La cripta había quedado en silencio, pero el eco de la confrontación aún resonaba en el aire cargado de polvo y secretos. Recogí el antiguo diario del suelo, mis dedos temblando ligeramente al tocar las páginas que habían desatado tanta violencia. La nota en la última página me heló la sangre: "La línea de sangre está manchada. El verdadero heredero no es quien crees."
¿Dónde estaban Alexander y Elara? ¿Y quiénes eran esos encapuchados que habían irrumpido en la cripta? Las preguntas se amontonaban en mi mente mientras examinaba el árbol genealógico con más detenimiento. Las marcas de "X" rojas no parecían aleatorias—señalaban ramas familiares que habían sido eliminadas deliberadamente de los registros oficiales.
Decidí seguir el túnel por donde habían llegado los intrusos. La passage era más estrecha que los demás, con paredes que mostraban marcas de herramientas recientes. Alguien había estado expandiendo estos túneles en secreto.
Después de varios minutos de caminar por la oscuridad, llegué a una pequeña cámara iluminada por una única lámpara de aceite. Allí encontré a Silas, tendido en el suelo con un corte en la cabeza pero consciente.
"—¿Qué pasó?—" pregunté, arrodillándome a su lado.
"—Ellos... no deberían haber encontrado este lugar—" murmuró, con voz débil. "—He dedicado mi vida a proteger estos secretos—."
Mientras le vendaba la herida, Silas comenzó a hablar—esta vez con una franqueza que nunca antes había mostrado. Me contó sobre la verdadera historia de los Blackwood: cómo la fortuna se había construido sobre cimientos de traición y crimen, y cómo cada generación había añadido sus propios secretos oscuros al legado familiar.
"—Su mayordomo anterior—" recordé de repente. "—El que desapareció hace veinte años. ¿Estaba relacionado con esto?—"
Silas asintió lentamente, con dolor en los ojos. "—Mi padre. Descubrió algo que no debería haber visto. Eleanor lo hizo callar para siempre—."
La revelación me dejó sin aliento. ¿Cuántas muertes más estarían conectadas a esta maldición familiar?
"—¿Y los números?—" insistí. "—13-3-9-14-1. ¿Qué significan?—"
"—Coordenadas—" explicó Silas. "—Pero no solo para esta cripta. Hay otra cámara, más antigua. Donde el primer Blackwood escondió sus pecados más oscuros—."
Mientras ayudaba a Silas a ponerse de pie, encontramos a Alexander inconsciente en un túnel lateral. Tenía moretones pero respiraba con normalidad. Al reanimarlo, su primera pregunta fue por Elara.
"—Se la llevaron—" dijo, con voz ronca. "—Uno de ellos la reconoció. Dijo algo sobre 'la verdadera heredera'—."
La pieza final del rompecabezas encajó entonces. Los encapuchados no eran intrusos—eran protectores. Miembros de las ramas olvidadas del árbol genealógico, aquellos marcados con "X" roja, que habían estado vigilando desde las sombras.
Seguimos el rastro de los raptores through túneles que parecían interminables. Finalmente, llegamos a una cámara oculta detrás de una cascada subterránea. La escena que presenciamos nos dejó paralizados.
Elara estaba de pie frente a un grupo de personas que habían quitado sus capuchas. Eran hombres y mujeres de todas las edades, pero compartían un parecido familiar inconfundible con los Blackwood. Y en el centro del grupo, una mujer anciana sostenía un antiguo medallón con el símbolo del cuervo.
"—Bienvenida a casa, Elizabeth—" dijo la anciana a Elara. "—Tu verdadero nombre—."
Elara—Elizabeth—miró el medallón que la anciana le entregaba. Era idéntico al que había visto en el retrato de la fundadora de la familia Blackwood.
"—Los números—" explicó la anciana— "—no son solo coordenadas. Son un código. 13-3-9-14-1 corresponde a M-C-I-N-A. Mcina Blackwood, la verdadera fundadora de esta familia—."
La historia que emergió entonces reescribía todo lo que creía saber. Mcina Blackwood había sido la hermana menor del primer Alistair Blackwood, cuya contribución a la fortuna familiar había sido borrada de la historia. Los "herederos legítimos" eran en realidad usurpadores.
Mientras procesábamos esta revelación, Alexander dio un paso al frente. "—Entonces... yo no soy—"
"—Eres un Blackwood—" interrumpió la anciana— "—pero no el heredero legítimo. Esa distinción pertenece a Elizabeth—."
En ese momento de máxima tensión, un sonido familiar nos alertó. El crujir de madera vieja—alguien más estaba en los túneles. Y esta vez, reconocí los pasos antes de ver a la persona.
Eleanor Blackwood apareció en la entrada de la cámara, con la pistola todavía en la mano y una sonrisa triunfal en el rostro. Claramente se había escapado de la custodia policial.
"—Qué conmovedora reunión familiar—" dijo con sarcasmo. "—Lástima que no vivirá para contárselo a nadie—."
Pero antes de que pudiera disparar, Silas se interpuso entre ella y Elara.
"—Ya basta, Eleanor—" dijo con una autoridad que nunca le había escuchado. "—He fallado en proteger a Mcina, pero no fallaré con su última descendiente—."
El enfrentamiento final estaba a punto de comenzar, pero entonces ocurrió algo inesperado. Del techo de la cámara comenzó a caer polvo y pequeñas piedras. Un sonido sordo retumbó through los túneles—como si algo grande se estuviera derrumbando.
Los encapuchados se miraron entre sí con alarma. "—Las excavaciones—" dijo uno— "—hemos debilitado demasiado los cimientos—."
Las paredes comenzaron a temblar, y del techo empezaron a desprenderse pedazos de roca más grandes. La cámara secreta—y todos nosotros—estábamos a punto de quedar sepultados para siempre...
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Editado: 28.08.2025