Núcleo Central – Sala de Energía Viva
La sala entera respiraba como un organismo colosal. El orbe central, suspendido en un campo de energía densa, latía con un pulso grave, casi tectónico. La oscuridad que emanaba no era ausencia de luz, sino una presencia tangible, sofocante.
Yelena, arrodillada, parecía una estatua rota. Sus ojos, negros y ardientes, brillaban con la furia de algo vivo, pero domesticado. En la nuca, el sello lumínico parpadeaba al compás de las órdenes de Pullman.
—Obedece, Y-19 —dijo él, caminando despacio, los brazos abiertos como un falso mesías—. Somos la chispa y la llama. Juntos podemos rehacer la humanidad.
Jhonatan levantó el fusil, pero Yelena giró con una fluidez inhumana y lanzó un golpe invisible: una onda cinética lo arrojó contra la pared metálica con un estruendo seco.
Michael apenas dio un paso antes de que un chispazo electromagnético, nacido del cuerpo de ella, lo derribara.
Pullman sonrió.
—Finalmente, estás completa. El protocolo ultra-humano ha nacido.
Pero en el fondo de aquella oscuridad, algo comenzó a agrietarse.
Una voz emergió en su mente. No era Pullman. Era grave, neutral. Era Cuervo.
> “Yelena… abre los ojos. Lo que ves es una capa. El Archivo 1865 no está entero. Pullman solo robó una parte. La verdad duerme en otra línea.”
“Tu fuerza no viene de él. Proviene de los fundadores originales del Proyecto U… los que huyeron.”
“Recuerda quién eres. Tú eres la última llave viva.”
La negrura de sus pupilas se disipó como humo. La marca en su nuca ardió, se quebró y cayó como cristal roto. El control se evaporó.
Yelena se incorporó lentamente. No miró a su captor: lo atravesó con la mirada.
Pullman retrocedió.
—¿Qué… hiciste?
—Recuperé lo que me pertenece.
—Tú eras mía. ¡Te construí!
—No. Tú tocaste el arma. Yo… soy la fuerza que la empuña.
El orbe central respondió a su voz sin palabras. Los latidos se acompasaron con su corazón. Las cápsulas secundarias reventaron en ráfagas de luz blanca. El complejo tembló como si fuera a hundirse.
Pullman gritó, intentando activar sus implantes, pero Yelena ya lo había leído. Su mano, cubierta de símbolos arcanos extraídos del archivo original, destelló con un poder que no era de este siglo.
—¿Un nuevo mundo? —susurró—. Entonces yo lo escribiré.
Se lanzó. El choque en el centro del Núcleo fue una tormenta de luz y sombra. Pullman mutó, deformado por sus propios cables biomecánicos, hasta convertirse en un titán híbrido.
Yelena, guiada por el recuerdo revelado por Cuervo, no buscó destruirlo de inmediato: golpe a golpe, desmanteló su corrupción, arrancando pedazo a pedazo la ilusión de control.
Finalmente, con un giro de energía inversa, absorbió el Núcleo entero en su pecho.
Una explosión silenciosa barrió la sala. El cuerpo de Pullman se desmoronó en polvo metálico.
Jhonatan, ensangrentado, alzó la cabeza. Michael se sostuvo contra la pared.
En el centro, Yelena flotaba, iluminada desde dentro, una figura humana con un núcleo estelar.
—¿Yelena…? —murmuró su padre.
Ella descendió, los pies tocando el metal con suavidad.
—Ya no soy solo Yelena Hardy. Ese fue el nombre de mi cautiverio.
Michael dio un paso al frente.
—Entonces… ¿quién eres?
Ella retiró la máscara rota, dejando ver un rostro sereno, casi pacífico.
> —Soy NOVA 19.
La heredera del archivo.
La primera de la nueva humanidad.
Siete días después
El Núcleo fue sellado bajo toneladas de hormigón. Para el mundo, Yelena Hardy murió en Houston. Algunos susurraron que se había fundido con la energía del Proyecto U.
Solo Jhonatan y Michael conocían la verdad.
En un sótano olvidado de Berlín, una señal encriptada rompió el silencio. Era Cuervo.
> “El Archivo 1865 era solo la primera capa. Faltan seis carpetas ocultas. Los fundadores… siguen vivos. Nos veremos pronto, Nova.”
Ella cerró el mensaje y se colocó una nueva máscara: ligera, simbólica, con la N brillante marcada en el hombro.
No había final. Solo un punto y aparte.
La historia acababa de comenzar.
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Editado: 10.08.2025