PARTE 2: PRODRÓMICA

Yana emprendió viaje hacia la provincia de Jujuy desde Buenos Aires. La emoción y la tranquilidad la acompañaban mientras se dirigía hacia la terminal de micros. Un aura de paz la invadía mientras traía a su mente los recuerdos de su viaje junto a sus padres y Ailan.

El viaje en micro le brindaría la oportunidad de observar el cambiante paisaje argentino, desde las bulliciosas calles de Buenos Aires hasta las serenas y pintorescas vistas de Jujuy. A medida que el micro avanzaba por la autopista, Yana contemplaba el paisaje cambiante a través de la ventana, viendo cómo la ciudad se transformaba en vastas extensiones de montañas y campos.

A medida que el viaje continuaba, se sumergió en la lectura de un libro y tomó notas en su cuaderno, aprovechando el tiempo en el micro para relajarse y encontrar inspiración.

Luego de un viaje de horas, había finalmente llegado hacia la provincia de Jujuy, Yana se sintió inmediatamente como en casa. La belleza de la región y la cálida bienvenida del lugar la hicieron sentir como si estuviera regresando a un hogar lejos de su hogar. Se dirigió a un encantador hospedaje que había visitado en sus viajes anteriores a Jujuy.

El dueño del hospedaje, el Sr. Novak, la recibió con una sonrisa amistosa. Ya se conocían de visitas anteriores, y el Sr. Novak siempre había sido un anfitrión encantador y servicial.

—¡Qué gusto volverte a ver, Yana! Estoy encantado de tenerte de vuelta en nuestro hospedaje. ¿Cómo ha estado tu viaje desde Buenos Aires?

El señor Novak es un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años de tez morena, con una apariencia madura y amable. Su cabello, que muestra algunas canas, se encuentra recortado de manera pulcra y con un aspecto cuidado. 

—¡Señor Novak!— saludó Yana mientras lo envolvía en un cálido abrazo —Ha sido un viaje increíble hasta ahora, y estoy emocionada por pasar tiempo en Jujuy nuevamente. Siempre es un placer estar acá.

El Sr. Novak sonríe ante sus palabras para seguidamente ayudar a Yana a instalarse en su habitación y proporcionarle información sobre las atracciones locales y lugares para explorar en la región que no había podido explorar con anterioridad. Jujuy era conocida por su belleza natural y su rica cultura, y Yana estaba emocionada por la aventura que le esperaba.

En su primera noche en San Francisco, Yana opta por disfrutar de la maravillosa naturaleza desde la comodidad de su cabaña de hospedaje. La cabaña estaba diseñada con grandes ventanales que permitían una vista panorámica de los impresionantes paisajes circundantes. La luna brillaba en el cielo estrellado, y el silencio de la noche la envolvía.

Yana se acomodó en un cómodo sillón junto a las ventanas, envuelta en una manta para combatir el frescor de la noche. Desde ahí, podía admirar la majestuosidad de las montañas de los alrededores con sus contornos destacados por la luz de la luna. Las sombras de los árboles y arbustos se movían suavemente con la brisa, creando un espectáculo visual fascinante.

El silencio de la noche se rompía solo por el suave murmullo de la naturaleza: el canto de los grillos y el susurro de la brisa entre las hojas. 

Los primeros días en Jujuy fueron realmente rejuvenecedores para Yana, como una caricia al alma. La belleza natural y la tranquilidad del lugar la habían envuelto en una sensación de paz que anhelaba y necesitaba desde hace tiempo. Sin embargo, la tranquilidad comenzó a ser reemplazada por la tensión cuando un día se encontraba explorando la reserva natural en San Francisco, un lugar rodeado de una extensa arboleda y en donde el sonido de la naturaleza podía llegar a ser abrumador.

Mientras caminaba por los senderos de la reserva, Yana comenzó a sentir una presencia inquietante a su alrededor, sabía que no estaba sola.

La sensación de ser observada se intensificó a medida que el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, arrojando sombras cada vez más largas en la reserva. Yana se sintió atrapada entre la inminente oscuridad y la creciente sensación de inquietud.

Caminaba con precaución, mirando a su alrededor en busca de cualquier indicio de lo que podría estar causando esa sensación de inquietante. Los sonidos de la naturaleza parecían haberse desvanecido por completo, y el silencio era ensordecedor. Cada hoja crujiente bajo sus pies parecía resonar como un eco, aumentando su ansiedad.

A medida que la oscuridad se intensificaba y la sensación de ser observada no disminuía, Yana decide regresar a la cabaña.

Sin embargo, en medio de la densa arboleda y los senderos enmarañados de la reserva, su mente le jugó una mala pasada.

Yana intentó seguir el mismo camino que había tomado al principio de su excursión, pero la oscuridad y la falta de puntos de referencia claros la confundieron. Pronto, se dio cuenta de que se había perdido en medio de la arboleda y no podía reconocer su camino de regreso.

La inquietud de Yana se transformó en una sensación de pánico a medida que se daba cuenta de que no sabía cómo volver a su cabaña. La maleza parecía cerrarse a su alrededor, y los sonidos de la naturaleza nocturna se volvían aún más perturbadores.

Con la creciente sensación de inquietud y la pérdida de orientación en medio de la arboleda, Yana toma su teléfono en un intento desesperado por comunicarse con el señor Novak o con alguien que pudiera ayudarla. Sin embargo, su angustia aumentó cuando se dio cuenta de que no tenía señal en su teléfono. La falta de cobertura en ese lugar remoto la dejó sin una vía de comunicación.

Yana intentó con insistencia, moviéndose en diferentes direcciones en busca de una señal, pero el dispositivo permanecía obstinadamente en silencio. La noche avanzaba y la oscuridad en la reserva se volvía más densa. La sensación de estar perdida y sin comunicación la envolvía por completo.

—¡Ayuda!

El grito de Yana, en busca de ayuda desesperada, rompe el silencio de la reserva. Sin embargo, su corazón se detiene por completo cuando, entre los árboles, ve a una figura masculina que la observaba fijamente, con ojos penetrantes y brillantes en la penumbra.