Yo soy William Browne

Miranda

Como ya había dicho, a nuestro grupo de amigos lo llamamos “los amigos especiales”, en total somos cinco, y de todos, Miranda fue la primera de los verdaderos amigos que hice, dicho eso, contaré la historia de cada uno de ellos, empezando por ella, lo mejor que recuerde.

Un día en el que el calor se sentía levemente en la piel, cuando el sol ya pasaba el punto medio justo arriba, y se encaminaba a desaparecer por el oeste cubierto por edificios que hacían que, irremediablemente debamos despedirnos del sol mucho antes que en verdad se ocultase a lo lejos, iba caminando a hacer compras al supermercado que no estaba tan lejos de mi casa,  recuerdo que yo siempre andaba distraído, incluso hasta ahora, y no me gustaba mirar a mi entorno en ningún momento, tal vez por eso vi por primera vez a Miranda saliendo del súper, cuando probablemente me habré cruzado con como cinco veces, dentro.

Ella no es especial porque no puede caminar, es especial porque es y será, de las personas más puras que conocí, y si no fuera porque su silla de ruedas se atoró, no me hubiera detenido, escuché como se esforzaba para que sus ruedas volvieran a girar, crucé de largo mirándola de reojo y en ese preciso momento fue la primera vez que sentí que mi cuerpo se depuraba de…, digámosle sombras, las sombras serán como un peso que llevo dentro, algo negro, denso y pesado que no me deja vivir tranquilamente, sombras que fui acumulando con cada mal acto que cometí.

En ese lugar, centímetros después de rebasarla, sentí como una sombra se desprendía de mí, por primera vez en mucho tiempo, sentí un verdadero deseo de ayudar y me di la vuelta.

–¿Necesitas ayuda? –le pregunté.

–Lo siento es que las ruedas se atoraron –me respondió, creo que aquella ocasión estaba un poco apenada.

Si bien no me dijo directamente que sí necesitaba ayuda, tanto como que la necesitaba, y como que aceptaría mi ayuda, eran obvias. En ese momento intentó no mirarme mucho.

Ella traía sus compras sobre sus piernas, y me sorprendió bastante que hubiera venido sola, de cualquier manera no podía irme sin ayudar, no iba dejar que esa sombra volviera a entrar en mí.

–Bueno no quiero irme sin ofrecerte mi ayuda, por favor dime, ¿qué puedo hacer?

Le ofrecí y mi ayuda y casi al instante recordé…

–mi nombre es Will, William Browne.

Había olvidado presentarme.

–Miranda Ester, mucho gusto.

Estreché fuertemente su mano y en ese momento me miró fijamente, creo que fue de las pocas veces, que recuerde, que logré romper la barrera de la timidez con alguien, tan rápidamente.

–Si traes tu celular estaría genial, yo me quedé sin batería asique traerlo sería para nada, puedo darte el número de mi mamá y…

–¡Sí! Por supuesto –le respondí con tanto entusiasmo que, aunque sabía lo que iba decir no la dejé terminar, me sentí mal al instante, es como algo que haces intuitivamente y tan solo un segundo después te das cuenta que no fue la mejor manera de actuar.

Decidí que lo mejor era pasarle mi móvil y que ella misma anotase el número de su mamá.

Habló un rato y cuando el pedido de auxilio estaba recibido, me lo devolvió. Ella rio y me preguntó por qué me senté en la banqueta.

Le habré dicho algo como que, “bueno, si vas a estar aquí sola tal vez debería esperar que venga tu mamá”. Y aunque se sintió apenada, Miranda agradeció el acto y no me quedó de otra que sacarle plática para no hacer de ello algo incómodo, ¡sorpresivamente no lo fue!

En esa plática entendí varias cosas, en primera, que la rueda izquierda solía trabarse, y que salvo por la rueda, todo lo demás estaba en excelente estado aún, por eso prefería que lo arreglen a comprar otra, pero el hombre que debía hacer ese trabajo nunca venía, tambíen entendí lo difícil que era vivir sin poder usar tus piernas. En las oportunidades y los momentos que se truncan por ello, pero por sobre todo entendí cuan hermosa es la vida para algunas personas a pesar de sus problemas, porque tienen unas ganas enormes de superarse, algo que muchos con el camino por delante más facil, comparado con otros, no tienen. Pero entiendo que somos seres tan distintos unos de otros, que porque uno tiene un problema aparentemente más grave que otro, no signfica que este último pueda afrontar sus problemas por ser menos complicadas. Miranda me había inspirado para ser alguien mejor sin que se dé cuenta, creo que eso es algo que hacemos todos al menos una vez, seamos introvertidos o extrovertidos, creo que en algún punto, con algo que decimos, como nos comportamos, o cuando demostramos cosas que nos gustan, sin saberlo transmitimos ese sentimiento o pasión por algo, por como soy, normalmente lo hubiera dejado pasar como una gratificamente casualidad, el haberle ayudado a alguien, pero aquella ocasión algo me decía que una oportunidad así no se iba a repetir, y aunque le hice caso a ese "algo",  ese algo sí estaba equivocado en una cosa, y es que ocasiones como esta sí se volvieron a repetir, y no volví a desperdiciar ni una, desde ese momento. Sabía que tenía que ser mi amiga, pero no quería decírselo entonces.

Cuando llegó su mamá no esperaba que lo hiciera caminando porque cuando ella habló por teléfono parecía estar segura de conocer el problema con su silla, y no parecía un problema tan rápido de solucionar, por ende supuse que llegaría en algún vehículo para que puedan irse, pero no.




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