Yelena Hardy Archivo 1865

CAPITULO 1: EL ROBO

La nieve caía con fuerza sobre las silenciosas calles de Washington D.C., tiñendo la ciudad de blanco bajo un cielo gris y apagado. Entre los copos, una figura solitaria avanzaba con paso decidido. Era una mujer de cabello rubio, cubriéndose con un largo abrigo de cuero marrón. Su rostro estaba parcialmente oculto por una bufanda oscura y el ala del sombrero que llevaba bajo la capucha.

—Estás a tres manzanas de la casa —le dijo una voz masculina desde el auricular oculto bajo su abrigo.

Ella no respondió. Solo aceleró el paso.

Frente a una casona de fachada antigua, se detuvo. Con calma, colgó la llamada, se quitó el abrigo y lo dejó caer sobre la nieve. Bajo este, vestía un uniforme táctico negro, equipado con armas, municiones y herramientas de espionaje. En su rostro, una máscara con patrón metálico ocultaba su identidad por completo.

Saltó ágilmente la reja y se escabulló entre los arbustos nevados. En el interior, varios guardias patrullaban el lugar. Se deslizó por las sombras, midiendo cada paso, cada respiración. Cuando los guardias se alejaron, emergió con la precisión de un fantasma y se dirigió hacia el segundo piso.

La habitación que buscaba no tardó en aparecer: el despacho del alcalde.

Revisó cajones, muebles y estanterías. Documentos confidenciales, carpetas marcadas con sellos del gobierno… todo iba directo a su mochila. Hasta que la vio: una antigua caja fuerte incrustada en la pared, cubierta por un retrato al óleo.

Sacó sus herramientas y trabajó con rapidez. En pocos minutos, el pesado seguro se abrió con un clic sordo. Dentro había tres objetos: un diamante dorado que brillaba con un fulgor casi etéreo, un orbe oscuro que emitía un leve pulso de energía... y un polvoriento documento con la fecha 1865 impresa en la cubierta.

Yelena tomó los tres, pero algo la impulsó a abrir la carpeta antigua. En su interior encontró un artículo amarillento titulado: "Proyecto U". Lo hojeó con rapidez. Un párrafo resaltaba entre los demás:

> “Proyecto Ultra Humano da inicio en 1988. El experimento busca reconfigurar los límites de la evolución humana.”

Frunció el ceño. Cerró la carpeta sin abrir la otra, marcada también con la fecha de 1865. Su instinto le decía que no era el momento… pero su mente ya estaba plagada de preguntas.

Al cerrar la caja fuerte, la alarma se activó con un estruendo ensordecedor.

Yelena maldijo en voz baja y corrió por el pasillo. Los guardias irrumpieron desde todas direcciones. Con una precisión letal, fue derribando a cada uno con disparos certeros y movimientos estratégicos. Uno de los hombres, antes de caer, murmuró con voz quebrada:

—El proyecto… no ha terminado…

Esa frase la desconcertó por un instante, pero no detuvo su escape.

Saltó por una ventana al jardín, aterrizó entre la nieve y corrió hasta un vehículo oscuro estacionado a media cuadra. Dentro, se cambió rápidamente de ropa, guardó las carpetas y encendió el motor justo cuando escuchó las sirenas aproximarse. Decenas de patrullas pasaron a toda velocidad rumbo a la casa del alcalde.

Marcó un número en su teléfono. Una voz familiar contestó.

—Supongo que ya acabaste, ¿verdad? —dijo el jefe, con tono sarcástico.

—Tengo lo que querías. Dime dónde es el punto de encuentro, y prepárate para pagarme.

—Dos millones de dólares —respondió él—. El diamante lo vale. El orbe... mucho más.

Aceptó sin dudar.

Poco después, llegó al punto acordado. Dejó las carpetas en su auto. Otro vehículo se detuvo detrás. Dos hombres bajaron. Ella les entregó la mochila con el orbe y el diamante; ellos le entregaron un maletín con el cheque.

Sin decir palabra, subieron a su auto y desaparecieron.

Yelena volvió al volante. Encendió la radio. Una voz nerviosa interrumpía la programación habitual.

> “Última hora: robo en la residencia del alcalde de Las Vegas. El ladrón aún no ha sido identificado. Se presume que es altamente peligroso. Las autoridades han activado el protocolo de emergencia.”

Una sonrisa irónica se dibujó bajo su máscara. Luego su expresión se volvió seria. Observó las carpetas en el asiento del pasajero. No las había entregado. No podía hacerlo.

El misterio que encerraban... era demasiado grande para ignorarlo.




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