Septiembre 19, Domingo
Paso casi una semana.
Una semana intensa. Jackie había sido reprochada por haber soplado algo que no debía. Liss y yo ya no hablábamos, ella no había recibido un castigo. Y todos seguían sin olvidar el chisme de la semana anterior. Mi mamá había estado llamando a distintos distritos de la zona por un empleo, no había conseguido uno aún. Pero esa, esa no era la cereza del pastel.
Ratas.
—Sí, justo lo que pensé—habló el plomero, quien estaba metido desarmando el tubo del fregadero. Lo que pasaba con eso, era que el agua se estancaba.
— ¿Qué pasa? —mi madre estaba en la cocina junto a él.
Yo me levante del sofá y me apoye en el marco de la puerta curiosa.
—Su fregadero está tapado, esa es la razón de que el agua no corra o salga turbia—le comunico, aun, dentro del mueble.
—Tapado—me miro, yo hice una mueca de confusión— ¿Con qué es, que está tapado?—mi madre se asomó.
El sujeto, se levantó apenas y nos mostró lo que estaba tapando el tubo del fregadero.
—Ay, carajo —salió de mi boca.
Tuve arcadas al saber, que estuve bebiendo agua con pizcas de rata muerta.
Realmente, me había dado un asco de la madre. Jamás se me cruzó por la mente que una rata pudiera haber estado estancada en la tubería.
—Te lo dije—hablé desde la cocina, cuando mi madre se despidió del plomero.
—Lo sé—se masajeo la frente—. Buscare un exterminador, aunque no tenemos dinero—reviso en la correspondencia que nos había llegado.
Al ojear, vi que era un aviso de la estación eléctrica. Llevábamos atraso con pagar nuestra boleta de luz.
Últimamente el desempleo de mamá, la estaba poniendo histérica.
Trataba de no hablar del tema, y no lo hacía. El problema con las ratas fue aumentando los días posteriores al encuentro del cadáver en el tubo del fregadero.
Evitábamos ocupar el agua del grifo, por lo que compramos agua en botellas hasta que solucionáramos el problema.
—Son $10.45—me aclaró el cajero sin ganas.
—Okey—busqué el dinero en mi bolsillo de la chamarra.
Cuando pagué, salí con tres bolsas. El supermercado del pueblo abarcaba menos de una cuadra. Era muy escaso. Para llegar a él, debías ir por una carretera que se conectaba a dónde estaban las viviendas. Básicamente, era un camino con el bosque alrededor.
Estaba atardeciendo, el cielo estaba gris y lloviznaba finito. Los últimos días, había estado lloviendo bastante, el clima no cooperaba mucho con mi estado de ánimo.
Las gotas pequeñas caían sobre las bolsas de plástico provocando un chip chip chip.
A medio camino, divise unas luces de carro. Sentí que paro a mi lado, pero no me atreví a mirar y seguí caminando.
El carro fue más despacio, mire de reojo, era uno negro, un Volkswagen en muy buen estado. El conductor bajo la ventanilla, no mire.
—Hola—habló y reconocí su voz. Me giré.
El chico. Era uno de los chicos de intercambio, el rubio con el que había hablado ese día en las escaleras.
—Hola...—dije apenas en tono confuso.
— ¿Quieres que te lleve? —levanto las cejas.
Su pregunta me sorprendió y la vez me dio escalofríos.
—Yo...—mire el camino—, me falta poco para llegar a casa—vacile—. Puedo caminar.
Él chisto la lengua, pasando las manos por el volante.
— ¿Va enserio? Está lloviendo—señalo hacia arriba.
Okey. Esto estaba raro.
—Ni siquiera nos conocemos—vacile.
—Claro que sí, estudiamos en el mismo lugar—me recordó.
Ok. Mega raro.
—Repito mi pregunta, ¿quieres que te lleve?—arqueo una ceja.
Muy bien. Esto se había puesto demasiado raro. ¿Meterme en el auto de un chico al cual habían acusado de asesinato? ¿Casual? Para nada.
No lo hagas, Cass, no lo hagas.
—Claro—moví mis manos divertida.
Mierda, lo hiciste.
Él le quito el seguro a las puertas. Rodeé el auto y abrí la puerta del copiloto.
Me metí en su auto sin intercambiar miradas hasta que me abroche el cinturón.
Exhalé y giré mi rostro. Él me sonrío y el auto empezó a moverse. Hubo unos minutos en los que no dijimos nada.
— ¿Por qué necesitas tantas botellas de agua?—dudó con la vista al frente.
Ahora que lo tenía de cerca, pude obsérvalo con más atención. El cabello lo tenía de un amarillo que parecía casi blanco. Pecas en sus mejillas y nariz, además de tez demasiada clara y ojos azules.
—Yo...nosotras—hice una mueca—, tenemos problemas con el agua del grifo.
— ¿Quién?
— ¿Disculpa?—ladeé la cabeza.
—Dijiste nosotras, supongo que no vives sola—forzó la vista para ver el camino, debido a que la lluvia se deslizaba por los vidrios.
—Ah, no—me reí falsamente—. Mi mamá y yo.
—Ya, ¿y qué pasa con su agua?
¿Por qué te interesa?
Lo pensé, no lo dije.
—Bueno... tenemos un problema con ratas—apreté los dientes.
—Ratas—asintió.
—Ratas—repetí.
Hubo una pausa de silencio larga. Me di cuenta que no llevaba la sudadera negra, sino una camisa cuadrille con las mangas hasta los codos con una camiseta blanca y jeans.
—Supongo que contrataran un exterminador...
—Sí, bueno, en estos momentos mi mamá esta escasa de dinero por lo que eso tendrá que esperar—aclaré.
—Yo puedo hacerlo—el auto paró.
—Acabo de decirte que no tenemos dinero para...
—No, está bien—sonrío y sentí que fue irónicamente—. Quiero devolver el favor.
Negué confusa.
—Ya llegamos—quito los seguros, no me di cuenta cuando los puso.
Mire por la ventanilla, era cierto, habíamos llegado a mi casa. Pero, ¿Cómo sabía dónde vivía?
No dije nada y bajé del auto. Rodeé una vez más el auto. Escuche el ruido de la ventanilla bajando.
—Gracias—me volteé dedicando una sonrisa insegura.
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Editado: 20.11.2021