Es momento de recordar aquella visita al cine, de la que había hablando antes, y que ya tenía muchas ganas de contar, habrán pasado como tres meses desde que nos hiciéramos amigos aquella vez, hicimos todo tipo de cosas, una de ellas que es el día que tengo para contarles ahora, surgió la vez que me contó, que nunca había ido al cine (entonces como no podía ser de otra manera, era algo que de inmediato se puso primero en la lista de cosas por hacer) entre otras cosas por inseguridad, fue difícil convencer a su mamá de que nos deje ir, no porque no confiaba en mí, de hecho lo hacía, sino más bien porque era la primera persona que estaba muy apegada a Miranda, que la visitaba más que nadie y ahora era prácticamente la primera persona que quería sacarla a pasear a otros lugares, asique entendía su preocupación.
Sin embargo, eventualmente accedió, lo verdaderamente difícil fue que su mamá acepte que, sorprendentemente ella no quería ir con su silla.
No es como que la conozco de toda la vida, pero salimos en otras ocasiones como a la plaza que estaba cerca y se perfectamente que no le molesta que la vean con silla de ruedas, asique la incomodidad por ello no era un motivo por el que decidiera eso.
Realmente nunca supe si había un motivo en específico, cuando me contó que quería ir sin su silla, no sonaba como si tuviera uno, y yo nunca le pregunté. Pero una vez me dijo que las chicas suelen hacer cosas como cortarse el pelo, teñírselo o cambiar de apariencia sin motivo alguno, entonces supongo que no tenía motivos específicos para hacerlo.
Pero regresando a los hechos, había llegado a su casa, escogimos el día que tenía libre del trabajo, y como ambos vamos a colegios diferentes, pero ambos en el turno mañana, por la tarde era el momento ideal para ir, y el tiempo de aquel día se puso de nuestro lado.
Cuando llegué a su casa y la estaba esperando en el patio, salió de la casa con un vestido rosa que le llegaba poco más por debajo de las rodillas y con encajes de rosas flores bordadas en las mangas. Aquella vez fue la primera que la vi usando un vestido y le quedaba realmente bien. Su mamá nos llevó en el auto, no les había contado, pero al parecer sí tenían uno, pero la vez en la salida del super, aparentemente estaba en el taller y siempre que lo recuerdo me pongo a pensar en las pequeñas cosas que mueven al mundo, en como decisiones, hechos y/o acontecimientos, muchos de los cuales no podemos evitar, terminan por ser partícipes a futuro, de momentos que marcan nuestra vida para bien o para mal.
En este caso, si hubiera sido por aquella avería en el auto, talvez nunca haya conocido a Miranda.
En fin, el centro comercial al que fuimos estaba como a media hora de camino y llegamos rápido, su mamá solo nos dejaría y luego pasaría a recogernos. Por cierto, la entrada al centro comercial no estaba tan cerca puesto que el estacionamiento estaba enfrente y primero teníamos que atravesarlo. Pero el momento definitivamente llegó, la ayudé a bajarse del auto y aunque parecía que estaba parada, yo la estaba sosteniendo por debajo de sus brazos, la cargué en mis brazos y la dejé sentada sobre una elevación de una pequeña muralla y su mamá nos dio las indicaciones de horario entre otras cosas, cuando se fue, me puse frente suyo y se balanceó sobre mi cuello.
Así, cargándola en la espalda, recorrimos casi todo el centro comercial, si se lo preguntan, era agotador no les mentiré, pero la sensación y el enorme sentimiento de que valía la pena cada paso que daba, era simplemente mágico.
Miranda traía un pañuelo en sus manos y de vez en cuando me secaba el sudor de la frente, de vez en cuando descansábamos, tomamos un helado y esperamos la hora del cine, en ese momento ni siquiera sabíamos que íbamos a ver, nos propusimos ver la cartelera al llegar, algo arriesgado considerando que no nos guiamos ni siquiera por el horario de las películas antes de ir, por suerte una estaba a menos de una hora de comenzar y nos decidimos por esa, era sobre un niño que nació con una deformidad en el rostro, y sobre como tenía que afrontar la vida al ir por primera vez al colegio.
Llegando la hora de la película la cargué hasta nuestros asientos, de haber sabido que la comida del cine estaba tan cara, hubiera llevado más dinero, pero menos mal no me faltó nada y Miranda tampoco aceptó que le pagase nada en todo el día a excepción del helado.
Cuando la película terminó, nos enfrentamos a un problema, no era grave como tal, pero en las circunstancias en las que estaba sí era complicado, Miranda quería ir al baño ¡y yo no podía cargarla hasta adentro!, hasta vino un joven que trabajaba en el cine pensando que yo intentaba husmear, por suerte comprendió la situación y nos ayudó, me dejó cargarla hasta frente a la puerta del baño especial para discapacitados, pero debía esperar que todas las chicas que ya estaban adentro salieran, y las que venían después de que nosotros estábamos esperando en la entrada tenían que esperar que yo entrase, aunque nos miraban atentas, creo que ninguna se molestó por la espera. De tantas distracciones que tuvimos, no me percaté que la hora había llegado, su mamá nos esperaría puntualmente a las 17:00 p. m. en el estacionamiento, con suerte en el mismo que ocupamos al llegar, y ya habían pasado cinco minutos de ello, lo menos que quería era ser impuntual con algo así, asique cuando miré mi reloj, me puse alerta y me acabé de un trago el jugo que compré mientras esperaba, a Miranda también le compré uno y le quedaba mucho jugo aun, asique le dije algo como “tómatelo rápido que se nos pasó la hora”, a la par que me levanté y fui corriendo a desechar el vaso, pero cuando llegué ni se había molestado en acabar todavía su jugo.