Ubicación: Laboratorio subterráneo – Nivel 3
El eco de las alarmas aún vibraba entre las paredes de concreto. Las luces de emergencia proyectaban sombras angulosas sobre las cápsulas vacías. Yelena apuntaba su pistola a Bloodshoot —su padre— con firmeza… aunque su respiración se volvía menos controlada.
—Dilo otra vez —le exigió—. Pero esta vez, mírame a los ojos.
Bloodshoot se quitó la máscara lentamente. El rostro detrás era áspero, curtido por años de guerra, con una cicatriz cruzándole la ceja derecha. Pero sus ojos... sus ojos eran iguales a los de ella.
—Soy Jhonatan Hardy. Tu padre.
Y el hombre que falló en protegerte.
Yelena no bajó el arma, pero sus brazos temblaban.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo?
Él respiró hondo.
—Huyendo. Ocultándome de Pullman.
Del Proyecto U.
De lo que te hicieron... y de lo que me obligaron a hacer.
—¿Y me dejaste crecer creyendo que estaba sola?
—No te dejé —respondió con fuerza—. Nos separaron.
Te creí muerta. Durante años. Hasta que vi tu nombre en un archivo recuperado por Deadshoot.
Y supe que tenías que estar viva.
—¿Deadshoot? ¿Michael?
Jhonatan asintió.
—Él también fue parte del proyecto. Pero no está con Pullman. No desde hace tiempo.
Muchos como nosotros escapamos. Los llaman “Los Desviados”. Nos están cazando, uno por uno.
Yelena guardó silencio. Miró su mochila en el suelo. Las carpetas abiertas. Las fechas. Los nombres. Las firmas.
—¿Qué es el Proyecto Ultra Humano realmente?
Su padre bajó la mirada.
—Un experimento para crear soldados evolutivos. Humanos con modificaciones genéticas... nacidos para matar.
Los orbes, el diamante, incluso tú... no son armas. Son llaves.
Cada uno desbloquea una parte del programa.
Y tú eres la última pieza.
Yelena retrocedió un paso.
—¿Llaves para qué?
—Para activar lo que Pullman llama la Fase Omega.
Mientras tanto – Sala de monitoreo oculta
Pullman observaba desde una pantalla en tiempo real. A su lado, Michael (Deadshoot) miraba en silencio.
—¿Por qué no les diste el golpe ahora? —preguntó Michael, sin emoción.
Pullman sonrió.
—Porque ella necesita saber lo justo. Que es especial. Que su padre la abandonó. Y que yo soy la única salida que le queda.
Michael lo miró con dureza.
—Ella no va a elegirte.
—Lo hará —replicó Pullman—. Cuando vea lo que viene.
Pulsó un botón. En la pantalla apareció una ciudad: Houston. Un conteo regresivo comenzó.
T-72 HORAS
Fase Omega: ACTIVACIÓN PROGRAMADA
De vuelta con Yelena y Jhonatan
Ella se acercó a él, lentamente.
—¿Y entonces qué? ¿Qué hacemos?
—Escapar no es opción —respondió él—.
Necesitamos llegar a uno de los servidores madre. Están en Houston. Si destruimos el núcleo, detendremos la Fase Omega antes de que comience.
—¿Y si Pullman ya lo activó?
Jhonatan la miró serio.
—Entonces vamos a tener que detener algo... que no está hecho para detenerse.
Un sonido los interrumpió.
Clac.
Un dispositivo cayó del techo y se incrustó en el suelo. Emitía una luz roja, pulsante.
Jhonatan gritó:
—¡Yelena, cúbrete!
La explosión fue inmediata. Ambos fueron lanzados contra la pared. A través del humo, soldados vestidos con armaduras tácticas negras descendieron por los ductos.
La voz de Pullman resonó por los altavoces:
> —Lo intenté por las buenas.
Pero parece que el amor familiar sigue siendo una debilidad.
Yelena, aturdida, desenfundó su arma. Su padre ya estaba en pie, sangrando, apuntando con su fusil.
Y por primera vez…
peleaban juntos.
Corte – Afueras del laboratorio
Michael miraba las columnas de humo alzarse desde lejos.
No dijo una palabra.
Solo activó su comunicador.
—Código gris.
El Núcleo está comprometido.
El activo principal ya conoce la verdad.
Prepárense para la contingencia final.
Silencio.
Y entonces, una voz que no era Pullman respondió:
> —Entendido.
Activando el “Protocolo Y-19”.
Michael cerró los ojos.
—Perdóname, Yelena.
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Editado: 22.06.2025