La lluvia acariciaba mi ventana en Nueva York mientras observaba la ciudad desde mi loft. Me llamo Yisus Black, y aunque suene arrogante, soy el mejor detective de la ciudad. Los casos "imposibles" son mi especialidad, pero últimamente todo me parecía aburrido... hasta que llegó esa carta.
El sobre era de un pergamino grueso, con un sello de cera negra con la figura de un cuervo. Adentro, un mensaje críptico: "El Cuervo de Blackwood fue silenciado. Necesitamos su mente. Ven a la mansión. La recompensa valdrá la pena".
Alistair Blackwood. Millonario. Recluido. Suicidio la semana pasada. Demasiado perfecto para ser verdad.
Empaqué mi maletín con lo esencial: guantes, lupa, cámara y mi reloj de bolsillo de oro, el último regalo de mi padre. Mi talismán.
El viaje a Maine fue bajo una cortina de lluvia constante. La mansión Blackwood era exactamente como me la imaginé: un monstruo de piedra clavado en el acantilado, con ventanas que parecían ojos vacíos y un silencio que gritaba.
La puerta se abrió antes de que tocara. Un hombre alto y delgado, vestido impecablemente de negro, me esperaba. —Soy Silas,el mayordomo —dijo con voz suave como la seda—. Le estábamos esperando, señor Black.
Al cruzar el umbral, el olor a madera vieja y polvo me invadió. Pero había algo más... un aroma dulzón que no lograba identificar. Los retratos de generaciones de Blackwood colgaban de las paredes, sus ojos siguiéndome mientras caminaba.
El salón principal era cavernoso. Un grupo de personas estaba reunido alrededor de una chimenea donde crepitaba un fuego que no lograba calentar el ambiente gélido. Todos giraron para mirarme al unísono.
La mujer que debía ser la viuda se levantó. Vestía de luto riguroso, pero sus ojos brillaban con determinación. —Usted debe ser el detective—dijo, voice firme—. Mi marido no se suicidó. Alistair fue asesinado. Y el asesino —hizo una pausa dramática, mirando a cada persona en la room— está en esta habitación.
El silencio que siguió fue tan espeso que podría cortarse con cuchillo. Miré a cada uno de ellos:
Alexander Blackwood, el hijo, jugueteaba nerviosamente con su copa de whisky. Sus nudillos estaban blancos de tanto apretar el vaso.
Luna, la nieta rebelde, no apartaba la mirada del fuego como si buscara respuestas en las llamas. Llevaba ropa negra, pero su actitud desafiante delataba que no seguía las reglas de nadie.
El hermano de Alistair, un hombre pálido y enfermizo, tosía suavemente en un pañuelo de seda.
Y en un rincón, casi escondida entre las estanterías, una joven con gafas y aire de bibliotecaria observaba todo con intensidad.
—Cuénteme todo —dije, dejando mi maletín sobre una mesa de caoba—. Comenzando por qué hace tan segura de eso, señora Blackwood.
—Alistair tenía proyectos —respondió—. planes para expandir la empresa. Jamás se habría... —su voz se quebró por primera vez—. Además, odiaba las pistolas.
Mientras interrogaba a cada uno, noté las miradas que se cruzaban, las manos que temblaban ligeramente. Alexander afirmó que estaba "fuera, conduciendo" esa noche, pero no tenía testigos. Luna dijo haber estado en su habitación, escuchando música a todo volumen. El hermano tosía demasiado para responder con claridad.
La bibliotecaria, que se presentó como Elara, dijo trabajar en la catalogación de libros antiguos y no haber visto ni oído nada extraño.
—¿Puedo ver el estudio? —pregunté.
Silas me guió through pasillos interminables. La habitación donde Alistair había muerto estaba sellada. Al abrirla, el olor a pólvora y algo más... algo metálico, todavía permanecía en el aire.
Todo estaba impecable, demasiado ordenado. Demasiado perfecto. La alfombra persa mostraba una mancha apenas visible donde había caído el cuerpo. Me arrodillé y examiné el área alrededor de la chimenea.
Entre las cenizas, casi imperceptible, encontré un pequeño trozo de papel quemado con un símbolo extraño: un cuervo con una llave en el pico. Alguien había intentado quemar evidence pero no lo había logrado del todo.
—¿Encontró algo interesante? —preguntó Silas desde la puerta, making me saltar.
—Nada que no esperara —mentí, guardando el fragmento en una bolsa de evidence.
Esa noche, me instalaron en una habitación en el ala este. La tormenta rugía fuera, azotando los ventanales. Mientras revisaba mis notas, algo llamó mi atención: un ruido en el pasillo. Me acerqué a la puerta y encontré una nota deslizada por debajo.
Letras recortadas de periódico formaban el mensaje: "El último detective que vino aquí nunca salió vivo. ¿Serás diferente?".
El corazón me latió con fuerza. No estaba imaginando cosas. Alguien me estaba advirtiendo... o amenazando.
En ese momento, llamaron a mi puerta. Al abrir, encontré a Silas con expresión grave. —Señor Black,la policía acaba de llegar —anunció—. Dicen tener nuevas evidence... y que usted es el principal sospechoso.
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Editado: 28.08.2025