Yelena Hardy Archivo 1865

CAPITULO 3: EL HOMBRE DEL PASADO

El viento arrastraba la arena del desierto de Nevada como cuchillas silbantes. Bajo un cielo gris, una camioneta negra avanzaba por un camino que no figuraba en ningún mapa oficial.

Yelena iba al volante. Los nudillos apretados sobre el volante, la mente en mil lugares al mismo tiempo.

¿Por qué nadie le había contado la verdad?
¿Por qué su padre firmaba un informe que implicaba experimentos con niños?
¿Y si no estaba muerto…?

El silencio en el interior del auto era absoluto, salvo por las palabras que aún resonaban en su cabeza:

> “Mi hija está en riesgo… La extraje del complejo…”

Yelena apretó los dientes.

—¿Por qué me dejaste…?

A kilómetros de ahí, oculto en una vieja estación de energía abandonada, un hombre observaba las imágenes transmitidas desde un dron encubierto.

Sus ojos, grises y duros, estaban fijos en una pantalla: Yelena bajaba del auto frente a una cabaña.

Un rugido apagado salió de su garganta. La barba crecida ocultaba parte de sus cicatrices, pero no podía ocultar el dolor en su mirada.

Era Jhonatan Hardy. También conocido como Bloodshoot.

—Está más cerca de la verdad de lo que pensé… —dijo, en voz baja.

Un segundo hombre, más joven, apareció detrás de él.

—¿Vas a hablar con ella, coronel?

—No aún. Si se entera de todo antes de tiempo, podría volverse contra sí misma. O contra mí.

—Pero tú eres su padre…

—No. No lo soy… No desde que la entregué a ese infeliz encapuchado que se hace llamar “El Jefe”. Lo único que soy ahora… es su sombra.

Yelena ingresó en la cabaña donde un viejo conocido la esperaba.
César “El Cuervo” Medina, un archivista del mercado negro.

—¿Yelena Hardy? Me dijeron que habías muerto en Moscú.

—Aún no —respondió, seca.

Puso ambas carpetas sobre la mesa.

—Quiero que analices todo esto. Archivos de 1865 y 1990. Quiero nombres. Experimentos. Y sobre todo… Quiero saber si mi padre realmente está muerto.

Medina abrió los documentos con asombro.

—¿Dónde conseguiste esto? ¿Sabes lo que tienes entre manos?

—Empieza a hablar, Cuervo.

Mientras tanto, Jhonatan Hardy activaba otro protocolo. No podía quedarse en las sombras por mucho más.
No si Pullman se enteraba de que Yelena estaba husmeando en el Proyecto Ultra Humano.

Activó una línea encriptada. La pantalla mostró un contacto: "Objetivo DORMIDO".

> “Es tiempo de reactivar la unidad secundaria. Si me encuentran primero… no la perdonarán.”

Y lejos de ahí, en un sótano cubierto de niebla artificial, algo abrió los ojos.

De vuelta en la cabaña, Medina le entregó una hoja impresa. En ella, una imagen satelital mal filtrada: un hombre de pie frente a una antena clandestina, captado semanas atrás en Dakota del Sur.

El mismo rostro que aparecía en los documentos firmados en 1990.

Yelena lo reconoció de inmediato.

—Él… está vivo.

Su voz no era de alegría. Era de fuego contenido. De años robados. De heridas abiertas.

—¿Dónde se tomó esto?

—Coordenadas están ahí. Pero si vas, no lo hagas armada. Ese tipo era una leyenda. Cazaba mutantes con los ojos cerrados.

Yelena sonrió de lado.

—Yo no soy mutante.
Yo soy su hija.

Esa noche, Jhonatan Hardy observó el cielo estrellado desde su puesto de vigilancia.

Y supo que ella venía por él.

Y esta vez… no habría más secretos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.