Un grito de horror rompió el silencio de la casa de barro, Matthew no podía respirar bien pues el perturbador sueño le robó el aliento.
—¡Odio este sitio! ¡Desprecio cada cosa viva de este infernal lugar! —el hombre estaba harto de su infortunio, pero en su furia notó algo que hace poco no podía hacer. El había recuperado su vista.
—¡¿Pero como?! —intento tocar su ojo, lo hizo pero con la mano izquierda.
—¡¿Incluso mi brazo?! —sentía un gran alivio, pero pronto se va, recordando que ese mundo solo traía desgracias.
Su brazo era un conjunto de ramas verdes, que fácilmente se podían confundir con sus huesos, el rostro del pelirrojo se puso pálido, el era un aberración y aún no podía ver su recién recuperado ojo…
—¡¿Qué mierda es esto?! —grito levantando su horrendo brazo verde.
“Es mi regalo para ti Matthew”
La voz volvió aparecer, el hombre se preparó para volver a sentir el terrible dolor de las infernales campanadas.
“No temas, pues has matado a nuestro captor”
—¡¿Quién eres?! ¡¿Dónde estas?! Y ¡¿Cómo puedes hacer lo de las campanadas?!
“Ya me viste, soy otra víctima de Hedros, el me atrapó en el bosque y desde entonces me usá para darle materiales para sus hechizos”
—¿Hedros? Eras esa monstruosidad verde ¿No?
“Si, pero le has matado con la espada mágica, la Fallen Sword”
—¿Mágica? Si esa cosa me hizo esto —levanto su brazo izquierdo— temo decirte que no es mágica, esa cosa esta maldita…
“Lo que uno ve como maldición otros suelen verlo como una bendición”
—¿Qué hace con exactitud?
“Fallen Sword otorga algo del asesinado a su asesino, su carga por así llamarlo”
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tenía yo que matar a Hedros?! ¡¿Tu pareces tenerle más odio?!
“Me has visto viajero, no poseo forma de moverme y menos de tomar la Fallen Sword, Hedros también me amputo mis miembros para no serle una amenaza, pero cometió un error el desconoció mi talento, este que uso en ti”
Sus palabras trajeron el temor a Matthew, nada bueno podía venir de esas palabras, ante esa premisa tomo la espada maldita y fue hacia la habitación.
“Lo llamo Hells Bells, implantó un fragmento de mi en otro ser vivo, así obtengo el control sobre el desprevenido, sino intensos dolores se presentarán en mi víctima y si yo lo quiero puedo darle muerte”
Sujeto con firmeza el mango del arma y retiro las pieles que los separaba, viéndose mutuamente ambos sabían lo que venía, la muerte.
“Sabia que vendrías, lo vi venir”
—Si lo sabías debiste matarme —levanto el arma maldita, se preparó para sentir las infernales campanadas.
“No, yo estoy harto de esta miserable existencia, postrado a esta cama, siendo acribillado día tras día, solo deseaba ver muerto a Hedros… Y morir”
Sus palabras impresionaron a Matthew bajando la espada, pero las campanadas resonaron en su cabeza.
“¡Mátame! ¡Ni se te ocurra dejarme vivo! ¡¿No quieres saber cómo volver?! ¡Levanta el arma!”
Sin dudar hizo caso, parando así su sufrimiento.
“La entrada es la salida, el desierto, en alguna parte de él se encuentran los pilares de piedra, estos son la meta de varios aquí, muchos intentan huir de este podrido mundo”
—¿Y el bosque? —recordó la pintura del techo.
“Lo habita un ser peligroso, pero más allá del bosque y las áridas tierras de Novis Montibus está el castillo Vitam Mortem donde descansa el Rey de este mundo, el Rey de Perditiomen”
Matt dudaba de matar al monstruo, no tenía intención alguna de dañarlo, incluso el podía ser el único en comprenderlo, ambos habían experimentado la misma clase de situaciones pero eso mismo le hizo replantear su acción.
—Yo soy igual a ti… no podría volver a mí mundo, no como ahora luzco por eso…
“No sientas lastima por mí, si me entiendes respeta mi anhelo”
Con dolor apuñaló a la criatura postrada en cama y un largo silencio reino en la casa de barro, ni siquiera el viento se atrevía a soplar por aquel lugar.
—Gracias — susurró Matthew, sabiendo que la cosa rosada solo busco su propia satisfacción.
Una gélida sensación subió por su deforme brazo, brotaban bultos de carnosidad, incluso de su recuperado ojo salió a luz el conjunto de enredaderas que lo conformaban, apareciendo la desagradable carnosidad, todo el lado izquierdo de su rostro se deformo debido a aquellos bultos, sus venas saltaban a primera vista en su cara.
—¡No! ¡No puede ser! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué le mate con esta maldita espada?!
Fue al estante y busco una superficie reflejante, allí notó su grotesco cambio, su amarillento ojo saltón.
—Aun si pudiera volver al desierto mi vida está arruinada —saco esas palabras como un soplido, un soplido de abandono y olvidó.
Se tumbó al suelo intentando pensar algún motivo para vivir, algo que lo mantuviera con fuerza, ya que ese mundo contaba con un sinfín de dolor y tragedias.
—Si salgo me expondré a este ruin mundo, sus retorcidos habitantes y seguramente al final de mi humanidad —sus ojos se posan en la espada maldita.
Usando las pieles colgadas cubre la mitad de su rostro, dejando al descubierto su lado anormal, entre el sin fin de artilugios encuentra una mochila, la cual llena de varios objetos y pertenencias del difunto Hedros.