Creo que aun no ahondé un poco más en mí, curso el último año del colegio de mañana y trabajo medio tiempo en un minisúper a la vuelta de casa. Apilo pirámides de latas, debo limpiar el desastre que algunos hacen y esas cosas.
Una vez un hombre rompió una botella de vino carísima, tenía a su lado el carrito de compras a tope de productos, pero para pagar el vino tuvo que dejarlo casi todo y llevarse únicamente unas verduras y unos fideos, adivinen quién tuvo que ordenar todo eso. Pero bueno, eso es solo un poco de lo que hago, pero más adelante contaré más cosas interesantes.
Llegaba a casa ese sábado luego de la visita a Miranda, mis perros tenían nueva cama, era una esponja amarilla de relleno de una cama antigua en la que ya estaban acostados mis dos perros, uno se llama Tony que es un perro de tamaño regular y negro, el otro se llama Rocky, es pequeño y completamente rubio, solo por eso no se le ven las canas, tiene once años ya, de Tony no sé su edad, llegó nada más un día, joven y activo era, tenía orejas enormes y alzas en todo momento, como estando alerta de algo, pero con el tiempo se cayeron y empezó a ponerse canoso, pero sigue siendo energético, y sin duda lo sigo queriendo como siempre.
–Esa cama no va durar mucho, –murmuré.
Las noches son las que más me gustan, porque en los días que no tengo nada que hacer, las horas de luz diurna se hacían eternas, sin nada que hacer y sin nadie con quien conversar, la noche no era muy diferente, sin embargo, la oscuridad y la inigualable luz nocturna de la luna me tranquilizaban un poco y solo entonces realmente disfrutaba de la soledad y no me sentía tan mal.
O al menos eso era antes, porque ahora ya tenia alguien en mi vida que cambiaba un poco las cosas, sin embargo, esa noche no estaba mal, con el semblante triste por mi soledad, sino por mis actos pasados que me llevaron a ello.
Ya pasada la media noche por fin me tomó el profundo letargo, mientras el rocío caía, mientras la luna seguía su camino hacia el fin del mundo y de regreso, mientras la quietud reinaba, había descansado un poco.
Al amanecer, un tercio de la cama había sido descuartizada, y trozos de esponja por todos lados delataban a los culpables.