¿y si empezamos con un Beso?

Capítulo 1: Quédate conmigo.

Suspiré sintiendo algo que hace mucho no sentía, miedo. Bajé del auto en donde me encontraba sentado hace más de media hora, tenía miedo de lo que podía encontrarme cuando pisara ese hospital. Pasé mis manos por mi cabello al ver que me estaba acercando a esas puertas de mala muerte.

Una vez adentro, caminé hasta la recepción y pregunté por mi chica. Porque ella era mía. La chica que me atendió hace menos de siete horas frunció su ceño y me dijo de mala manera en número de habitación donde se encontraba Amanda. 

<<Amanda>> susurró mi mente. Ella era mi amada, mi chica, mi única persona especial en el mundo y ahora estaba siendo arrebatada por quien sabe. Suspiré temblorosamente armándome de valor para verla acostada en esa camilla conectada con millones de cables que le daban vida, subí al ascensor y esperé que las personas entraran. 

Había una anciana caminando lentamente con su bastón. Refunfuñé al saber que no subiríamos sin ella y que se me estaba haciendo tarde para ir a ver a Amanda. Pisé rápidamente con mi pie mordiendo el interior de mi mejilla, cada vez que estaba impaciente parecía un conejo, como siempre me decía Amanda, pisaba con el pie rápidamente y empezaba a morder el interior de mi mejilla hasta que me lastimaba, siempre le había dicho que era una mala costumbre desde que tengo memoria y que no puedo dejar de hacerlo. 

Un tic nervioso, me dijo ella al empezar a buscar en Internet. Reí al recordar ese día. Habíamos estado en el banco haciendo unos trámites y empecé a sentirme nervioso y, con el calor que hacía ese día más Amanda que no se sentía bien, me volví loco. Cuando llegamos al departamento, mi chica empezó a sentirse mejor y empezó a buscar en Internet '¿Porqué un hombre se altera cuando va al banco?', reí nuevamente recordando que me enojé con ella porque me estaba tratando de loco, pero la amaba, me había dado cuenta tarde, pero la amaba más que a nadie y la necesitaba junto a mi. 

-¿Estás bien, cariño?-salí del trance del que estaba y miré a la anciana que estaba caminando lentamente y ahora se encontraba a mi lado. Abrí mis ojos al pensar cuanto tiempo había estado así, recordando los viejos tiempos. Donde Amanda era feliz junto a mi. Y no estaba en esa camilla.

Asentí con la cabeza tragando saliva sin emitir ningún comentario, tenía ese nudo en la garganta que no te dejaba tragar, hablar, sabía que se abría mi maldita boca, iba a terminar llorando como una nenita. Amanda siempre me decía que llorar no era para los débiles, ni te hacía uno, solo que si no te puedes desahogar hablando, puedes hacerlo llorando. Y ella estaba tan rota por dentro, que solamente sonreía con sus ojitos llorosos que me hacían besarla y abrazarla para que estuviera conmigo. 

Suspiré al sentir como las puertas del ascensor se abrían y armándome de valor, salí de esa caja mecánica y caminé hasta su habitación. Estábamos en el tercer piso por ese motivo había tomado el ascensor. Cuando salí de ahí, observé como era el ambiente donde tenían a mi chica, y decidí inmediatamente cambiarla de hospital, no quería que la tuvieran aquí. 

Había pacientes en los pasillos y las enfermeras junto con los camilleros atendían a las personas que llegaban del ascensor. Aquí se encontraba la sala de cirugía y había demasiados médicos y personas como para un lugar tan pequeño. Mi Amanda merecía mejor atención que este hospital de mala muerte. 

Pasé mi mano por mi cabello y me dirigí a pasos lentos hasta la habitación de mi chica. Pero una enfermera me detuvo con un grito y tuve que detenerme de mala manera. Fulminé a la señora regordeta y poco canosa y la observé a sus ojos marrones.

Alcé mi ceja exasperado esperando lo que estaba por decir esta señora enfermera. 

-¿Para donde se dirige, joven?-preguntó una voz chillona, hice una mueca de disgusto al escucharla y porque me estaba robando tiempo. Y mi tiempo con mi chica era especial.

-A la habitación 503.-dije cansado.-Mi novia tuvo un accidente anoche y...-la enfermera me detuvo alzando su mano al aire y luego la colocó en su cadera.

-¿Usted sabe que solamente los familiares pueden entrar a verla?-suspiré exasperado y pasé mi mano por mi cabello.

-Soy su novio.-dije cortante.-Ayer vine e hice el papeleo para que pudieran transferirla aquí.-le comuniqué. 

-Los novios sirven para perder el tiempo, no puedes pasar a verla, muchacho.-Abrí mis ojos a la respuesta de esa enfermera canosa y abrí mis labios para mandarla a cirugía, pero el médico canoso que atiende a Amanda, apareció frente a nosotros.

¿Qué tienen en este hospital que todos son canosos? 

-¿Pasa algo aquí, Elisa?-lo miré atentamente y me dirigí hacia él, pero la enferma se me adelantó y le comunicó lo que estaba pasando antes de que él apareciera. Él doctor me miró de reojo y suspiró acariciando mi cabello.

-Lo que pasa aquí, enfermera. Que Nicolas es el novio de la chica que trajimos anoche. -la señora regordeta abrió sus ojos y empezó a tartamudear. Fruncí mi ceño al no saber lo que estaba pasando.-Yo mismo lo dejé pasar, la muchacha no tiene contacto con sus familiares, y él es el único que tiene una relación intacta con ella, Eli.-miré con una ceja alzada a la enfermera y me indicó que podía seguir mi camino.

-Gracias.-dije dirigiéndome al médico y seguí con mi camino. Respiré profundamente y abrí lentamente la puerta. Y ahí estaba.  

Me acerqué hacia ella y me senté en una de las sillas que estaban en la habitación, como había pedido estaba sin compañía de otro enfermo, era lo mejor.  Suspiré y tomé su mano. No estaba ni fría pero no tenía ese calor corporal de siempre. Tragué saliva y me acerqué aún más para acariciar su mejilla que tenía un millón de rasguños. Sus manos estaban cubiertas de moretones junto con sus piernas. Su brazo izquierdo había sufrido una fractura. 

-Ellos no saben cuando volverás a mi, cariño.-susurré aún acariciando su mejilla. Sentí como mis ojos empezaban a lagrimear. -Hice todo lo que pude anoche, A. Me pidieron todos tus datos, no sabía que hacer. Tus padres no hablan contigo y yo...-me detuve al presenciar ese horrible nudo en la garganta que no te deja hablar. 




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