— Pudo ser peor — rompí el silencio que se había formado tras la salida de Max.
Lilian volteó a mirarme y me miró enojada, pero en un intento de animarla le sonreí alzando mis hombros.
— No — puso sus codos sobre la mesa y se agarró la cabeza — Esto debió ser mejor.
Corrí más la silla hasta ella y poso mi mano detrás de su espalda.
— Al menos intentaste que esto saliera perfecto. — la animo.
— Pero no lo salió, no lo fue. — alzó su cabeza y me miró — ¿crees que soy sofocante con ustedes?
Pero que pregunta la que se ha lanzado, en estos momentos es donde sientes el verdadero terror recorrer por tus venas. La quedo mirado y le sonrío de lado.
— No siempre — digo restándole importancia.
Deja caer su cabeza en la mesa y se da un fuerte golpe, luego hace mohines haciendo un sonido lastimero como si estuviera enojada y triste a la vez, en pocas palabras como si se tratase de un pequeño berrinche.
— Pero yo solo quiero lo mejor para ustedes ¿Me entiendes verdad? — Voltea a mirarme, sin despegar la cara de la mesa.
— Claro bebé, te comprendo. — le digo para animarla, pero eso ocasiona que grite echándose a llorar.
Agarro la taza con café que había pedido.
— Cuando termines con tu berrinche me avisas, un café es malo cuando se enfría. — le aviso y le doy un pequeño trago — Esto sí que está delicioso.
— A ti solo te importa comer y no tu amiga. — se pone firme sobre su asiento y me mira — ¿soy una mala amiga?
— Oye, con calma — dejo el café en la mesa y agarro sus manos. — Eres la mejor amiga que cualquier persona puede tener, eres una hermana que todos desearían pero que Dios solo me la trajo para mí, obvio y para Max. — rodeé mis ojos.
Eso la hace reír y me da un fuerte abrazo.
— No sé qué haría sen ti.
— Estarías llorando — Bromeé.
Después se eso, la llevé hasta la casa de naranjito y yo me fui hasta la universidad. Todo esto se nos estaba saliendo de las manos y Max debería entender que nos preocupábamos por él, ni un amigo que te ama ignoraría tus problemas, al menos te darían apoyo moral, pero en este caso teníamos que tomar otras medidas.
— Señorita, señorita …
Volteo pensando que me estaban llamándome a mí.
— Usted — me señala.
— ¿Yo? — me señalo.
— Si, usted señorita Jones — su seriedad me intimidaba.
Me acerqué hasta donde estaba ella.
— ¿Estoy en problemas?
— Eso dependerá de cómo lo vea usted, señorita Jones.
— Solo llámeme Mercy —sonrío nerviosa.
— Claro, sígame señorita Jones.
No le digo nada y solo me limito a seguirla, estaba utilizando tacones negros modelo princesa, con una falda entubada que no estaba tan ajusta y una camisa blanca, su cabello rojo le hacía resaltar su piel blanca. Subimos por unas escaleras y eso ya no me gustaba.
Sabía quién era, todos en la universidad la conocimos, ella era la secretaría del rector. Cuando llegamos hasta la oficina del rector, toca la puerta tres veces y se voltea a mirarme.
— Puede ingresar. — y con eso se retira dejándome sola con la puerta.
Vuelvo a tocar la puerta, por puro morbo y se escucha una voz indicándome que ingresara.
— Buen día — asomo mi cabeza antes de ingresar completamente.
— Tome asiento señorita Jones. — señala la silla que estaba al frente de su escritorio.
Estaba preocupada, nada bueno podría salir de una reunión de sorpresa con el rector de la universidad, y mucho menos si era la universidad en la estabas estudiando o en todo caso estudiabas. Mis manos comenzaron a sudar y su atenta mirada incrementaba mi nerviosismo. No decía nada, solo me miraba, como el gato a un ratón.
Pone sus codos sobre el escritorio y acerca sus manos formando un puño, lo acerca hasta su barbilla y reposa ahí, pero sin quitarme la mirada de encima.
Que me mate alguien si he hecho algo malo. Pensé.
— No señorita Jones —se ríe — No ha hecho nada malo.
Debería dejar la costumbre de pensar en voz alta.
Instintivamente pongo mis manos sobre mi boca con una vergüenza de los mil dioses.
— Lo siento, lo siento tanto. — hago una reverencia como usualmente se utiliza en Asia.
— No se preocupe — Se ríe y recuesta su espalda en el asiento. — Estoy contento de poder conocerla al fin.
Eso solo indica que me estaba esperando, que había escuchado de mí y que me conocía o al menos eso quería creer.
—He escuchado que es una buena estudiante, aplicada, responsable, determinada… — el simple hecho que el rector se tome el tiempo de halagarme es porque algo quería, algo que no iba querer hacer.
Mientras no sea sexo no había problema.
— Tengo una pequeña tarea para usted y espero pueda aceptarlo — y ojo de loca no se equivoca, y no me equivoqué. — Quería saber si tenía un trabajo a medio tiempo.
El que el rector le interesé mi tiempo es porque en verdad me necesitaba, me acomodé en mi silla y me puse cómoda hasta tuve el valor de cruzar mis piernas intentando verme seria y formal.
— Lo único que tengo es un hijo — le avisé.
El rector me mira ceñudo y un poco confundido.
— Sus documentos no hablaban de ni un hijo. — saca un portafolio de uno de sus cajones.
— Es un hijo que no figura en mis registros, pero no hace nada, no molesta si no lo molestan, es igual que yo. — le sonrío. — pero es independiente, creo que ya va cumplir un año si no me equivoco.
El hombre frente a mi abre su boca de asombro y solo parpadea dos veces.
— ¿Nadie lo cuida? —El interés del rector me hace reír.
— La verdad que no, Botas es un gato muy independiente. — meneo la mano restándole importancia,
— Es usted una jovencita muy graciosa — se ríe y me le uno. — Entonces no hay inconveniente al respecto.
— Dependiendo de que trate esa tarea.
— Es fácil, solo debes de hacerle conocer la ciudad a uno de los hijos del inversionista de la universidad.