Borde externo del Complejo Núcleo – Houston, Texas
T - 12 horas
La ciudad dormía, ajena al cataclismo que se gestaba en sus entrañas. Bajo el Centro de Bioingeniería Avanzada, oculto tras una fachada de investigación médica, el Proyecto U operaba en su máxima capacidad.
Afuera, bajo una tormenta eléctrica que comenzaba a formarse sobre el cielo texano, tres figuras descendían por una colina rocosa, enfundadas en trajes tácticos negros.
Yelena, Jhonatan y Michael observaban el perímetro.
—Mucha seguridad. Torres térmicas, torretas automáticas, sensores de ADN —murmuró Jhonatan, revisando su visor.
—Lo esperábamos —respondió Michael—. Pero yo instalé un acceso hace años. Una entrada de evacuación de científicos, al sur. No figura en el sistema digital actual. Si no la taparon, es nuestra mejor oportunidad.
Yelena respiró hondo. El orbe negro que ahora llevaba en una cápsula aislada en su espalda latía suavemente, como si presintiera el lugar de su nacimiento.
—Vamos antes de que ese cielo se ponga peor —dijo ella.
Túnel de servicio – Entrada sur
El conducto era estrecho, húmedo y oxidado. A medida que avanzaban, los sensores integrados en los muros comenzaban a reaccionar.
—¿Se supone que esta ruta estaba desactivada? —preguntó Jhonatan, apuntando su rifle.
Michael palideció.
—Pullman activó todo. Incluso lo que no debería funcionar.
Yelena avanzó hasta una compuerta circular con lector genético.
—Déjame intentar algo —dijo.
Colocó su palma contra el lector. En lugar de negar el acceso… las compuertas se abrieron de inmediato, con un sonido mecánico profundo.
Michael se quedó helado.
—Eso no debería ser posible. La llave maestra… sólo respondía al director del proyecto.
—¿Y qué crees que soy yo? —dijo Yelena, sin volverse.
Nivel subterráneo 4 – Corazón del Núcleo
El complejo era frío, quirúrgico, con luces blancas vibrando sobre pisos metálicos. Torres de cristal contenían versiones fallidas del orbe negro, flotando en soluciones químicas. Algunos mostraban grietas. Otros… se movían.
El trío se abrió paso por pasillos secundarios, evitando las cámaras, interfiriendo sensores. Pero algo no cuadraba.
No había soldados.
—Es demasiado fácil —dijo Jhonatan.
—Nos están dejando entrar —respondió Michael.
Yelena detuvo el paso. Su mirada se clavó en un panel de control cercano.
—Porque nos están guiando hacia donde él quiere.
—¿Cómo lo sabes?
Ella no respondió de inmediato. Miró su antebrazo.
La piel comenzaba a calentarse. A brillar, tenuemente.
El orbe la estaba reconociendo.
Sala de Control del Núcleo – Piso Central
Sebastián Pullman observaba las pantallas de seguridad. Vio a Yelena entrar al ala biotecnológica. Sonrió, satisfecho.
—¿Yelena Hardy… o Proyecto Y-19? —susurró.
Una técnica a su lado bajó la cabeza.
—El sistema ya está listo para la vinculación genética. En cuanto entre al núcleo central, se iniciará la transferencia de control del orbe al protocolo principal.
—Perfecto.
Y después de eso… que el mundo se adapte. O que desaparezca.
Cápsula Central – Sala del Núcleo
Las compuertas se abrieron como mandíbulas metálicas. En el centro, flotando en una cámara de energía, estaba el orbe original, más grande que los demás. Vivo. Palpitante.
Yelena lo sintió. Como si una voz le hablara directamente al alma.
No era lenguaje.
Era instinto.
—Tenemos que destruirlo —dijo Jhonatan.
Michael negó con un gesto desesperado.
—No podemos. Si lo atacamos, el campo de energía se revertirá. Explosión automática.
Yelena dio un paso más.
—Entonces hay otra forma…
Se quitó la cápsula que cargaba y la arrojó al suelo.
—Ese orbe no me controla.
Yo lo controlo a él.
Colocó su mano sobre la consola frente a la cápsula. Al instante, el sistema reconoció su código.
Luces rojas se tornaron azules. El latido del núcleo se sincronizó con el suyo.
Michael se acercó con los ojos abiertos como platos.
—Estás tomando el control del protocolo…
Pero algo falló.
La consola vibró. Alarmas sonaron. En las pantallas aparecieron caracteres antiguos, inestables.
> TRANSFERENCIA INTERVENIDA. ACCESO ALTERADO.
Una voz retumbó en toda la sala.
—Bienvenida, Yelena. Justo a tiempo.
Desde un elevador al fondo, Sebastián Pullman apareció vestido con un traje oscuro cargado de cables biomecánicos que se conectaban a su columna y brazos.
—Sabía que vendrías. Eres parte de mí, después de todo.
Yelena levantó su arma. Jhonatan también.
Pullman alzó una mano y todos los sistemas se congelaron.
—¿Qué hiciste? —gritó Michael.
Pullman sonrió.
—¿Recuerdan el código genético de Y-19? Lo diseñé yo. Y ahora he hecho algo mejor…
He reescrito el tuyo, Yelena. Mientras dormías, mientras respirabas, mientras luchabas.
Estás unida al Núcleo… pero el Núcleo responde a mí.
Yelena cayó de rodillas. Su cuerpo comenzaba a temblar.
Un pulso oscuro la recorrió desde la columna hasta los ojos.
Una marca circular apareció en su nuca. Un sello.
Una cerradura.
Pullman extendió la mano.
—Ven conmigo, hija. Acabemos con este mundo y construyamos el nuevo.
Yelena levantó la vista… con sus ojos ahora brillando en negro.
Por un instante… parecía que iba a obedecer.
Michael y Jhonatan se miraron, paralizados.
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Editado: 22.06.2025