Estela
La luz quería atravesar mis párpados, me estaba obligando abrir los ojos.
Sentí al calor atravesar por todo mi cuerpo. Escuché las bocinas de los autos que sonaban histéricos.
-¡Oye!. Me escuchas... Estás bien...por favor abre los ojos...
Escuché la voz de una mujer cerca de mi.
Abrí con lentitud los ojos aún veía borroso, parpadee algunas veces para reaccionar. Poco a poco se aclaraba mi vista. Mire al frente mío y ahí estaba. Mi corazón volvió a latir.
-¡Mamá!
Era ella, estaba viva. Enseguida me levanté y la abrase con tanta fuerza que temí romperla.
Las lágrimas empezaron a caer, está vez no eran por su ausencia. Está vez estaba era felicidad.
-¿Estás bien?-me preguntó.
-¡Claro que estoy bien!. Estoy mucho mejor porque estás aquí... de nuevo conmigo... mamá.
De pronto sentí sus manos deslizarse sobre mis hombros apartando mi cuerpo de ella.
La mire con los ojos brillosos, ella se veía distinta como si hubiera rejuvenecido.
-Creo que no estás bien. Te golpeaste muy duro la cabeza y estás hablando sin sentido. Ahora me vez mucho mejor, te das cuenta que no soy tu mamá. Soy una extraña que vino a tu auxilio.
Me ayudó a levantar y ahí la observé con más detalle. Era mamá con menos edad, su cuerpo mismo era más delgado de lo costumbre y llevaba el pelo corto.
¿Qué estaba pasando?
No podía aún entender que era lo que estaba pasando a mi alrededor.
-¿Tu nombre es Irene?-balbucee.
Ella me observo con rareza y encogió los hombros.
-Si me llamo así. No entiendo. ¿Cómo sabes mi nombre?
No entiendo.
¿Porqué tenía a mamá enfrente mío, sin recordar quien era ?
La observé de pies a cabeza, podría jurar que ella tenía mi misma edad.
No puede ser. Viaje a través del tiempo.
Entonces la oí. El pequeño llanto de una bebé. Lloraba dentro de la carriola. Enseguida mamá fue hacia la bebé y la levanto para calmar su llanto.
-Mi pequeña Estela, no tengas miedo mamá está aquí, siempre estará aquí para ti.
Mire a mi alrededor las calles no eran las mismas. Todo estaba distinto, observé el nombre de la calle Blues arriba de mi, era extraño porque no se parecía en nada a esa calle que cada tarde paseaba con Lucas.
¿Estaba muerta?
No puedo comprender porque mamá estaba ahí con vida enfrente mío.
Mamá se acercó de nuevo a mi, cargaba en sus brazos mi versión pequeña, a la vista era una pequeña que apenas cumplió un año de vida.
Mamá me froto el hombro.
-¿Quieres que te acompañe al hospital?
Tenía dudas, muchos signos de interrogación dentro de mi cabeza.
-Disculpa. ¿Dónde estoy?-le pregunté.
-Estamos en la ciudad de San Cristóbal.
-Si no es una molestia. ¿Que año es?
-Es el año noventa y ocho.
¡No puede ser!
Había retrocedido en el tiempo. Me encontraba en el mismo año en que nací.
De pronto los mareos vinieron a mi y también las ganas de vomitar. Era normal sentir esas sensaciones porque llevaba la quinta semana de embarazo y no había comido nada en todo el día, ese mismo día en que salte del puente.
Mamá me sujeto del brazo y me ayudó a sentarme en la pequeña banca de espera del autobús. Saco de su bolso materno un pequeño jugo de caja y me lo entregó.
-Tómalo. Es buena para los bajones de azúcar. Estar embarazada es difícil, no lo crees. Los mareos, los vómitos y aparecen más malestares con los siguientes meses. Te diré un pequeño consejo, no te preocupes de esos síntomas desaparecen antes del cuarto mes y he leído en una enciclopedia que a otras mujeres les dura más tiempo. Espero que no te suceda a ti lo mismo que a ellas.
-¿Cómo sabes que estoy embarazada?-la mire fijamente.
-¡Lo acerté!. Pensarás que estoy loca pero ser madre me doto de un extraño sexto sentido, dónde a través de la mirada me doy cuenta de lo que pasa con esa persona. Vi en tú mirada ese mismo brillo que tuve cuando quede embarazada de Estela.
-¿Así se llamaba tu bebé?-roce con la mano, la mejilla de mi yo pequeña. Hasta ahora siguen mis mejillas así de regordetes.
-Si así se llama-mamá levanto mi versión pequeña y empezó a darme muchos besos que hicieron que riera-esta pequeña cosita vino a este mundo a iluminar me, por eso le puse ese nombre. Perdón no te pregunté el tuyo.
Mamá me miró enseguida de nuevo.
Debía pensar rápido.
¿Qué debería hacer en estos momentos?
¿Qué debería decir?
Vi tantas películas y telenovelas con mamá acerca de viajeros del tiempo, que puse en práctica a las neuronas que tenía. Si dijera mi verdadero nombre cambiaria el rumbo de nuestro destino. Del destino de mamá. No podía arriesgar lo que ella construyó por años. Así que decidí mentirle.
-Me llamo Eli... Elizabeth-le respondí rápido.
-Un gusto Elizabeth me llamo Irene-mamá me ofreció su mano para estrecharla-Aun no entiendo cómo sabías mi nombre. Y porque me confundiste con tu mamá.
Miente Estela. Hazlo como pinocho.
-Te pareces tanto a ella. Y que coincidencia que ella también se llamó como tú-termine de tomar el jugo que ella me dio, al recordar su muerte apreté con fuerza esa rígida caja-ella falleció hace tres días atrás.
Mamá froto mi hombro en forma de consuelo.
-Lo siento. No quise que recordarás ese triste día.
-No tienes porque preocuparte por tu pregunta. Es tiempo de acostumbrarme a vivir sin su presencia en adelante. No será fácil dejar de quererla de un día para otro. Nunca pensé que aceptar también doliera como una herida.
-Elizabeth, ella te amara por siempre. Y eso debes tenerlo presente en tus días en adelante. Seguirá con vida, mientras la mantengas bien adentro de tu corazón-sus hermosos ojos marrones me miraron fijo-yo pienso que también es difícil para una madre desprenderse de un pedazo de su corazón, cuando un hijo fallece. Y estoy segura que después de la muerte aún no dejamos por completo el rol de ser madres.
Editado: 13.10.2023