo ambas cejas y bloqueo mi teléfono móvil.

—La próxima vez, hablarás con alguno de nosotros. Ponerte en peligro es una responsabilidad extra que no tenemos por qué tener.

—Nathan… —Elleine le recrimina desafiante.

—No, Elle —Aprieta con algo más de fuerza el volante—. Un error lo tiene cualquiera, por eso no pasa nada. Dos ya es vicio.

Nathan Chadburn realmente cree que tiene la puta razón.

Pongo los ojos en blanco y decido no discutir. Perdonada, ¿de qué? No había traicionado a nadie y eso que hasta donde yo sabía, no le debía lealtad a nadie más que a mí misma y a mis amistades.

Cuando llegamos nos encontramos con Hayes y Alicia tomados de la mano. Ella está tranquila, charlando de manera distendida con Albs quien ignora a Aaron Terry.

¡Así se hace chica!

La verdad es que no sabría decir si se ignoran de manera mutua o sólo ella a él, pues de vez en cuando a Aaron se le escapa una mirada de soslayo y un suspiro malintencionado. Chico, te lo has ganado a pulso, ahora: jódete.

—¿Galel y Anne? —pregunta Elleine alzando la mano cuando ve a Nash a lo lejos.

—De camino —ríe mi mejor amiga—. Anne no quería subirse en la moto y Galel decidió usarla. ¡Son tan monoooos!

Para no creer en el amor, Alicia Navarro Sandoval era toda una cursi, no era algo nuevo para mí, pero podía confundir a quien no la conociera.

Antes de darme la vuelta sé que lo tengo a una muy pequeña distancia porque su olor a lavanda inunda mis fosas nasales.

Me encanta.

Coloca sus manos en mis caderas y hecha mi cabello para el lado, se quita la gorra que llevaba y la coloca en mi cabeza.

—Adoro ver mi apellido en la camiseta de tu espalda, algún día confío en que lo llevarás detrás de tu nombre. —Deja un beso en el hueco de mi cuello.




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