El intenso calor tenía a Marloc bañado en sudor, se sentía sofocado su visión empezaba a fallar, observó preocupado a los niños, percatándose que estaban en la misma situación, terreno castigaba a los inexpertos.
—¡Necesitamos un respiro! — vociferaba el humano preocupado — ¡Morirán si siguen exponiéndose a este infernal calor!
—Creo recordar que compraste unas frutas a esa cucaracha, cómanlas son frutos necesarios para todos los osados, quienes pasan por las montañas Novis Montibus — Marloc se sorprendió al saber que fue vigilando, pero tenía que dárselas a los pequeños — la fruta “Lidrem” hidrata de manera extrema a todo aquel que la coma, los originarios de esas tierras del sur saben lo peligrosas que son, si son ingeridas en un lugar diferente a este es una sentencia de muerte. Una muerte por ahogamiento.
El hombre no podía creer lo temible del fruto y lo afortunado que fueron al encontrarse con Lerios, pero continuaba siendo muy conveniente al parecer de Marloc.
—Aun si escapábamos de ese sujeto, íbamos a morir — pensó tras acabarse la fruta, pudo sentir el halo de la muerte rosando su mejilla, casi era arrastrado a su fin — ese bastardo no le importó vendérmelos, cuando claramente desconocía de su peligrosidad.
—¿Cómo es posible este paisaje? Parece una zona volcánica — hablaba lo que se le venía a la mente.
—Aquí yace el cuerpo del primer rey de este mundo — contesto el monstruo seco entre los huesos.
—Este tipo desconoce todo de este mundo — pensaba Lerios ocultando su expresión dentro del cadáver — si sigue de está forma es cuestión de tiempo para que sea asesinado — lo miro atentamente, sorprendiéndose de cuan rápidamente el rostro de Marloc reflejaba su odio, su rostro verde parecía moverse como si estuviera formado por cientos de gusanos.
—Tu no eres de este mundo — musitó Lerios sin pensar, su voz alcanzo al hombre quien detuvo su rabia, solo para mostrarse asustado, Gilp y Rapan lo miraron asombrados.
—¡¿Es verdad?! ¡¿Quiere decir que la leyenda del desierto negro es cierto?! — se apresuro a preguntar el niño osezno.
Rapan estaba aterrado, ocultándose detrás de su hermano, Marloc se sentía fatal al notar su expresión.
—Si, no provengo de este lugar, yo solo aparecí en ese temible desierto — se pasó una mano por el rostro, descubriendo su cara completamente, al mismo tiempo recordaba aquellos desesperados momentos que vivió antes de liberar a los niños.
—¡Eres un humano! — Lerios lo miro con mayor detenimiento notando que no era falso lo que tenía en su rostro — o solías serlo.
—¡Es sorprendente! ¡Muchos ingresan al mar negro, pero nunca he sabido de alguien que sobreviviera a ese sitio! — Gilp se mostraba orgulloso de estar junto a Marloc, esto lo dejo sin habla.
—Si, muchos intentan volver a esa villa pero únicamente vuelven sus cadáveres limpios — explicaba el slime seco — debiste conocer al hedor de la muerte.
—Si — su mente no podía superar su encuentro contra ese sin fin de criaturas, Rapan seguía mantenido su distancia.
—Tienes mis respetos — lo halago el monstruo, siéndole extraño a Marloc oír tal generosidad de uno de los de su clase — no muchos consiguen llegar al portal en medio del desierto y menos llegar a la villa.
—¿Por qué..? ¿Por qué nos ayudas? ¿Por qué eres tan diferente al resto? O ¿Solo es una artimaña más siniestra? — Marloc no deseaba volver a sentirse defraudado, sentía que era lo último que necesitaba, como si su única esperanza estuviera en Lerios.
—Yo vi como cuidas de esos niños, aquí casi nadie lo hace, menos si no son propios — contestaba sin mirar a Marloc, solo continuaba mirando adelante, observó como los arropaba con mucho cuidado — creo que es por qué yo nunca tuve a nadie desde mi infancia, en el fondo algo en mi me dijo, demonios desearía haber sido ellos. Por eso cuando vi a ese estafador no pude quedarme quieto.
Marloc se quedó sin habla, estaba preparado para otra clase de respuesta, pero no algo así, Lerios no apartaba la vista de los jóvenes, la tranquilidad parecía que se quedaría con el ahora grupo de cuatro, sin percatarse de la vigía que alguien tenía sobre ellos. Una corta cabellera castaña, era lo único capaz de verse además de unos extraños binoculares, los cuales estaban fijados con huesos y piel.
—Te tengo, no fuiste muy difícil de encontrar — musitó una voz fémina, está montaba una enorme arguettiss de diez metros de alto con varias pinzas y pelos con la aparente capacidad de servir como método de defensa contra depredadores al mostrarse filosos, está enorme versión del arácnido avanzaba con gran rapidez sobre el piso llameante — no lograrán llegar a la próxima villa.
Se trataba de una humana, quien tenía una pequeña carpa en la espalda de la bestia, en su espalda colgaba un rifle y en una de sus manos tenía una hoja con dos ilustraciones de Rapan y Gilp.
En la villa a los pies del desierto negro aún se encontraba el aprendiz de Hetros, el ser con características verdes como su mentor se paseaba con un pequeño frasco, donde se notaba tener una mano humana, el recipiente brillaba con una luz amarillenta y la mano señalaba en una sola dirección, siendo está el bosque carmesí.
—No puedes escapar de mi humano — musitó subiendo en lo que parecía una especie de avestruz con piel de reptil, su plumaje negro acababa con las puntas doradas, la bestia se echó a correr apenas su maestro la montase, indicando que la cacería había comenzado.