Ubicación: Denver, Colorado – Antiguo laboratorio biomédico clausurado, zona industrial
El edificio estaba abandonado desde hacía más de dos décadas. Las ventanas cubiertas de madera, las puertas oxidadas, los pasillos llenos de polvo… y sin embargo, los sensores aún estaban activos.
Yelena lo descubrió cuando desactivó el tercer sistema de seguridad enterrado en el suelo.
—¿Un edificio olvidado con tecnología de detección láser? —murmuró, con el ceño fruncido—. Esto no es solo un laboratorio… es una fachada.
En su espalda, la mochila contenía solo lo esencial: las carpetas del archivo 1865, su pistola, un dron y una grabadora digital.
Iba a obtener respuestas.
Costara lo que costara.
Sala subterránea – Interior del edificio
Pullman la observaba desde una cámara oculta, los dedos entrelazados.
—La niña ha crecido —dijo, con su habitual voz controlada—.
Más que peligrosa… es impaciente.
A su lado, un hombre armado asintió.
—¿Procedemos a eliminarla?
Pullman sonrió.
—No. Deja que entre. Ya no necesito mentirle. Solo necesito que escuche lo que quiero que crea.
Instante después – Dentro del laboratorio
Yelena abrió una compuerta oculta con un código que había descifrado a partir del archivo. Pasó por un túnel reforzado, descendiendo niveles. Cada paso que daba la llevaba más cerca de lo que temía… y de lo que necesitaba.
Luces de emergencia parpadearon cuando llegó a la sala principal.
Pantallas rotas. Cápsulas vacías. Marcos de acero.
Un mural en la pared aún era visible: una ecuación genética rodeada por tres símbolos:
Un orbe oscuro.
Un diamante dorado.
Un ojo mecánico.
—El orbe y el diamante... como los que robé en casa del alcalde —dijo, en voz baja.
Entonces una voz retumbó por los parlantes.
> —Bienvenida, Yelena.
Ella desenfundó su arma.
> —No temas. Solo quiero hablar.
Lo has ganado, después de todo.
Has llegado al corazón de Proyecto U.
—¿Quién eres?
> —Me conoces como "el jefe". Pero mi nombre real es Sebastián Pullman.
Su corazón se aceleró.
No por la revelación.
Sino por la confirmación.
> —Fui yo quien financió tu nacimiento. Diseñé tus células. Elegí tu madre. Y entrené a tu padre.
Todo esto fue por ti.
—¿Diseñaste… qué?
> —Tú eres el mayor logro del Proyecto Ultra Humano.
Y lo que está dentro de ti… cambiará el mundo.
Silencio.
> —Ven conmigo. Serás la heredera de todo esto. Dejarás de ser una sombra para convertirte en el futuro.
Yelena miró las pantallas que quedaban encendidas. En una de ellas, una grabación mostraba a su padre cargándola de bebé.
Escapando.
Otra mostraba el orbe oscuro.
Otra… a Pullman observándola entrenar a los 10 años, en un campo cerrado.
—Tú… —dijo con rabia contenida—.
Tú me robaste la vida.
> —No. Yo te la di.
Fue entonces que el techo crujió. Un ruido fuerte vino desde el corredor. Disparos. Explosiones.
Y de la sombra, una figura surgió, armada con un fusil y una máscara negra.
Bloodshoot.
Yelena lo miró, sin pestañear.
—¿Tú otra vez?
Él bajó el arma, con voz grave.
—No vine a salvarte.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
El hombre dudó.
—Vine a decirte algo… que debería haberte dicho hace años.
Silencio.
—Yo… soy tu padre.
El mundo se congeló por un instante.
Yelena bajó el arma.
Solo un poco.
Pero su voz fue firme.
—Entonces empieza a explicar, papá.
Porque si esto es verdad… tenemos mucho de qué hablar.
Y muy poco tiempo antes de que Pullman intente matarnos a los dos.
Sala de control – segundos después
Pullman observaba las pantallas apagarse una a una. Una sombra se reflejaba detrás de él.
Otro hombre. Más joven. De rostro afilado.
Michael. DEADSHOOT.
—¿Procedo con el protocolo negro?
Pullman sonrió apenas.
—No. Déjalos hablar.
Lo que viene ahora… es mucho más interesante que una muerte rápida.
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Editado: 22.06.2025