Y sí...?

Capítulo 16 ✅

Proceso que me están hablando, llamando mejor dicho desde Londres y concretamente desde la prisión donde mi padre se encuentra recluido, lo que me pone muy nerviosa.

Mis manos comienzan a sudar, un escalofrío recorre mi columna vertebral y miles de cosas pasan en un minuto por mi cabeza, no es él quien me está llamando sino un oficial o al menos eso quiero creer, todavía no estoy lista para enfrentar a alguien tan presente y que a la vez duele tanto, necesito más tiempo.

- ¿Hola?

- Hola.- digo con voz débil.

- ¿Estoy hablando con la señorita Gala Robinson?

- Si.- intento que mi voz tiemble menos.- ¿En qué puedo ayudarle?

- Solo queríamos informarle de unos hechos ocurridos recientemente con el recluso 209, Joe Robinson.- trago duro ante la mención de mi padre.

Seriamente quiero odiar a mi padre por lo que le hizo a mi hermana, él no pensó solo atacó al ser más indefenso de esa casa, aún habiendo dos adultos que son los que cometían el crimen, mi pequeña Rose no tenía culpa de nada pero al mismo tiempo no puedo odiarlo y olvidar todo mi feliz infancia con él, fue un padre amoroso, compresivo, siempre estaba en las reuniones del colegio, en mis obras escolares, y me duele saber lo que hizo, quema por dentro no poder odiarlo al cien por cien y seguir preocupándome por él.

- Diga, ¿Qué es lo que ha pasado con mi padre?- resoplo.

- Hace un par de días su padre se vio en vuelto en una pelea con otro recluso, el recluso 503, Carlos López.- el hombre hace una pausa.- A su padre lo apuñalaron tres veces y fue mandado de inmediato al hospital, las heridas no eran graves y su padre ya se encuentra la enfermería de la cárcel guardando reposo, pero vamos a trasladarlo y necesitábamos su firma.

Me tomo mi tiempo para procesar cada una de todas las palabras que ha dicho, intento no recordar que mi padre acuchilló a mi hermana y que esto que le ha pasado es solo algo que debía suceder, más allá de los años que le impuso un juez, porque en doce años mi padre todavía será joven, estará cerca de los cincuenta pero todavía tendrá tiempo para vivir, por el contrario mi hermana pequeña siempre tendrá los recuerdos de aquella noche, las cicatrices, así que, que él también tenga cicatrices que le recuerden su estadía en la cárcel es lo que por lo menos merece o al menos así lo veo yo.

- Agente, siento comunicarle que yo no me encuentro en Londres en estos momentos así que no puedo firmar la salida de nadie.- es raro yo creía que las salidas las firmaban jueces, abogados o fiscales.- No sabía que yo debía dar algún tipo de autorización para esto.

- Usted debe dar la autorización para que un juez decida si lo trasladan o no, su padre no puede pedirla porque se le quitó ese derecho y se le puso a usted como guardia y custodia de señor Robinson.

- ¿Qué quiere decir eso?

- Oh, ¿Nadie le informó de esto?- me quedo en silencio y él lo interpreta como un no.- Hace algunos meses incapacitaron a su padre en la toma de decisiones judiciales, no sé el porque señorita pero lo hicieron y la dejaron a usted con ese derecho.

- Todo es muy confuso pero creo que lo entiendo.- suspiro.- Yo no puedo hacerlo, estoy en la universidad y no iré pronto a Londres pero el hermano de mi padre si se encuentra allí, ¿puedo mandarlo a él?

- Si.

- Adiós.- cuelgo la llamada de inmediato.

Me dejo caer en la cama ante la atenta mirada de Vanesa y sin poder contener más las lágrimas acabo como una magdalena llorando.

Revivo el día, la noche en la que llegué apresurada tras la llamada de la policía a mi móvil, como a prisa salí de la casa de mi ligue ocasional, y como llegué a la escena donde mi madre lloraba desconsolada y su amante se había dado a la fuga, ni siquiera se dio el tiempo de declarar ante las autoridades.

Recuerdo llegar al hospital y llorar abrazada a mi abuela, a mi madre le habían dado un calmante y permanecía en una habitación dormida.

Puedo recordar a la perfección como fue entrar en aquella habitación blanca con luces molestas, como olía a desinfectante y como mi hermanita pequeña tenía heridas en su pequeña carita y en su torso, como tenía tubos en su pequeño cuerpo que la ayudaban a respirar y como lloré, grité y quise odiar a mi padre pero también a mí.

Yo sabia de la infidelidad pero lo oculté y no lo hice como Brandon, mi madre no amaba a su amante, tenía uno nuevo cada mes, no era ni de lejos como la situación de Brandon aunque no conozco bien su situación. Jamás dije nada porque tenía miedo, me daba pánico perder todo lo que conocía, temía que nos separaran, no ver de nuevo a papá porque sé que la mayoría de los juicios por custodia los gana la madre, y temía que por querer vengarse mamá nos apartara de papá pero al final mi silencio acabó con un mal final, que podría haber sido peor, para mi hermana, pero creí que era lo que debía hacer, necesitábamos permanecer en familia, eso es lo que me habían enseñado y yo fui demasiado ingenua y tonta para ver que nosotros llevábamos años sin ser una familia, al menos una sana.

Puedo recordar los días de juicios, como fue inmediato, pude ver a mi padre que parecía arrepentido, lo estaba según su abogado, pero algo en mi gritaba que una parte de él estaba feliz de habernos destrozado a todas, a mi madre la había dejado loca, a mi con desconfianza, sino podía confiar en mi familia ¿en quién podía hacerlo?, y a mi hermana pequeña la había dejado con marcas de por vida.

Puedo ver la cara descompuesta de mi madre, como no fue jamás fuerte por sus hijas, prefirió hundirse aunque a ella no le habían hecho nada porque jamás le habíamos importado, solo quería a sus amantes, la atención que estos le proporcionaban, y cuando se dio cuenta que eso ya no pasaría después de haber salido en la televisión se vino abajo, en el juicio perdió los papeles, gritando que mi padre le había quitado su vida, su juventud y que yo había sido un simple error entre jóvenes, y aunque odio a mi padre, sé que él no la obligó a nada, siempre le preguntó si quería tenerme o abortarme, si quería o no casarse con él, y mi padre le dio una vida cómoda, ella no quería trabajar y mi padre le consentía todos y cada uno de sus caprichos pero ella quería más, quería un último capricho, hombres, no quería a mi padre, no nos quería a nosotras, quería más hombres para sentirse como la puta ama, la que hacía caer rendida a los hombres y una vez que todo su teatro se vino a bajo, ella también lo hizo y mi abuela junto con un juez decidieron que lo mejor era internarla por seis años en una institución psiquiátrica.




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