Y E L L H A C K E R S

9. El exterminador ☺

Septiembre 22, Miércoles 

El camino iba silencioso, la mirada de Frank ya no estaba en el retrovisor y eso me aliviaba. Íbamos cruzando la curva hacia el cartel "Buen viaje. Vuelva pronto", íbamos directo hacia la ruta fuera de Statestown. El auto pisaba los charcos de agua de la lluvia anterior en la carretera salpicando los costados. Se notaba que estaba lloviznado leve afuera, debido al estado del vidrio.

Nadie hablaba, ni Arnar, Frank o yo. Y eso me ponía algo nerviosa, aunque a la vez agradecía ese silencio tan incómodo. Mire por la ventana empañada, los árboles se repetían y ya me estaba mareando. Suspire volviendo mi vista al frente.

Luego de unos cinco minutos aproximadamente, Arnar habló.

—Debes girar aquí, por ese camino—miro a Frank, señalándole a la derecha un camino de tierra. Este sólo asintió e hizo lo que él le dijo.

Me incorpore un poco y observe el alrededor. El camino que Arnar señalo, era una entrada. Había un portón de madera abierto por lo cual pudimos pasar sin problemas. El lugar parecía restringido, se extendía una cerca de color blanco despintada y maltratada por la lluvia. Cruzamos el camino de tierra en el que yacía algo de barro. Entre los árboles se distinguió una casa.

De casa no tenía nada, era mejor dicho una especie de casona. Era realmente impresionante pero extraña a la vez. Su color era un naranja pálido, constaba de tres pisos, las ventanas tenían rejas y se notaba las gotas de lluvia cayendo por las mismas. Tenía tejas de color carmesí. A su lado, se alzaba un campanario de piedra con pinta de que iba caer. Era una construcción vieja.

— ¿Vives aquí?—pregunte sin quitar la vista de la casona.

Frank paró el auto rodeando una alboreada pequeña que había en medio.

—Sí—me miro él con una sonrisa, desabrochándose el cinturón y abriendo la puerta—. No tardó—avisó para después cerrar la puerta. Lo vi subir las escaleras del porche, sacó unas llaves y abrió la puerta de madera.

—Muy peculiar, tu amiguito—me habló Frank, lo mire y él hacía lo mismo por el retrovisor. Estaba encendiendo un cigarro.

— ¿No vas abrir la ventana?—dudé seria, debido a que si no lo hacía nos íbamos asfixiar con el humo de su cigarrillo.

Él bufó con una sonrisa de labios cerrados e hizo lo que le pregunte, abriendo mi ventanilla. Aparté la vista de nuevo hacia la casona.

— ¿Tú no fumas, Cass?—se aclaró la garganta.

—Sí lo hicieras estaría matando mis pulmones—respondí a lo que él se río y volteé a verlo—. No entiendo cuál es la gracia.

—No me reía por eso—aclaró apoyando las manos en el volante.

Exhalé revoleando los ojos.

— ¿Ah no?—levante las cejas— ¿Entonces, por qué?

Dejo verme por el retrovisor y giró el rostro directamente hacia mí. Estaba bastante cerca, por lo que pude estudiarlo mejor. Realmente parecía más joven que mi mamá, ¿Cuántos años tenía este tipo?

—Crees que me trago el cuento de que es tu amigo...—dijo serio y no pude evitar reírme.

— ¿Y a ti que?—me crucé de brazos.

—Sólo quiero ser el padre que no tuviste—volvió la vista al frente—. Ya sabes, no quiero que te lastimen—su mirada se me cruzó con el retrovisor.

Abrí la puerta del auto y salí. Mis pies se estamparon en el barro, cerré la puerta con violencia y camine hasta alejarme un poco del auto. Me abracé. La llovizna era fría y fina, dolía al caer entre mis parpados. Me giré y cuando lo hice, observe a la chica de cabello morado y al chico castaño viniendo. Llevaban unos impermeables junto con botas y leña en la mano.

Se detuvieron un segundo al notarme y luego vieron hacia el auto para luego volver a verme. La chica se remojo los labios y siguieron caminando sin quitar su mirada de mí. Achique los ojos por la llovizna, algunos cabellos se me pegaron a la frente. Estaba mojándome pero prefiero esto a estar ahí dentro con Frank.

Cuando se acercaron levante mi mano con una sonrisa.

—Hola...—les dije.

El castaño subió al porche y antes que la de cabello morado lo siguiera se detuvo y me miró fijamente.

—Tú no deberías estar aquí—dijo. Su voz era suave y aguda pero a la vez con una pizca de superioridad. Hablaba español tan fluido, que si no me hubieran dicho que era de Islandia, la hubiera tomado como una local.

Con eso, subió las escaleras detrás del castaño, abrieron la puerta y la cerraron al instante. Me quite el cabello pegado de la cara y mire hacia el auto. Frank estaba fumando y a la vez viéndome.

— ¿Cuál es tu problema?—me giré y en la puerta vi a Arnar con una caja en la mano y la chica rubia discutiendo.

—Tú eres mi problema—le apunto en el pecho. Le costaba pronunciar las palabras y bastante—. No entiendo como pue...—me notó y se calló al segundo. Arnar suspiro y bajo las escaleras.

—Sí que te gusta la lluvia—susurro pasando por mi lado divertido, lo seguí.

— ¿Te ayudo?—pregunte al notar que estaba pesada

—No, yo puedo, gracias—aclaró.

Mire sobre mi hombro y la rubia seguía en el porche con la mirada seria. Arnar tocó la puerta haciéndole señas a Frank de que abriera la cajuela a lo que este lo hizo. Metió la caja que llevaba y cerró la cajuela. Él se subió al auto, yo me quedé viendo unos segundos hacia la chica, que si mal no recuerdo se llamaba Lára. Frank arrancó el auto y sin vacilar subí a mí lugar.

—Gracias por traerme, Frank—habló Arnar mirándolo—. Espero no te haya molestado.

Frank curvó los labios, abrió la ventanilla y tiro el cigarro.

—En absoluto—lo miro irónicamente.

Él sólo asintió y nos metimos en el auto.

Había parado de lloviznar cuando llegamos a casa, pero el ambiente estaba pesado debido a que se sentía la humedad. Ayude a Arnar con sus cosas.

—De nuevo gracias—le dijo a Frank.

Este sólo me miro de arriba abajo y meneó la cabeza caminando al porche. Cuando estuvo bastante lejos, le susurré a Arnar:




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