Introducción.

Hay diez, veinte, treinta, cien e incluso mil maneras de definirla, pero si tomas mi cabeza y la analizas... Sólo encontrarás una manera de hacerlo: Caos.

Coincidir con Mack Vanderwaal nunca fue tan fácil como parece. Puedes llamarlo obra del destino, una casualidad...¿Mala suerte tal vez?, Eso jamás.

Entrar a su vida fue como iniciar el sistema de autodestrucción contra los Cash. Ya sabes, como cuando Jude decidió arriesgarse, sin importarle que su alrededor valiera madre, y soltar todos los secretos sin esperar el huracán que vendría después.

Hablar sobre tormentas, huracanes...Caos, es definirla en todos sus ángulos.

Y sí, digamos que no hay mejor manera de comparar el inicio de nuestra relación con eso; un huracán que recorría toda la ciudad, cada esquina, arrastrando todo consigo, incluso nuestra propia autodestrucción.

A simple vista no éramos lo que aparentabamos ser. Yo no era de esos tipos que salían a bares y fiestas para embriagarse hasta no dar más. Ella no era de esas chicas que viajaban a la playa para broncearse y mezclar su risa con el sonido del mar; Éramos diferentes entre nosotros y con el resto del universo.

Pero no estoy aquí para hablar de eso—al menos no en este momento—, mejor hablemos de cuando la conocí: No voy a decirles que cuando la ví por  primera vez fue durante el día, donde el Sol estaba en su punto más alto y los rayos calurosos golpean tu cuerpo; Nos conocimos de noche, cuando las estrellas brillaban y la luna se daba el privilegio de reflejarse en los ríos y charcos de agua.

Yo siempre me consideré "normal": un chico tranquilo y muy aplicado a sus estudios, en cambio ella...Ella era una bomba de tiempo, quería, no, le urgía hacerlo todo a su manera sin importar Qué, cómo o por qué. Era un caos. Una tormenta...

Una tormenta que comenzó demasiado rápido. Cada vez que nuestras miradas se conectaban, que volvía a descubrir un nuevo brillo en sus ojos, ajeno a los demás, que me sonrojaba a la hora de hablar con ella, podía sentir la cantidad de casas, edificios e incluso árboles que su huracán destrozaba.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...

Me situaba en la cima de un edificio, desplegaba mis brazos como si fuesen Alas y esperaba el impacto...

Ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince...

Y, en ese momento, el mundo se detenía. El impacto jamás llegaba.

Nos deteníamos a la mitad de la tormenta, donde en un abrir y cerrar de ojos no había huracanes, no había casas flotando, no había gente pidiendo ayuda, no había edificios cayéndose a pedazos. Sólo estábamos Mack y yo. Mack y su risa, yo y mi paranoias. Mack y su manera despreocupada de ver el mundo, yo y todos mis miedos.

Dos polos opuestos que se atraían en un mundo de cargas iguales que se repelen. Éramos  la calma y el desastre, la paranoia y la despreocupación. Ella era Fuego: ardiente y peligrosa, yo era como el agua: simple y transparente.

Mientras que yo me dedicaba a analizarlo todo, ella tan sólo vivía el momento, el hoy.

Ahora mismo los recuerdos invaden mi mente, son como fotografías ante mis ojos y, cada vez avanzan un poco más rápido: Mack y el ruido de sus latas, yo y mi torpeza. Mack enfrentando al mundo por ayudarme, yo volviendo a caer. Mack desesperada, a punto de rendirse. Mack junto a mí. Mack llorando. Sus mejillas pálidas, rojas y húmedas. Mack abrazándome, haciéndome sentir bien. Abofeteandome.

Y Boom, de nuevo el caos se desataba.

Los recuerdos pasan cada vez más rápido haciendo que pierda los sentidos, ayudándome a comprender  que ya era demasiado tarde para echar a correr hacia atrás, evitar la tormenta. Por más que intente hacer morisquetas, llorar y gritarle al mundo que había sido muy cruel conmigo, jamás iba a poder huir.

Era demasiado tarde para darse cuenta que no podías evitar enamorarte de Mack Vanderwaal.

No importa como la veas, como intentes destrozarte el coco por definirla. Ella siempre ha sido como una tormenta: Desastroza, hiriente, vacía, fuerte. Sin importar cuánto daño haga, jamás deja un rastro bonito después de su caos.