X Siempre Mamá

Mi pequeño hombre

Irene

 

Lo vi entrar por la puerta.

Tomás levanto la vista y por un instante pensé que podía ver me. Me miraba fijamente a los ojos. Tenía ganas de hablarle pero las palabras espesaron a ahogarme, no querían salir de mi, no podía hablar. Entonces dio el primer paso y traspasó mi cuerpo, camino directo a su habitación. Lo seguí. Colocó su móvil encima de la cama y empezó a desnudarse mientras caminaba directo al baño. La regadera empezó hacer ruido. Tomás se fue a duchar.

Mire todo a mi alrededor, como siempre su cuarto estaba impecable y ordenado de rincón a rincón.

Tomás siempre fue un niño educado y ordenado, fácilmente no lo veías enojado. Tiene una hermosa sonrisa que lo acompaña siempre a pesar de tener un mal día. Tomás había heredado esa misma sonrisa de su padre. La misma sonrisa que me enamoró.

Me abrase a mi misma, mientras los recuerdos me engullían viva.

Me exalte, cuando escuché la puerta abrirse. Era Tomás saliendo del baño mientras secaba su cabello con la toalla. Se colocó su camiseta y se peino. Era la primera vez que lo veía peinarse solo. Tomás fue un niño muy independiente, a la edad de ocho años el escogía su ropa y se peinaba solo para que yo pudiera terminar con los quehaceres de la casa. Decía que ya era grande para que mamá le siguiera peinando. Se puso un poco de fijador en los dedos para luego pasarlo por su cabello, luego se afeito la barba invisible que pensó tener.

Sonreí.

Se colocó un poco colonia.

-¿Tendrá una cita?-me pregunté.

Mi pequeño seguirá creciendo y lamentablemente yo no estaría presente en esos momentos importantes que lleguen en adelante.

Su graduación del instituto.

Su primera novia

Su primera desilusión amorosa.

Su ida a la universidad.

Su graduación como un profesional.

Su primer trabajo.

Su boda.

Aquellos momentos que parecen tan comunes en la vida diaria. Yo ya no las viviría a su lado.

Angela me abraza para hacerme sentir que no estoy sola.

No, aún no es tiempo de irme. Aún me falta mucho por comprender cómo debo dejarlos ser, sin sentirme culpable por alejarme de ellos.

Tomás se acerca a su pequeña mesa de noche y levanta de ahí el portarretratos donde está la foto de ambos. Él apenas tenía diez, esa foto nos las tomaron el día de su cumpleaños.

Ahí vienen de nuevo.

Son los recuerdos.

Recordé su cumpleaños cómo si lo estuviera viviendo en ese instante.
 




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