Winchester: fragmentos de una sombra.

"La niña que no debió nacer".

Archivo 1 encontrado en los cajones olvidados de Milán Crowley Winchester.

Y es algo extraño el hecho de tener que hablar sobre tus padres, sobre tu familia misma. Y es que, venga, ¿qué cosas buenas podés decir de esto si no existe nada bueno en esta familia? Éramos tóxicos. Éramos dañinos. Pero, a los ojos de los demás, simplemente éramos una familia que intentaba protegerse de todo mal que existía en el mundo.
Y déjame decirte algo, querido lector: no es así.

Éramos mis padres y yo, según los papeles Winchester que tenía mi tío abuelo, Theodoro. Era recién nacida cuando todo el mal comenzó. No diré fecha porque está claro que esto no interviene mucho en el conocimiento de mi historia. Si fuera algo relevante, lo diría sin problema alguno, pero no lo veo tan importante. Al menos no por ahora.
Vivíamos en las afueras de Londres. Era una temporada de helada invernal... Con tan solo tres años viví, por primera vez, el intento de homicidio que mi propia progenitora quiso incitar en mí.
¿No que las madres eran para siempre y siempre nos iban a proteger de todo mal? No, no era así. Al menos para mí.

Nací con heterocromía. Es una extraña condición que hace que mis iris tengan distintos colores. Por ejemplo, me tocó sufrir esta condición con un ojo azul y el otro verde.
Mi madre, simplemente devota a Cristo y a lo religioso, comenzó a creer que esto se debía a una divinidad, que era un mensaje claro de la vida... que ese era mi camino:

"Milán nació para ser la puerta entre la vida y la maldad. Ella tiene una relación con Satanás."

¿Irónico, verdad? ¿No es algo totalmente gracioso? Pues, teniendo la mentalidad de una chica de 26 años, podría decir perfectamente: sí, es una locura.
Pero para mi madre, yo era la verdadera hija satánica, la que haría cualquier cosa para que el mundo ardiera en llamas... Como cazadora, ahora mismo leyendo estos archivos, podría decir que mi madre estaba psiquiátrica. Pero yo tenía tres años... no podía defenderme.

Prosiguiendo con esa helada tarde: mi padre —quien no tengo noción de quién sea, debido a que no hay nombres en los archivos— había salido ese día. Por lo que pude leer, mi madre aprovechó aquel momento para cometer ese delito.
Mi tío abuelo, siendo perfeccionista, incluso colocó fotos de ese hecho: la foto del lago, el vestido blanco que mi madre me había colocado con tal de purificar mi alma antes de que fuese tarde... y mi madre, con un vestido del mismo color. Perfecta escena, ¿eh?

Mi madre nos metió a la laguna que teníamos cerca de la casa.

Me salvaron... Al menos, mi tío Theodoro lo explica así entre estas hojas. Cito:
"Salvé a la pequeña Milán de los tenebrosos brazos de mi hermana. Podía ver los ojos de mi propia sangre, y diré que jamás pude reconocerla hasta ese entonces. ¿Estaba deprimida por el parto? ¿Estaba así porque estaba poseída?"

Aun si mi madre estaba poseída, me resultaba excéntrico aquello.
¿No que todos los Winchester teníamos que tener grabado en algún lugar —subrepticio— el pentagrama, como me lo hicieron tatuar a mí a los 14 años?
¿Por qué mi madre no lo tenía? ¿Por qué mi abuelo no fue mano firme con ella y no la castigó como mi tío abuelo hace cotidianamente conmigo cuando algo sale mal?

Y esa es una historia que pronto contaré. Pero ahora mismo quiero que conozcan una parte de "Milán Crowley Winchester": una chica que nació, pero fue odiada por su madre desde el primer instante, solamente por sus ideas delirantes.
Pero, hey, tampoco quiere decir que merecía morir de la forma en que murió.
Se comportó de una forma errónea conmigo, simplemente por aquella rara condición con la que nací —y no fue culpa mía haber nacido así—.

¿Qué sentido tiene seguir viviendo la vida si le echamos la suciedad a los demás y no vemos que nosotros mismos también manchamos la vida de una forma igual o peor que la que lo hizo mi madre?
Bueno, tal vez —o no— no hemos cometido asesinato en primer grado.

¡Que arroje la primera piedra quien no lo ha hecho aún!

Hemos mentido... Hemos sido infieles... y Dios sabe exactamente qué cosas más hicimos.
Si fuera por mí, si yo fuese el Dios todopoderoso, no los dejaría entrar al cielo.
Así que, ¿por qué debo seguir enojada por lo que mi madre hizo? Está bien, erróneamente se la mandó, pero no sé... vivir con el rencor de aquello es un dolor más en la espalda. ¡Y no, gracias!

Sinceramente, a mi madre la he perdonado hace bastante. Cuando mi tío Theodoro me contó por qué vivo con él y no con mis padres, supe la verdad:
Mi madre, Elizabeth, falleció por causas que nadie reconoce hasta estas alturas, pero Theodoro jura que fue algún demonio.

En cambio, Matthew, mi padre, fue quien desapareció de mi vida. Se dice que falleció, pero nadie sabe nada con certeza. Es algo que, honestamente, no nos importaba. No eran importantes para nosotros.
Al menos mi hermano —Mark— y yo pudimos tener una vida “estable” con Theodoro.

Aunque, claro... todo el infierno se desató a medida que fuimos creciendo.
A los 6 años, para mi cumpleaños, recibí un arma. Era chiquita, pero eso no significaba que no fuese letal.
A los 10 años aprendí a disparar. La sensación de gatillar... era hermosa. Podía pasar horas con el arma en la mano, y sería la mejor cosa del mundo.
¡Amo disparar!
Y, obvio, esto a mi tío le parecía genial. Él buscaba armar su ejército de cazadores... y yo era de disparar y preguntar después.
A mi tío le gustaba que fuese fría en esos momentos.

A los 15 años comencé a cazar sola. Sin ayuda, sin protección de mayores. A los 16, por supuesto, me mudé sola a una casa. Y, como regalo de “independización”, Theodoro me dio algo que sigue conmigo día tras día y que es como mi bebé...

Mi hermoso Chevrolet.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.