Irene
-¡¡Feliz cumpleaños!!
Tomás apaga la llama de un fósforo. Logre llegar a él gracias al latido de su corazón.
Mi pequeño hombre está en medio de nuestra cocina felicitándose a si mismo, verlo solo por primera vez en su cumpleaños me parte el corazón. Y nuevamente ambos lloramos.
Camino hacia él, a solo centímetros de su cuerpo. Con ganas de darle un beso.
-¡Feliz cumpleaños cariño!. Hoy cumples diecisiete años.
Mi mano se acerca a su rostro con la intención de poder rozarlo aunque sea unos segundos.
Angela me observa. La miro con lágrimas en los ojos.
-¡Por favor!. Deja que lo toque por una última vez.
Angela no dice nada y solo mueve la cabeza a ambos lados. Negándose.
La puerta de la calle se abre de un de repente. Levantó la mirada. Es Félix, está exhausto, respira hondo y grita.
-¡Tomás!. ¡Tomás!. Hijo. ¿Dónde estás?-empieza a llamarlo con desesperación.
Entonces entra a la cocina y ve a Tomás en medio del lugar.
-¡Hijo!. Que bueno que estés en casa. ¿Porqué no contestaste cuando te llamé?
-Por que debería hacerlo, es la primera vez que te escucho decir la palabra hijo después de varios años. ¿Quieres que haga caso a un extraño?
Félix se acercó a nuestro hijo, Tomás retrocedió. El intento abrazarlo y nuevamente nuestro hijo lo aparto.
-Tomás. Hijo... ¡Feliz cumpleaños!. Yo...
Tomás levantó la mirada, sus ojos estaban rojos y cristalinos. Mostraba rabia en su mirada.
-¡Debiste ser tú!
-¿Qué?-Félix contestó.
-Debiste ser tú el que muriera y no mamá-Félix trago saliva-para mi, tú eres un completo extraño. Nunca llegue a pensar en odiar tanto a alguien. ¡Te odio!. ¡Te odio!
Félix nuevamente se acercó.
-¡No me toques!-Tomás da un paso atrás, apartándose de él-. A pesar de tener problemas, deudas y malestares. Mamá nos demostró que estar con nosotros la ayudaba a ser feliz y que los problemas no eran importantes.
Tomás sorbió los mocos y seco sus lágrimas con la manga de su suéter.
-Este es el peor cumpleaños de mi vida.-Tomás miro el techo- ¿Porque mamá no está a mi lado?. La quiero devuelta, la quiero tener a mi lado como los anteriores años. Verla parada en mi cuarto a tempranas horas, esperando a qué me despierte. Sujetando en brazos un pastel pequeño que ella preparó, quiero volver a ver la vela encendida en medio de mi nombre escrito con jalea de chocolate. Quiero que me obligue a pedir un deseo antes que sople la dichosa vela. ¡Dios!... Duele demasiado, no tenerla más a mi lado... duele no volver a escuchar su voz decir mi nombre y duele aún más, no ver su sonrisa al verme.
Tomás empieza a llorar en silencio, Félix trata de acercarse nuevamente a nuestro hijo. Tomás lo ve y se adelanta, para ponerse en enfrente de su padre. Y lo señala con el dedo.
-¡Tú!... No sabes que se siente perder a alguien que amas. Jamás me entenderías, porque no sabes lo que es amar de verdad.
Nuestro hijo salió de la cocina, empujando el hombro de Félix. Se acerca a la puerta, sujeta su campera del perchero y sale a la calle.
Las duras palabras de Tomás lastimaron a Félix. Sentí pena al ver el sufrimiento silencioso que mostraba su mirada. En cierta manera lo entendía. En los últimos meses tuve los mismos problemas con Estela, peleas a diario, roces hirientes de palabras entre ambas y su rechazo a mi amor. Dolía, su indiferencia conmigo.
Por un buen tiempo culpe a las alocadas hormonas de la adolescencia por el comportamiento que nuestra hija mostraba.
Hasta que me di cuenta de algo, mientras observaba la foto de matrimonio de mis padres. Me llegue a preguntar, si de esa misma manera me comporte con ellos y si de igual manera. Yo sin querer, había lastimado sus sentimientos, mientras pasaba por esa etapa de la vida.
Adolescentes.
En cierto momento de nuestra vida es bueno recordar que también fuimos adolescentes, recordar que también estuvimos en esa misma piel de aquellas versiones jóvenes que intentan todos los días comprenderse a si mismos, antes que los demás los juzguen.
De esa manera entendí, que para cualquier ser humano llegar a ser adulto no es nada fácil.
El respiro hondo de Félix, llamo mi atención. Él traspaso mi cuerpo y empezó a buscar algo dentro de la cajonería de la cocina. Reviso todos los cajones hasta hallar mi recetario.
Hojeo, página por página hasta que encontró una receta. Luego lo guardo en su chaqueta y salió de la casa a toda prisa.
Trate una y otra vez escuchar el latido de los corazones de mis hijos, y no lo conseguí así que me quedé parada junto con el silencio de mi hogar.
No pasó mucho tiempo cuando volví a ver a Félix entrar por la puerta, llevaba con el, dos bolsas grandes de papel, las coloco encima de la isla y empezó a sacar de adentro de ellas algunos productos que había comprado en el supermercado
Mire con detalle había huevos, chocolates en barra, mantequilla y harina.
Félix hará un pastel.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro. Cruce los brazos. Y mire con atención a Félix mientras se ponía mi mandil.
Y ahí vienen de nuevo los recuerdos, como suaves gotas de lluvia que se pueden sentir.
Editado: 13.10.2023