Wild life (free the animal #1)

Capítulo 23.

Capítulo 23.

13 de febrero, 2017.

Me acerco a Nash cuando le veo y me pongo de puntillas para darle un beso. Era lunes y había sido un día agotador. No se inmuta, ni para aceptarlo ni para rechazarlo.

Aún no me había recuperado del fin de semana. Había sido salvaje. El sábado había sido luna llena y ahora entendía cuando Elleine me había dicho que era el mejor momento para estar con Nathan.

Ahora lo entendía, pero referido a Nash.

Los músculos aún me dolían un poco, pero había valido la pena. Joder, me había comido enterita: de norte a sur, de este a oeste y sin olvidarse del epicentro de mi mayor fuente de placer.

Luego me había follado y soltado un par de nalgadas.

No iba a reconocer que me había gustado. Aunque si me tocaba rogarle para que lo volviera a hacer, creo que mi cuerpo me traicionaría y acabaría suplicándole que incluso me la metiera por detrás.

Él conseguía hacerme reaccionar de una manera que ni mi cabeza ni mi cuerpo entendían, pero que llegados hasta este punto de la película, no me iba a quejar.

Nash Callegher conseguía que mi cuerpo quisiera pertenecerle y, como buen amante generoso, me ofrecía el suyo para mi placer.

Tenía que reconocer que, agradecía llevar el implante anticonceptivo, porque se nos había olvidado el preservativo y yo había montado un drama.

Ya no era por la cuestión del posible embarazo —que también—, pero el hecho de poder transmitirnos enfermedades sexuales… No era mi rollo y no quería eso.

No es que no confiara en Nash, pero quién sabe lo que podía tener cada uno de por sí.

Así que, acabamos haciéndonos pruebas en una de las clínicas de Chad Callegher un sábado de madrugada.

¡Planazo para dos jóvenes!

Juraría que, sin embargo, hoy estaba raro. Era lunes y, aunque todos odiásemos los lunes, no entendía su distanciamiento hacia mi persona.

—¿Tienes que ir a casa primero? —pregunta de forma monótona alcanzando mi bolso y llevándolo junto a una mochila.

—No tengo planes en general y estoy cansada, así que me gustaría quedarme allí. ¿Te apuntas? —sugiero.

—Tengo que enseñarte algo.

Cualquier chica que escuchara esas palabras estaría encantada. No era mi caso. Conocía su tono de voz lo suficientemente bien como para saber que algo no estaba yendo correctamente.

Como siempre, Sissi.

Ya estaba volviéndose algo místico y hermético y eso sólo podía significar una cosa: problemas.

—¿Sobre qué? —Muestro interés.

Pelear con él a veces era la peor decisión. Nash necesitaba una comprensión que no siempre era capaz de brindarle, pero que estaba dispuesta a intentar.

—Venga —Empieza a caminar, dejándome atrás y sin buscar un contacto directo con mi cuerpo—, no tenemos mucho tiempo. —concluye al revisar su móvil.

Odiaba cuando se encerraba tanto en sí mismo que me hacía sentir que yo era la culpable de algo. Sabía a ciencia cierta que no era su intención y que por supuesto era su manera de manejarse y continuar con su autocontrol, sin embargo eso no significaba que me hiciera sentir mejor.

Al contrario.

Yo quería tener la oportunidad de ser la persona con la que se abriera lo suficiente para no temer a serme sincero.

No le pedía que se desahogara de golpe y abriéndose en canal a mí —me encantaría, pero sabía que eso no iba a suceder—, pero su falta de confianza y su tosca naturaleza animal nos mantenía algo distanciados por muy bien que pudiéramos estar en el momento.

Si no era por Sadie, era por Harrison, si no era Harrison era algo de la manada, si no era algo de la manada era nuestra falta de comunicación y así podía seguir con un largo etcétera.

Estaba cansada.

Cansada de que nuestra relación siempre fuera el mismo tira y afloja. Cansada de no comprender por qué actuaba como si yo fuera su mundo, pero luego tenía miedo de que conociera partes de él.

—¿Se puede saber qué te pasa? —Me cruzo de brazos y le alcanzo.

Nash reduce un poco la velocidad y se gira para mirarme, bueno, para mirar cómo mi pecho sube y baja al ritmo de la respiración.

Se relame los labios.

Ah sí, a él le encantaba meterse en la boca mis tetas.

Con malicia, me recoloco el sujetador y sus preciosos ojos azules se abren con cierto asombro y algo de fascinación.

Me desea.

Da igual cuándo fuera la última vez que me hubiera tocado, siempre sentía interés por mí, por mi cuerpo, por todo lo que tuviera que ver conmigo.

Respira con fuerza, como si le costara no estar acariciándome a cada momento del día. Tiene autodeterminación y, aunque es propenso a perder todas sus cualidades de autocontrol conmigo, en muchas ocasiones mantiene su fortaleza.




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