Yo no fui, Fue el gato. [pausada]

El primero

 Capítulo 19: El primero

Estaba en la sala de embarque, las personas con maletas van y vienen, aunque me parecía absurdo viajar a Italia solo por 24 horas, pero no perdía nada en el intento. Lo que sí me preocupaba era estar aproximadamente 18 horas sentada, sin moverme e ir al baño, era lo que más me torturaba.

Pensé en traer a Botas conmigo, pero era comprar otro pasaje y no tenía para costearlo, aunque estaba segura que si le decía a Alex gustoso le compraba uno. Así que mejor estaría con Lili.

Una voz por los altavoces indica que el vuelo ya estaba listo y me levanto para encaminarme a la puerta que me indican. Me pongo en la fila y espero mi turno.

Una vez dentro del avión, mis nervios me atacan y mis uñas son víctimas de ellos, felizmente estaba en la ventana y podía ver todo por mi ventana. Mis nervios no solo eran por estar en el avión tantas horas, si no el hecho que prácticamente me estaba yendo fuera del país sin siquiera avisarle a mis padres. Quizás escaparte es grandioso o irte de paseo con tus amigos sin avisar era un lujo, pero era dentro de la ciudad, sabe con quién vas y son conscientes de que regresarás en unas horas. Pero yo estaba en un avión yendo hacia el otro lado del mundo.

—Respira Mercy — respiro hondo — No se enterarán, y si lo hacen ya habrás regresado, con fe.

Abro y cierro mis ojos respirado con brusquedad en un intento tonto de tranquilizarme. Por otro lado, estaba yendo a conocer a los padres de mi chico, aunque me había dicho que les había hablado de mí y les encantaba, no podía siquiera dejar de pensar.

Todo esto era nuevo, muchas emociones se me cruzaban por mi pecho y comienzo a sudar.

—Estoy exagerando.

—¿Primera vez en avión?

Volteo hacia mi derecha y era un hombre, casi de mi edad, que me sonreía.

—Primera vez saliendo del país — sonrío.

—Si duermes, podrás aliviar un poco la tensión. — sonríe amigablemente — Mi esposa siempre se angustia cuando tenemos que hacer largos viajes.

—Oh — me asombro al saber que es casado y tan joven.

—Sí, es la reacción de las personas cuando se enteran que estoy casado.

—No, no, es solo que es sorprendente.

—¿El estar casado? — curiosea.

—No, bueno sí, pero tan joven.

—Es lo que dicen muchos — sonríe y apoya su espalda en el asiento — Mis padres se negaban a que me case, pero uno enamorado hace locuras.

—Que te puedo decir — me rio, porque yo era el vivo ejemplo al estar viajando miles de kilómetros.

—Te recomiendo que duermas, nos espera un largo viaje, pero te perderás la maravilla de pasar por el cambio de horario.

Sonrío agradeciendo por su amabilidad, su pequeña charla me había alivianado un poco y me pongo el cinturón de seguridad.

Los altavoces indican que pertenezcamos en nuestros asientos y que no nos quitemos los cinturones de seguridad.

El avión comienza a moverse, miro por la ventana y solo sonrío al ver la ala del avión, aprovecho para tomarle foto y guardo mi teléfono. Cuando el avión comienza a ascender la presión se siente, pero intenté regular mi respiración; me gustaba viajar, no lo iba a negar, pero mil veces preferiría hacerlo por auto que, por avión, sobre todo porque mis oídos sufrían por la presión.

— Espero que hayas traído algo con que entretenerte.

Lo miro y recuerdo que ni siquiera había traído un libro para leer. Solo niego con la cabeza.

—    No te preocupes, yo siempre estoy preparado y agradécele a Dios que te hayas cruzado en mi camino, si no, hubieras muerto del aburrimiento.

—    Eres muy amable — sonrío.

Me entrega un libro, era una novela romántica. La pasta gruesa solo indicaba lo cara que había sido.

—Solo te pido que no arrugues las hojas, mi esposa me mataría.

—¿Dónde está tu esposa? — me atrevo a preguntar.

—En Italia, vivo allá, bueno, vivimos.

Se ríe y enciende su portátil.

—Vine solo por trabajo, aunque logré visitar a mi familia, pero se terminaron las vacaciones.

—¿No extrañas tu país?

   —Claro que lo hago — sonríe — Pero, cuando encuentras un pedacito de paz y amor en un país que no es el tuyo, lo hace soportable. Además, estamos en la dulce espera.

—Es maravilloso — me emociono — Disculpa por el grito, me parece increíble.

—No te preocupes, aunque sintiera que te conozco de años — extiende su mano en un saludo formal — Soy Juan, mucho gusto…

—Mercy — nos damos un fuerte apretón — El placer es mío.

—Viajas por vacaciones — afirma adivinando.

—Algo así, mi novio es de Italia y solo estoy visitándolo, bueno en realidad me presentará a su familia y no sabes, estoy tan nerviosa que no sé si les caeré bien y si su madre me logra odiar, no sé qué haría.

—No te preocupes, toda madre sabe reconocer si la mujer que su hijo ha elegido es la correcta y puedo decir que, sin conocerte, sé que lo eres.

Agradecía sus palabras, porque la verdad era que no me sentía completamente confiada para enfrentar la situación. Más que todo por las palabras que escuché de Roberta antes de tomar el vuelo hacia Italia.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero siento como mi compañero de viaje me despierta.

—Te vas a perder la mejor parte de este viaje — susurra.

Abro y cierro mis ojos con rapidez, me asomo a la ventana y veo como del día pasa a la noche. Era algo asombroso y estaba maravillada por lo maravilloso del espectáculo, mi sonrisa estaba de oreja a oreja, volteo hacia aquel hombre joven y su sonrisa era brillante.

—¡Me encantó! — doy un grito ahogado.

Se ríe y asiente.

—Lo mismo me pasó la primera vez — pasa su vista a la portátil y luego a mí — No te duermas, estamos por llegar dentro de unas horas, te arrepentirás de no ver la ciudad iluminada.

Asiento y bajo mi mirada al libro que yacía en mis piernas.




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