Yisus: El Caso De La Mansión Blackwood.

Capítulo 7: El Legado del Cuervo.

La nota que encontré en mi maletín me heló la sangre. La misma caligrafía elegante, el mismo tono críptico. ¿Quién estaba detrás de estos mensajes? ¿Y qué "horrores" podían quedar por descubrir después de todo lo que había revelado?

Decidí que no podía irme de Blackwood Manor todavía. Eleanor estaba arrestada, pero alguien más seguía jugando conmigo, moviendo los hilos desde las sombras.

Reuní a los residentes restantes en el salón principal: Alexander, Elara y Silas. La atmósfera era tensa, cargada de secretos no dichos y miradas que evitaban encontrarse.

"—Alguien me está enviando notas—" anuncié, mostrando el último mensaje. "—La misma persona que me invitó a venir aquí. ¿Alguno de ustedes sabe algo sobre esto?—"

Alexander negó con la cabeza, pero noté que sus manos temblaban ligeramente. Elara parecía genuinamente confundida, mientras que Silas mantenía su expresión impasible de siempre.

"—Debe ser un bromista—" dijo Alexander, con una voz que intentaba sonar convincente pero que fallaba. "—Con todo lo que ha pasado...—"

"—¿O tal vez fue usted?—" interrumpí, fijando mi mirada en él. "—Uno de sus intentos por desviar la atención de su propia culpabilidad—."

Elara intervino, poniendo una mano protectora sobre los documentos que había recuperado. "—Detective, tal vez deberíamos concentrarnos en lo que tenemos. Estos papeles... revelan mucho más que solo el testamento—."

Mientras examinábamos los documentos de la caja fuerte, descubrimos que los números 13-3-9-14-1 no solo correspondían a fechas de transacciones, sino también a coordenadas que señalaban un lugar específico en los terrenos de la mansión.

"—El legado del cuervo—" murmuró Elara, recordando las palabras de su padre. "—Siempre pensé que era metafórico—."

Decidimos seguir las coordenadas. Nos llevaron a una sección olvidada de los jardines, donde una estatua erosionada de un cuervo vigilaba sobre una base de mármol cubierta de musgo.

Alexander, con renovada determinación, ayudó a mover la pesada estatua. Debajo, encontramos una escalera de piedra que descendía hacia la oscuridad.

El descenso fue claustrofóbico. El túnel olía a tierra húmeda y tiempo detenido. Al final, llegamos a una cámara subterránea que parecía una cripta antigua.

Las paredes estaban cubiertas de estantes con libros y documentos tan antiguos que parecían a punto de desintegrarse. En el centro de la habitación, un escritorio de roble guardaba un diario aún más antiguo que el de Alistair.

Elara tomó el diario con reverencia. "—Es del primer Blackwood—" susurró, pasando las páginas con cuidado. "—Habla sobre los cimientos de la fortuna familiar...—"

Sus palabras se cortaron cuando llegó a una entrada específica. Su rostro palideció visiblemente. "—Dios mío...—"

"—¿Qué?—" pregunté, acercándome.

"—No fue solo riqueza lo que construyó esta familia—" dijo, con voz temblorosa. "—Fue sangre. Traición. Crimen—."

El diario detallaba cómo el primer Alistair Blackwood había obtenido su fortuna through actos innombrables: chantaje, sabotaje, y según sugerían las páginas, algo aún peor que el autor solo insinuaba con terror.

"—Hay una lista—" continuó Elara, sus ojos recorriendo las páginas. "—Nombres de personas que... desaparecieron—."

En ese momento, una figura apareció en la entrada de la cripta. Era Silas, pero su actitud había cambiado por completo. Ya no era el mayordomo sumiso, sino un hombre con una determinación feroz en los ojos.

"—Deberían haber dejado esto enterrado—" dijo, con una voz que resonó ominosamente en el espacio cerrado. "—Algunas verdades no están meant para ser descubiertas—."

Alexander dio un paso al frente. "—¿Qué sabe usted de esto, Silas?—"

El mayordomo sonrió, una expresión extraña y torcida en su rostro siempre controlado. "—Más de lo que imagina, joven maestro. Mi familia ha servido a los Blackwood por generaciones. Y hemos guardado sus secretos por igual—."

Mientras hablaba, noté que sostenía algo detrás de su espalda. Un objeto metálico que reflejaba la tenue luz de nuestra linterna.

"—Los secretos del pasado tienen una forma de alcanzar el presente—" continuó Silas, avanzando lentamente. "—Y a veces, el precio de la verdad es más alto de lo que están dispuestos a pagar—."

Elara, con una valentía que no sabía que tenía, sostuvo el diario como un escudo. "—Mi padre murió por esto. Merecemos saber la verdad—."

La confrontación se interrumpió cuando un ruido proveniente de uno de los túneles laterales nos alertó. Pasos apresurados, múltiples, acercándose rápidamente.

Silas pareció genuinamente sorprendido. "—No... no deberían estar aquí—."

Antes de que pudiéramos reaccionar, un grupo de figuras encapuchadas irrumpió en la cámara. No dijeron una palabra, pero su intención era clara: querían el diario.

Lo que siguió fue una confusión de forcejeos, gritos y carreras through los oscuros túneles. En el caos, perdí de vista a Alexander y Elara.

Cuando finalmente logré deshacerme de mis atacantes y regresar a la cámara principal, estaba vacía. Solo quedaba el diario antiguo en el suelo, abierto en una página específica.

La página mostraba un árbol genealógico de los Blackwood, con varias ramas marcadas con una misteriosa "X" roja. Y en la parte inferior, una nota escrita con urgencia:

"La línea de sangre está manchada. El verdadero heredero no es quien crees."




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