La voz de Alexander resonó en la biblioteca con una mezcla de desdén y satisfacción. Me giré lentamente para enfrentarlo, manteniendo la calma aunque cada instinto me gritaba que estaba frente al responsable de la desaparición del diario.
"Parece que subestimé la hospitalidad de los Blackwood", respondí, midiendo cada palabra. "Acusaciones falsas, pruebas plantadas y ahora ¿robo de evidencias?"
Alexander sonrió, apoyándose contra el marco de la puerta con una arrogancia que solo quienes nacen en la opulencia pueden permitirse. "Simplemente protejo los intereses de mi familia, detective. No podemos permitir que extraños husmeen en asuntos privados."
Noté que Elara se había puesto pálida, sus manos temblaban ligeramente mientras pretendía ordenar unos libros en el estante cercano. ¿Estaría mintiendo sobre lo que había visto? ¿O tenía miedo de Alexander?
"Tu padre escribió sobre un 'legado del cuervo'", mencioné deliberadamente, observando su reacción. "Y sobre números. 13-3-9-14-1. ¿Significan algo para ti?"
Por un instante, algo se quebró en su máscara de seguridad. Un parpadeo demasiado rápido, un leve titubeo antes de responder. "Tonterías de un viejo que estaba perdiendo la cabeza. Mi padre se obsesionó con teorías conspirativas en sus últimos meses."
En ese momento, Eleanor Blackwood apareció detrás de su hijo, vistiendo una bata de seda que parecía demasiado elegante para la hora. "Alexander, ¿qué está pasando aquí? He escuchado voces."
"Nada importante, madre", respondió él, aunque su tono había perdido parte de su seguridad. "El detective estaba a punto de retirarse por la noche."
Eleanor me miró directamente, y por primera vez vi algo más que dolor en sus ojos: había determinación. "Detective Black, quizás deberíamos hablar en privado. Hay cosas que necesita saber sobre mi familia."
Mientras seguía a Eleanor a través de los pasillos silenciosos, no pude evitar notar cómo las sombras parecían moverse a nuestro paso. La mansión respiraba secretos, y cada puerta cerrada guardaba una historia que alguien quería mantener oculta.
Nos sentamos en un pequeño salón de té que olía a lavanda y nostalgia. Eleanor sirvió té con manos steady, aunque su voz delataba una emoción contenida.
"Mi marido estaba asustado las semanas previas a su muerte", comenzó, mirando fijamente su taza. "Recibía cartas, siempre con el mismo símbolo: un cuervo con una llave en el pico."
El símbolo coincidía con el fragmento de papel que había encontrado en la chimenea. "¿Sabe quién se las enviaba?"
"Él creía que era alguien dentro de la familia", susurró, bajando aún más la voz. "Alistair estaba reescribiendo su testamento. Iba a desheredar a Alexander."
La revelación era significativa. Proporcionaba un motivo claro, pero también podía ser una cortina de humo. "¿Por qué iba a hacer eso?"
"Alexander ha estado malversando fondos de la empresa durante años", confesó, con dolor evidente en cada palabra. "Mi hijo es... un hombre débil, detective. Y mi marido finalmente había tenido suficiente."
Mientras procesaba esta información, un ruido proveniente del pasillo nos alertó. Eleanor se puso pálida. "Deben habernos escuchado", murmuró con genuino terror.
Al salir al pasillo, estaba vacío. Pero en el suelo, justo frente a nosotros, había un sobre blanco. Lo recogí con cuidado usando un pañuelo.
Dentro, una sola hoja con un mensaje compuesto con recortes de periódico: "El cuervo calla a quienes hablan demasiado. Cuidado con el nido."
Eleanor jadeó, llevándose una mano a la boca. "Es igual que las cartas que recibía Alistair."
Decidí que necesitaba investigar la habitación de Alexander. Si había estado robando a la empresa, podría haber documentación. Esperé hasta que la oscuridad fue total y los sonidos de la mansión se apagaron.
Moverse por los pasillos de Blackwood Manor de noche era una experiencia surrealista. Las sombras tomaban vida propia, y cada crujido del suelo sonaba como un disparo en el silencio.
La habitación de Alexander estaba en el ala oeste, separada de las demás. La cerradura era antigua pero resistente. Me tomó varios minutos abrirla con las herramientas que siempre llevaba conmigo.
Dentro, todo era lujo y orden meticuloso. Demasiado ordenado, como si alguien quisiera demostrar algo. Comencé por el escritorio, buscando cualquier documento financiero o registro de transferencias.
En el segundo cajón, detrás de un falso fondo que descubrí por pura intuición, encontré un conjunto de llaves antiguas y un libro de contabilidad que claramente no era oficial. Las cifras eran astronómicas, con transferencias regulares a una cuenta en las Islas Caimán.
Pero lo más interesante era una carta, fechada el día antes de la muerte de Alistair. Escrita por Alexander, decía: "Si sigues con esto, te arrepentirás. No me dejarás sin mi herencia."
Estaba a punto de salir cuando oí pasos acercándose. Me escondí en el armario, conteniendo la respiración mientras la puerta de la habitación se abría.
Alexander entró, pero no estaba solo. Hablaba con alguien en voz baja pero urgente. "...no puedo encontrar el diario. Él debe tenerlo. O ella."
La otra voz respondió, y reconocí el tono inmediatamente. Era Silas, el mayordomo. "Debemos actuar rápido. La policía regresará por la mañana, y si él habla..."
"Él no hablará", dijo Alexander con una frialdad que heló la sangre en mis venas. "Ya me encargaré de eso. Como me encargué de mi padre."
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Editado: 28.08.2025