Creo que, una de las cosas que puedo destacar de Brenda es su sabiduría, y no solo lo digo porque en verdad es una chica muy inteligente, de hecho, ni siquiera tenía en cuenta eso cuando se me ocurrió que la sabiduría destaca en ella, digo esto porque tiene una capacidad especial, de ver en pequeñas cosas que uno normalmente no se fijaría, tal es el caso del día del que hablaré hoy.
Doy inicio contando que, como había dicho, su papá es un señor increíblemente culto y habilidoso, sabe de todo y le gustan muchas cosas como la astronomía, una vez me invitó a acampar, junto con Brenda y su mamá, en un escampado cerca a su casa en los límites de la ciudad, y para llegar ahí, pasamos por cinco minutos de asfalto y desviamos en un camino de tierra que dirige a una especie de cerro para ciclistas, pero el escampado donde acamparíamos estaba más o menos a mitad de ese camino, por lo que más allá solo se veía la mitad de aquel cerro a lo lejos.
El caso es que no era una acampada normal, sino “una acampada astronómica”, como él dijo, íbamos a observar y fotografiar las estrellas y la vía láctea, entonces cuando llegamos empezamos a armar la tienda, buscar un poco de leña para el fuego, preparar los bocados y por supuesto, los equipos para la observación, que consistían en tres telescopios y una Nikon para las fotos.
Aún no había oscurecido, pero sin dudas el sol ya tenía prisa por esconderse hacia el oeste, cuando Tobías se dio cuenta de que no había traído el trípode para la cámara, y sin ese accesorio sería imposible tomar fotografías, porque Brenda me había platicado que se usa una técnica llamada larga exposición, y para ello la cámara debe estar completamente quieta para que pueda capturar una buena imagen.
No tomaría demasiado ir y volver a por el trípode, pero tenía que calibrar los tres telescopios, eso llevaba tiempo, y aunque parecía que la prisa estaba injustificada, en ese momento Tobías me contó que quería observar marte, cosa que podríamos hacer solo por unos minutos pues el planeta ya se encontraba muy al horizonte y se ocultaría tan solo minutos después de oscurecer, entonces sí le di la razón de su frustración, pero solo eso, no le di solución alguna, al menos yo no, pero Brenda sí.
Lo que ella hizo, fue proponerle que ambos vayamos en el vehículo a traer el trípode, caso para el cual evidentemente yo tendría que manejar, y para antes de que se lo pregunten, no, su mamá no maneja autos, de lo contrario sin dudas ella sería la salvación, pero me postulo a mí, como sabía que manejaba autos porque les conté en una de las tantas veces que fui a su casa.
Tobías no dijo ni actuó de tal manera que quisiera disentir, de hecho, me preguntó si estaba de acuerdo: ¿Quieres acompañar a Brenda?, me dijo.
Claro que dudé, pero vamos, no pensé que desde ese momento me tenían tanta confianza, aun así, acepté y nos fuimos a buscar el aparato, de todas formas, creo que él aceptó porque durante todo el tramo prácticamente no nos cruzaríamos con ningún auto, lo que significa menos peligro, aunque tampoco es que iría a chocar, ya había manejado antes muchas veces y por las calles de la ciudad también, en el coche de papá.
Hasta el momento no hablé de por qué este capítulo se llama como se llama, ni por qué dije lo que dije al inicio, finalmente ahora voy a eso y es que todo lo que les conté era necesario para que entendieran la razón de por qué, ahora Brenda y yo nos encontramos en un auto de camino a la ciudad, por un camino de tierra que conectaba con el asfalto que a su vez conectaba con la ciudad en donde iríamos y apenas llegáramos a la entrada, desviaríamos hacia una calle poco transitada para llegar a la casa.
A medida que la tienda donde acampamos se achicaba más y más por la lejanía, y de frente ya se visualizaba, aunque muy lejos aún, es asfalto, Brenda iba de copiloto sin decir mucho, hasta que visualizamos de frente y a lo lejos aún, un ciclista que venía, posiblemente camino a la montaña, el camino era bastante ancho, creo que incluso un poco más que es asfalto, y solo iba a 50km/h, de igual manera Brenda me dijo algo que me quedará en la memoria para siempre.
–Ve más despacio –me dijo.
Yo asentí, pero aun así me entró la curiosidad, ¿Por qué?, ¿Había motivos?, nosotros íbamos muy al costado de nuestro carril, el ciclista venía muy por el costado del suyo, y la velocidad a la que iba era bastante regular, pero aun así me dijo que fuera más despacio, y aunque no dudé en hacerlo, tenía que preguntar por qué, ella me miró, sonrió, volvió a mirar el tramo y pronunció:
–Mira por el retrovisor, Will.
Yo así lo hice, y no había nada, nadie venía detrás nuestro, eso hizo que me confundiera más, por suerte ella entendió que no entendí, y sin hacer falta que se lo pregunte de nuevo, me lo explicó, algo que hasta ese momento no se me habría cruzado por la mente siquiera, y que luego de eso y para siempre, me acompañaría como una forma distinta de ver las cosas, los pequeños detalles que hacen a uno, que no muchos ven, y no precisamente porque sean malos, simplemente no lo ven, pero ella sí veía esas cosas, y bastó con una lección para inculcarme un poco de su sabiduría.
Nadie venía atrás nuestro, pero no me dijo que mirara por eso, sino por el polvo que el auto venía levantando, aunque no veníamos a velocidad alta, una camioneta de ese porte, y en un camino polvoriento como aquel, basta para hacer una combinación perfecta para una “máquina de polvo”.
Entonces entendí lo que quería, no me hizo bajar la velocidad por precaución y evitar talvez, chocar con aquel ciclista, me hizo bajar la velocidad desde mucho antes de cruzarnos, para que el polvo, aquel polvo que vi cuando me dijo que mirara por el retrovisor, pero que no había pensando que era eso lo que quería que mirara, para que ese polvo que se acrecentaba a medida que ganaba centímetros de altura detrás nuestro no se lo tenga que llevar el ciclista, y fue un hecho que me hizo pensar, que no todos ven esos detalles, incluyéndome, hasta ese momento claro, porque a partir de aquel hecho, para siempre nunca más dejaría escapar esos detalles, y hasta aquel ciclista se dio cuenta del acto, porque apenas nos cruzamos vi por el retrovisor el gesto de agradecimiento que hizo con la mano.