Yisus: El Caso De La Mansión Blackwood.

Capítulo 2: Juego de Acusaciones.

La voz de Silas resonó en el pasillo con una calma que resultaba inquietante. "Señor Black, la policía está aquí. Dicen tener nuevas pruebas... y afirman que usted es el principal sospechoso". Sus palabras cayeron como piedras en el silencio de la habitación.

Me incorporé lentamente, manteniendo la compostura aunque mi mente trabajaba a toda velocidad. ¿Cómo podía ser yo sospechoso si acababa de llegar hacía apenas unas horas? Esto olía a trampa desde lejos, y alguien quería quitarme de en medio rápidamente.

Al salir al pasillo, me encontré con tres oficiales de policía liderados por el Capitán Miller, un hombre de rostro adusto y mirada desconfiada que sostenía una carpeta en las manos.

"Detective Black", dijo con voz grave, "tenemos una orden de registro para su habitación y sus pertenencias. Hemos recibido información sobre un conflicto previo entre usted y el difunto Alistair Blackwood".

Un murmullo recorrió el grupo de familiares que se había reunido en el pasillo. Alexander no podía disimular una sonrisa triunfal, mientras la viuda Eleanor parecía genuinamente consternada.

"Eso es absurdo", intervine con calma. "Nunca conocí al señor Blackwood. Estoy aquí por invitación expresa a investigar su muerte".

El capitán no se inmutó. "Tenemos testigos que afirman lo contrario. Y hemos descubierto correspondencia que prueba su animadversión hacia la víctima".

Mientras los oficiales registraban mi habitación, pude ver cómo Alexander intercambiaba miradas significativas con Luna. ¿Estarían conspirando juntos? ¿O competían por algo?

La búsqueda dio resultados tan predecibles como alarmantes. En mi maletín, encontraron documentos sobre investigaciones pasadas de Blackwood Industries y, lo más grave, una carta de amenzas dirigida a Alistair con mi firma falsificada. La falsificación era burda, pero suficiente para causar problemas.

"Detective Black, tendrá que acompañarnos a la comisaría", anunció el capitán con tono definitivo.

Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado. Eleanor Blackwood se interpuso entre nosotros, su voz temblorosa pero llena de autoridad. "Esto es una farsa. Yo misma contraté al detective Black. ¿Están sugiriendo que soy cómplice de esta supuesta conspiración?"

El ambiente se tensó aún más. Los policías dudaron, claramente intimidados por la influencia de los Blackwood.

En ese momento crucial, una voz suave pero firme surgió desde atrás del grupo. "Yo puedo confirmar que el detective es inocente".

Todos giramos hacia Elara, la bibliotecaria, que permanecía pálida pero determinada en la puerta de la biblioteca.

"Vi a alguien merodeando por la habitación del detective hace aproximadamente una hora", declaró. "Era una figura alta, encapuchada, pero estoy segura de que no era el señor Black".

Silas frunció el ceño por primera vez desde que lo conocía. "¿Por qué no dijo nada antes, señorita Elara?"

"Tenía miedo", admitió ella, bajando la mirada. "Pero no puedo permitir que arresten a un inocente por algo que no hizo".

La intervención de Elara cambió el curso de los acontecimientos. El capitán Miller, aunque claramente frustrado, accedió a postponer mi arresto hasta "investigar estas nuevas declaraciones". Me quedaba una tregua, pero sabía que era temporal.

Esa noche, mientras la tormenta arreciaba fuera de los muros de la mansión, me reuní con Elara en la biblioteca. La estancia estaba sumida en una penumbra que apenas disipaban unas pocas lámparas, creando sombras que bailaban entre los estantes repletos de libros antiguos.

"¿Por qué me ayudó?" le pregunté, observándola cuidadosamente mientras tomaba asiento frente a mí.

Ella respiró hondo antes de responder. "Porque sé que Alistair fue asesinado, y usted es la única persona que puede demostrarlo". Hizo una pausa, mirando alrededor como para asegurarse de que nadie más pudiera oírnos. "Además, encontré algo que debería ver".

Entre los volúmenes de derecho corporativo, sacó hábilmente un falso lomo que escondía un diario de cuero gastado. "Es de Alistair", susurró. "Lo encontré hace una semana, escondido detrás de estos libros".

Abrí el diario con cuidado. Las páginas estaban llenas de la escritura firme y angulosa de Alistair Blackwood. En la última entrada, escrita el día de su muerte, decía: "Si me silencian, busquen el legado del cuervo. La verdad está en los números, siempre en los números. 13-3-9-14-1. Ellos saben que lo sé".

"¿Los números?" pregunté, sintiendo cómo se aceleraba mi pulso. "¿Tiene idea de qué podrían significar?"

Elara negó con la cabeza. "Era obsesivo con ellos. Los repetía constantemente en sus notas, incluso los garabateaba en los márgenes de sus documentos". Se inclinó hacia adelante, bajando aún más la voz. "Pero hay algo más. Esa secuencia numérica aparece también en la correspondencia oficial de la empresa. La he visto en documentos de Alexander y hasta en algunas notas de Silas".

Mientras examinábamos el diario más detenidamente, un ruido proveniente del pasillo nos alertó. El sonido de un paso furtivo, seguido del crujido de una tabla del suelo.

Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, abriéndola de golpe. Solo alcancé a ver una somra desvanecerse en la oscuridad del corredor, moviéndose con rapidez hacia las escaleras principales.

Al regresar a la biblioteca, mi sangre se heló. El diario había desaparecido. En su lugar, sobre la mesa donde lo habíamos dejado, había una pluma negra de ave con una pequeña mancha roja en la punta, todavía húmeda.

En ese momento, la voz de Alexander resonó desde la entrada de la biblioteca: "Parece que no eres tan listo como dicen, detective. ¿O acaso pensaste que podrías husmear en los asuntos de mi familia sin pagar las consecuencias?".




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