El niño me miraba con unos ojos que eran el reflego exacto de los míos. Nueve años. Habían pasado nueve años en este tiempo mientras Clara y yo estábamos en el pasado. Elara mantenía el arma firme, sus manos temblorosas pero su mirada llena de una determinación feroz.
"—¿Yisus?—" la voz de Jonathan era apenas un susurro detrás de mí— "—¿Eres realmente tú?—"
Asentí lentamente, sin apartar la vista del niño—mi hijo. "—El viaje en el tiempo... no calculamos la dilatación temporal—."
Elara soltó una risa amarga. "—¿Dilatación temporal? ¡Me abandonaste! ¡Dejaste que Vance destruyera todo!—"
Avancé un paso, con las manos extendidas. "—Elara, fuimos al pasado. Conocimos a Mcina. Trajimos la solución—."
Clara mostró la semilla genética que Mcina nos había entregado. Brillaba con una luz suave, iluminando la devastación a nuestro alrededor. "—Esta semilla puede revertir todo—explicó—pero necesitamos tu ayuda—."
El niño—mi hijo—se acercó curioso. "—Mamá dice que eres un héroe—" dijo— "—pero que te perdiste—."
El arma en la mano de Elara bajó un centímetro. Vi el conflicto en sus ojos—el amor y el odio luchando detrás de esas pupilas que tantas veces me habían mirado con admiración.
"—Te llamaste Yisus—dijo Elara—por tu padre. Pero él es Alexander para mí—."
Alexander. Mi hijo llevaba mi nombre. El dolor de esa revelación me atravesó como una daga.
Jonathan se incorporó con dificultad. "—Elara, ellos dicen la verdad. El Cronos siempre fue impredecible—."
Mientras hablábamos, las alarmas sonaron de nuevo. Vance había encontrado nuestra ubicación.
"—¡Tenemos que movernos!—gritó Elara, transformándose instantáneamente de mi acusadora a la soldado que la guerra había forzado a ser—. ¡Los seguidores de Vance detectaron la energía del viaje!—"
Nos guió a través de túneles que none recordaba, pasando por cámaras fortificadas y refugios llenos de rostros famélicos. La ciudad subterránea que había conocido estaba irreconocible—convertida en una fortaleza de guerra.
"—¿Qué pasó aquí?—preguntó Clara, horrorizada—. ¿Dónde están los protectores?—"
Elara respondió sin mirarnos. "—Muertos. Traicionados. O unidos a Vance—." Se detuvo frente a una puerta blindada—. Este es nuestro último refugio—."
Dentro, encontramos a Alexander—el Alexander de esta época—con la barba crecida y cicatrices que none tenía antes. Al verme, su rostro se contrajo en una mueca de dolor y alegría.
"—¡Sabía que volverías!—abrazándome con fuerza—. Los cálculos decían que era imposible, pero yo sabía—."
Mi hijo pequeño se refugió detrás de mis piernas, observando a su tío con ojos curiosos. La escena era surrealista—dos generaciones de Blackwood unidas por un destino que none habían elegido.
Alexander nos explicó lo ocurrido durante nuestra ausencia. Vance había usado el Caos temporal para consolidar su poder, creando un culto alrededor de la "purificación humana". Muchos seguidores de Mcina se unieron a él, creyendo que éramos los traidores.
"—Pero tenemos aliados—dijo Alexander—. Los resistentes—."
Nos mostró un mapa holográfico con puntos de resistencia alrededor del mundo. La semilla de Mcina podría activarlos todos simultáneamente.
Elara finalmente bajó el arma. "—Perdóname—susurró—. El dolor... nueve años...—"
La abracé, sintiendo cómo temblaba en mis brazos. "—No hay nada que perdonar—. Yo te fallé—."
Mientras nos reuníamos, mi hijo—Yisus—tocó la semilla que Clara sostenía. Al contacto con su piel, la semilla brilló con una intensidad cegadora.
"—¡Él es la clave!—exclamó Clara—. ¡Su ADN está sincronizado con la semilla!—"
Mcina había diseñado la semilla para que solo funcionara con un descendiente directo que nunca hubiera sido expuesto a la modificación genética original. Mi hijo era el candidato perfecto.
Pero entonces, Vance irrumpió en el refugio con sus seguidores. No estaba solo—lo acompañaba una versión corrupta de los protectores, con los símbolos de Mcina distorsionados.
"—¡La semilla!—gritó Vance—. ¡Es mía!—"
En el forcejeo, la semilla rodó por el suelo y se resquebrajó. Una energía dorada comenzó a escapar, formando un vórtice sobre la cabeza de mi hijo.
"—¡No!—grité, corriendo hacia él—. ¡Aléjense!—"
Pero era demasiado tarde. La energía envolvió al niño, levantándolo en el aire mientras gritaba de dolor y éxtasis simultáneo.
Elara se lanzó hacia Vance con una furia que none había visto nunca. "—¡Lo has matado!—"
Pero entonces, el grito de nuestro hijo se transformó en un canto. Una melodía que none era de este mundo—hermosa y terrible a la vez.
Cuando la energía se disipó, Yisus flotaba sobre el suelo, con los ojos completamente dorados. "—Veo—dijo con una voz que era la suya y otra—. Veo todos los caminos—."
Vance retrocedió, aterrorizado. "—¡El profeta! ¡Mcina dijo la verdad!—"
Mi hijo extendió las manos, y la destrucción a nuestro alrededor comenzó a revertirse. Las paredes se reconstruyeron, los heridos se sanaron, y hasta las cicatrices de guerra en el rostro de Alexander desaparecieron.
Pero el precio fue terrible. Con cada milagro, mi hijo envejecía—de nueve años a diez, luego a doce, a quince...
"—¡Detente!—supliqué—. ¡Está costando tu vida!—"
Yisus me miró con ojos que conocían demasiado. "—Es mi destino, padre. Mcina lo sabía—."
Cuando la transformación completó, mi hijo era un joven de dieciocho años—había perdido nueve años de su vida en nueve segundos.
Vance y sus seguidores huyeron, aterrorizados por el poder que habían desatado. Pero el verdadero peligro apenas comenzaba.
Yisus—mi hijo ahora adulto—nos miró con tristeza infinita. "—La semilla no era para curar... era para despertar—."
Y entonces, señalo hacia el cielo—hacia las estrellas que none podíamos ver desde las profundidades.
"—Ellos vienen—dijo—. Los que esperaban esta señal—. Los verdaderos herederos de Mcina—."...
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Editado: 28.08.2025