X Siempre Mamá

Luciérnaga=Estrella fugaz

Irene

 

30 de abril de 1997.

 

Vivir en un pueblo tiene sus ventajas, en especial cuando hay tranquilidad y no hay contaminación que rodea el lugar. Y más ventaja tiene aún cuando miras el cielo y sin problema alguno logras apreciar mejor a las estrellas brillar.

Félix y yo venimos de un pequeño pueblo llamado Vagalume que en español significa luciérnagas.

Cada noche me escapaba de casa para ver aquellos pequeños insectos iluminar el puente de piedra que separaba los caminos entre el instituto y mi casa. Recuerdo las veces que llegue a ese lugar nada feliz, y todo era por culpa del alcoholismo de mi padre. En ese rincón me gustaba imaginar que aquellos pequeños insectos eran estrellas, que podía tocar. Con delicadeza sujetaba una luciérnaga y le pedia un deseo, porque en mi mente adolescente fingía tener en mis manos una estrella fugaz.

Con cuidado cerré la puerta, para no despertar a mis padres. Esa noche iba a tener mi primera cita con alguien especial, y que mejor lugar para ir, que mi pequeño firmamento en la tierra.

Salí directo a la calle, dónde Félix me estaba esperando. Sonreí al verlo demasiado abrigado en pleno verano. Mientras iba acercándome, él arrugó la nariz y también sonrió. Sin darme cuenta, aquella noche conocí por primera vez, ese gesto que Félix, solo mostraba conmigo.

Lo mire extraña.

—¿Por qué la risa?. Me olvidé quitarme el maquillaje de payaso.

—Me encantas Irene—de pronto el calor se acumuló en mis mejillas y una risa con los labios cerrados no se dejó notar.

—Félix. ¿Te agrada verme?—le pregunte.

—Irene. Todo de ti me agrada, es por eso que estoy locamente enamorado. Tu personalidad es única. Y pensándolo bien, ahora me doy cuenta de algo más que resalta a la vista, que también me agrada de ti.

—¿Qué es?

—Que tus elocuentes ideas siempre van de acuerdo con tu forma de vestir.
Félix me señaló con la mirada lo que llevaba puesto.

—¿Que de malo tiene mi forma de vestir?—llevaba puesto una sudadera ancha que parecía una carpa de un circo, unos shorts no tan cortos que llegaban a mis rodillas y mis pies no sentían fríos gracias a unas hermosas pantuflas de osito.

Dentro de mi armario solo se hallaba la misma ropa: sencillas y nada a la moda, así que me vestía según al dedo. Cerraba los ojos y la primera prenda que tocaba con el dedo era la que me iba a poner, en muchas ocasiones mi elección no era la correcta pues no combinaba en nada. Pero no me detuvo para ser una adolescente normal, vi el lado bueno de tener la mismas prendas. Ser única, al momento de vestir. La mayoría de las veces las miradas de mis compañeros en el instituto eran para mí. No porque era linda, si no por la rara forma de vestir que tenia. Así que para mi primera cita con Félix no iba hacer la diferencia quería que me quisiera tal como soy.

— Félix, gracias por ser raro como yo. Gracias por quererme tal como soy. Y estoy completamente segura que aunque pasen los años y envejeces, me seguiras gustando como ahora.

Félix se aproximó para colocarse enfrente de mi, se saco su largo abrigo y me lo coloco encima de los hombros, luego un tierno beso suyo se sintió en mis labios. Lo mire sorprendida, él sonrió y me abraza con fuerza.

—¿Qué sorpresa tienes para mí?—me preguntó Félix mientras me alejaba de él.

—¡Te va encantar!. Es mi lugar secreto, quiero que lo conozcas y que de vez en cuando me acompañes cuando puedas.

Sujete la suave mano de Félix para dirigirlo al lugar.

Al llegar, las luciérnagas danzaban entre si, deleitándonos con un hermoso espectáculo. Félix se quedó observando el puente, a él también le fascino el panorama. Lo estire de la mano para que me siguiera. Nos colocamos en medio del puente y la vista desde ese punto era más hermosa.

—Esto parece una…

—Galaxia—termine la frase por él—desde que tengo uso de razón me gusta venir a este lugar. Es mi rincón seguro donde pido una infinidad de deseos. Sujeto a una luciérnaga con cuidado y mientras brilla en mi dorso cerrado, pido un deseo, antes de soltarla. Sabes Félix, me he dado cuenta de algo, el porque mis deseos no se hacen realidad.

Tome una gran bocanada de aire y volví a meter mis ganas de llorar dentro de mí.

—Es porque los pido, llorando. Creo que la tristeza apaga su luz y no deja que llegue a su destino, donde reciben los deseos y es por eso que nunca se hacen realidad.

Félix me abrazo de improvisto, beso mi frente y luego coloco su mentón encima de mi cabeza. Realmente era alto.

—Sujeta una.

—¿Qué?

—Sujeta una luciérnaga, para poder pedir un deseo. Yo también sujetare una y pediré un deseo. Esta vez al pedirlo no te olvides de sonreír.—Le afirme con la cabeza.

Después de una hora, conseguimos atrapar las pequeñas estrellas. Con sumo cuidado nos dirigimos al puente de nuevo, con las luciérnagas dentro de nuestros dorsos cerrados, alumbrando nos con intensidad.

—Estas lista—me preguntó Félix.
—Si

—Dilo con más fuerza Irene.

—¡Si!. Estoy lista—grité.

Félix me dio un beso en la mejilla, y una sonrisa se dibujo en mi rostro.

Esa noche pedí brillar como una estrella.

Ya no quería que la tristeza oscura dominará mi vida.

Así que deseé brillar intensamente.

Para mis padres.

Y también para mi.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.