Desperté un domingo por la mañana, este será un día normal, pensé. Apenas abrí los ojos noté algo extraño. Esta no es mi habitación.
Tallé mis ojos con mis manos cerradas para observar mejor todo el ambiente. Me acomodé en la cama, quedando sentada.
Linda habitación, fue lo qué pasó por mi mente.
Linda habitación... Linda habitación... Esperen. ¿Linda habitación?
¿Donde estoy? Puedo estar completamente segura de que no es mi habitación, aún que si es un poco similar por los colores qué hay en esta.
Lo único que pasaba por mi mente en ese momento era la curiosidad. Curiosidad de saber: Como, Cuando y Por qué.
Admiré, por unos segundos, las paredes de esta habitación. Estaban decoradas con lindos retratos de paisajes naturales o abstractos.
Mi cara agobiada cambió, drásticamente, a una de horror.
¡No, no, no y no! No es posible.
Al bajar la mirada hasta mi cuerpo, noté que este estaba completamente desnudo.
Mi piel se erizó cuando mi cerebro comenzó a procesar la información.
— ¡Maldita sea! — grité. Tapé mi boca con ambas manos al darme cuenta de había alzado la voz. Aparte de que había dicho una mala palabra en público.
Un montón de... ¿cobijas? Empezaron a moverse incómodamente en la cama.
Lo que mis ojos vieron fue algo que ellos no pudieron creer.
Mi vista se nubló, el tampoco tenía puesto ropa y lo único que lo cubría era una cobija y solo cubría la mitad de su cuerpo.
Pude sentir como mis mejillas se tintaban de un tono carmesí y como ardían. Al darme cuenta de que estaba mirando mi cuerpo, —que estaba accidentalmente descubierto—, lo cubrí con una cobija.
— ¿T-tú? — balbuceé insegura.
— Oh, si. Soy yo, Nena. — habló. Lo miré asqueada y una corriente recorrió todo mi cuerpo.
¿Qué había hecho?
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Editado: 25.10.2018