Yo no fui, Fue el gato. [pausada]

La sinceridad frente al espejo.

—  ¿Me gusta? — le pregunté a Botas. — Es obvio que sí, pero se va ir y nunca lo volveré a ver.

Volteo a mirar a Botas que se encuentra en una esquina de la cama, mientras yo estaba sentada con la espalda en la pared y la laptop sobre mis piernas.

Esa mañana solo me ocupé de realizar los trabajos de la universidad y al terminar me fui al hospital a visitar a Max.

—  Hola cariño — saludo al entrar, pero me recibe la espalda de una mujer — ¿Dónde está Max?

— Como puedes ver, aquí no está — se voltea y sonríe. — Que pequeño es el mundo, así que nos volvimos a encontrar vecina por el cual el futuro de mi hermana corre riesgo.

Camina hacia a mí unos pasos, mi asombro me hace demorar en corresponderle el saludo, aprieta mi mano y luego la voltea para mirar el interior de mi muñeca.

— Mucho gusto, hermosa, soy Raquel.

—  ¿No eres Roberta?

Mi pregunta la hace sonreír y niega con su cabeza.

— Felizmente no, pero soy su hermana — suelta mi mano y camina hasta la ventana donde antes había estado — Max ya regresa, el doctor se lo llevó para hacerle unas radiografías.

Sigo mirándola sin ni un pudor, pero todavía no salgo de mi asombro al saber que son gemelas, pero lo que más me intrigaba era saber qué tipo de relación tenían esos dos.

Saco mi teléfono rápido y le escribo un mensaje a Lilian.

«Hay una mujer en la habitación de Max, en la que aclaro que nunca mencionó, repito, nunca mencionó.»

Veo como agarra su mochila y la cuelga sobre su hombro.

— Me voy, dile que me escriba y si puede que me llame — vuelve a extender su mano, pero está vez no demoro en recibirla — Fue un gusto conocerte, vecina.

— ¿Gracias?

Sale de la habitación y me siento en la camilla aun en mi asombro.

¿Cómo rayos se conocen?

— ¿Qué? — respondo la llamada de mala gana.

— Como que, ¿Qué? — la voz de molestia es notable — Explícame eso de que hay una mujer en la habitación de mi niño.

Me río como Lili se refiere a Max y le describo a Raquel de pies a cabeza.

Maravillándome por la forma de vestirse; llevaba unas botas negras con plataforma, un pantalón cargo, que simplemente le quedaba hermoso y sin dejar de mencionar la camiseta naranja. Muy distinta a su hermana, porque Roberta era una mujer que destilaba elegancia de cualquier lado.

— ¿Su maquillaje? — pregunta Mercy entusiasmada.

— Podría decirte cara lavada, pero solo llevaba sombra de cejas y un sutil delineado.

— ¿Era hermosa?

— Era muy hermosa, pero muy hermosa — camino hasta donde estaba ella antes, al frente de la ventana — Puedo decirte que es la versión femenina de Max y podría ser lesbiana solo por ella.

— Quiero estar vivo para ver eso — la voz de Max me hace sobresaltar y se ríe. — ¿Es Lilian?

— Si — la pongo en altavoz y me acerco hasta donde él estaba en silla de ruedas— Lili estás en altavoz.

— Espérenme ahí que ya me estoy cambiando para ir por el chisme.

Max se acuesta en la camilla, mi mirada no se quita de él aún pensando como es que la conoce.

— Pregunta lo que no te deja respirar — habla aún manteniendo sus ojos cerrados — Sé que tienes hermosos ojos, pero tu mirada en estos momentos me deteriora la belleza.

— ¿Cómo la conoces? ¿Por qué sabe de mí? — me acerco hasta la camilla — Mejor aún, ¿Por qué me dice vecina?

— No sé.

— ¿Cómo que no sabes? — agarro su brazo — ¿No sabes como la conociste o qué?

— No sé porque te ha dicho vecina. — voltea a mirarme — Yo no le he contado de ti, bueno si, pero no.

— ¿Cómo que le has contado de mí? — me enojo y aprieto su brazo con fuerza.

— Oye, oye cálmate pequeña karateca — aleja su brazo — Solo sabe que te amo y que eres importante para mi — da un pequeño empujón con su dedo índice en medio de mi frente.

— Ajá — es lo único que digo.

Maxi se entretiene en su teléfono, me comienza a ignorar y a cada rato sonríe hacia su teléfono.

— Ojalá llegue rápido Lilian, al menos ella no me ignora por una carcacha — refunfuño.

— ¿Se está quejando la princesa o me parece? —  voltea rápidamente a mirarme y otra vez se entretiene en el teléfono —  Solo deberías cuidarme ya que estoy enfermo. —  hace un puchero.

— Si, muy enfermo — saco el teléfono para imitar su acción — La niña dijo que la llames que quería hablar urgente contigo.

La puerta se abre de un solo tirón e interrumpe la respuesta de Max.

—  Ahora sí, cuenten y exageren.

— Gracias, estoy bien y no corro riesgo. — se queja Max.

— Si, si, ya cuéntame. — se sienta en la orilla de la camilla y le hace ojitos.

— No tengo nada que contar — intenta ignorarnos otra vez con el teléfono, pero Lilian le arrebata el teléfono y lo pone atrás de su cuerpo — De vuélveme el teléfono Lilian, no les contaré nada.

— ¡Oye! — se queja Lili — Yo te cuento todo, absolutamente todo hasta en las posiciones que me pone mi bebé.

— ¡Lilian! — le reprendo.

— Lo cuentas por que lo quieres contar, yo ni te pregunto.

Lilian y yo lo miramos con ironía, ya que él era el primero en preguntar acerca de cualquier cosa sin pudor.

— Ya, pero quiten esa mirada de perversas.

Después de eso fue poco lo que contó, diciendo y alegando que era algo privado, que después él nos contaría, cosa que respetamos, aunque igual insistimos un poco y solo mencionó que eran amigos de los que siempre les gustaba fortalecer la amistad. Lilian fue la primera en dar el grito al cielo al escucharlo y algo en mi burbujeó de emoción.

No es normal que una persona de ese tipo de relación esté preocupada por ti hasta el punto de visitarte en el hospital, al menos yo no lo haría y de eso estoy segura; algo en mí me decía que aquella razón por la que siempre estaba sonriendo al teléfono era ella.

— ¿Por qué sigues aquí? —  preguntó Max.




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